domingo, 2 de septiembre de 2012

LA PARTICIPACIÓN COMO EJERCICIO DEL SACERDOCIO CRISTIANO


Todos los fieles por participar del sacerdocio común, en virtud del bautismo, pueden dar respuestas adecuadas a la intervención de las personas divinas tomando parte en la celebración. El sacerdocio de los bautizados tiene implicaciones litúrgicas, éste está en íntima relación con el sacerdocio ministerial, sin confundirse con él, ya que ambos participan de la misma fuente y síntesis del único sumo y eterno sacerdote, Jesucristo.




            El sacerdocio común de los fieles está en estrecha relación con la liturgia bautismal, en la que encuentra su origen primero, con la liturgia de la confirmación, considerada como explicitación más completa de la concesión de tal sacerdocio, y con la celebración eucarística, que es el lugar donde las funciones propias el sacerdocio común se explicitan en un doble modo: ofreciendo a Cristo al padre, por virtud del Espíritu Santo, a través del sacerdocio ministerial, y haciendo posible la oblación directa de sí mismos por parte de los bautizados en, con y por Cristo. Los fieles participan del sacerdocio común, sobre todo porque ejercen los actos de este sacerdocio. Con la participación los fieles practican en la celebración su sacerdocio, incorporándose en Cristo. Por esto la celebración (especialmente la eucarística) es fuente y cumbre de la vida cristiana[1].

´Tomás H. Jerez

[1] Cf. A. M. Triacca, “Participación, Nuevo diccionario de liturgia, 1561.

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