El sacerdocio ministerial no
se puede sustituir en ningún modo. En efecto, si falta el sacerdote en la
comunidad, esta carece del ejercicio y la función sacramental de Cristo, Cabeza
y Pastor, que pertenece a la esencia de la vida misma de la comunidad. Puesto
que «sólo el sacerdote válidamente ordenado es ministro capaz de confeccionar
el sacramento de la Eucaristía, actuando in persona Christi».
Sin embargo, donde la
necesidad de la Iglesia así lo aconseje, faltando los ministros sagrados,
pueden los fieles laicos suplir algunas tareas litúrgicas, conforme a las
normas del derecho. Estos fieles son llamados y designados para desempeñar unas
tareas determinadas, de mayor o menor importancia, fortalecidos por la gracia
del Señor. Muchos fieles laicos se han dedicado y se siguen dedicando con
generosidad a este servicio, sobre todo en los países de misión, donde aún la
Iglesia está poco extendida, o se encuentra en circunstancias de persecución,
pero también en otras regiones afectadas por la escasez de sacerdotes y
diáconos.