Conocemos ya la cuestión histórica de la comunión bajo
las dos especies, que desemboca en el concilio de Trento. Como sabemos, este
punto fue abandonado en la sesión XIII con el fin de que fuera discutido cuando
estuvieran presentes los delegados protestantes. En la sesión XIII se
definió que Cristo está entero en cada una de las especies.
Hasta la sesión XXI (año 1562) no se llegó a
concretar el tema. La discusión, que ya había comenzado con el tema de la
presencia real, se aplazó hasta el último momento. La mayoría de los Padres
estaba de acuerdo en que no hay mandato divino que obligue a todos los fieles a
comulgar bajo las dos especies, sino sólo al sacerdote. Nadie negaba tampoco a la
Iglesia la facultad de introducir la comunión bajo una sola especie; lo que fue
discutido es la oportunidad de introducir la práctica de la comunión bajo las
dos especies y las condiciones con las que tal facultad habría de darse. La
mayoría de los Padres se inclinaba por la inoportunidad de la concesión del
cáliz a los laicos 24, pero rehusó tomar una decisión al respecto y se remitió
la cuestión al Papa. La doctrina de Trento se limitó a lo siguiente: