Antiguamente, en la mañana del jueves santo se
celebraba el rito de la reconciliación de los penitentes que ya habían cumplido
todo su camino penitencial siguiendo una rígida disciplina para los pecados
graves, que les habían excluido de la participación en la eucaristía. El miércoles de ceniza, el
obispo les había impuesto el cilicio; después permanecían recluidos hasta el
jueves santo, día en que eran absueltos para que participasen en la eucaristía de
la noche de pascua. Hoy no existe ya esa antigua y rígida disciplina
penitencial. Sin embargo, la comunidad cristiana está igualmente llamada, al
final de la cuaresma, a celebrar el sacramento pascual de la reconciliación en
las formas establecidas por el nuevo ritual de la penitencia, y
según las necesidades de cada una de las comunidades.
De A. Bergamini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas