El altar, o mesa sobre la que se
celebra el Sacrificio eucarístico, se llama fijo si se construye formando una
sola pieza con el suelo, de manera que no pueda moverse; y móvil, si puede
trasladarse de lugar. Conviene que en todas las iglesias haya un altar fijo; y
en los demás lugares destinados a celebraciones sagradas, el altar puede ser
fijo o móvil.
Según la práctica tradicional de la
Iglesia, la mesa del altar fijo ha de ser de piedra, y además de un solo bloque
de piedra natural; sin embargo, a juicio de la Conferencia Episcopal, puede
emplearse otra materia digna y sólida; las columnas o la base pueden ser de
cualquier material. El altar móvil puede ser de cualquier materia sólida, que
esté en consonancia con el uso litúrgico.