Liturgia y arte son dos valores que, en la celebración
cultual, constituyen una sola realidad. Ya Pablo VI subrayó esta íntima
relación en su discurso a los artistas, el 7 de mayo de 1964; en él se
expresaba así: "Nuestro ministerio tiene necesidad de vuestra
colaboración.
Porque, como sabéis, nuestro ministerio es predicar y
hacer accesible y comprensible, y hasta conmovedor, el mundo del espíritu, de
lo invisible, de lo inaferrable, de Dios.
Y en esta actividad que trasvasa el mundo invisible en
fórmulas accesibles e inteligibles sois vosotros maestros..., y vuestro arte es
justamente arrancar al cielo del espíritu sus tesoros y revestirlos de palabra,
de colores, de formas, de accesibilidad" (AAS 56 (1964) 438).