La historia de la LH es compleja, porque
durante muchos siglos gran cantidad de iglesias locales y centros monásticos la
organizaban de manera propia, y también porque la documentación a menudo es
demasiado insuficiente para reconstruir, al menos en parte, la multitud de
modelos que se crearon en el vasto panorama de las comunidades occidentales y
orientales. Común a todos era el ideal de la oración horaria y su contenido
salmódico, que se ampliaba a veces con el uso de los cantos bíblicos y con las
lecturas de la Escritura; pero no había unidad para el número de los tiempos de
oración diaria, para la distribución cíclica de los salmos y de eventuales lecturas
bíblicas, para el recurso a himnos o a otras fórmulas de extracción eclesiástica.
Además, existía una diferencia profunda entre el oficio celebrado en las
catedrales o en las iglesias parroquiales, llamado a veces catedralicio, y el
estrictamente monástico, que respondía a afanes ascéticos más elevados. Al no
poder entrar en los particulares de esta compleja evolución, nos contentamos con
unas pocas alusiones acerca de los tiempos de oración y a algunos aspectos
estructurales.