«Corresponde al Obispo
diocesano dar normas sobre las procesiones, mediante las cuales se provea a la
participación en ellas y a su decoro» y promover la adoración de los fieles.
«Como testimonio público de
veneración a la santísima Eucaristía, donde pueda hacerse a juicio del Obispo
diocesano, téngase una procesión por las calles, sobre todo en la solemnidad del
Cuerpo y Sangre de Cristo», ya que la devota «participación de los fieles en la
procesión eucarística de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es una
gracia de Dios que cada año llena de gozo a quienes toman parte en ella».