La constitución sobre la sagrada liturgia del Vat. II (SC
122-129), es la relación fundamental sobre una arquitectura que aspire a
encarnar en sus formas el carácter comunitario de las celebraciones: se
explícita allí por parte de la iglesia su voluntad de aceptar la colaboración
del arte contemporáneo, concretando entre otras cosas, para los nuevos edificios
sagrados, dos objetivos principales: la funcionalidad en orden a la
celebración litúrgica y la participación activa de los fieles en la
misma liturgia. Este último objetivo, por no estar configurado por simbolismos
exteriores, es de fácil aceptación por
parte del arquitecto, mientras que la funcionalidad con miras a una acción,
como signo que es de la nueva alianza entre Dios y los hombres, exige conocer
la verdadera esencia, el significado teológico de las acciones litúrgicas, del culto
divino y, sobre todo, de la celebración eucarística, de los sacramentos de
iniciación y de la liturgia de las Horas (SC 5-20).