Además, se advierte con gran
tristeza la existencia de iniciativas ecuménicas que, aún siendo generosas en
su intención, transigen con prácticas eucarísticas contrarias a la disciplina
con la cual la Iglesia expresa su fe. Sin embargo, la Eucaristía es un don
demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones. Por lo que conviene
corregir algunas cosas y definirlas con precisión, para que también en esto la
Eucaristía siga resplandeciendo con todo el esplendor de su misterio.
Finalmente, los abusos se
fundamentan con frecuencia en la ignorancia, ya que casi siempre se rechaza
aquello de lo que no se comprende su sentido más profundo y su antigüedad. Por
eso, con su raíz en la misma Sagrada Escritura, «las preces, oraciones e himnos
litúrgicos están penetrados de su espíritu, y de ella reciben su significado
las acciones y los signos». Por lo que se refiere a los signos visibles «que
usa la sagrada Liturgia, han sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para
significar las realidades divinas invisibles». Justamente, la estructura y la
forma de las celebraciones sagradas según cada uno de los Ritos, sea de la
tradición de Oriente sea de la de Occidente, concuerdan con la Iglesia
Universal y con las costumbres universalmente aceptadas por la constante
tradición apostólica, que la Iglesia entrega, con solicitud y fidelidad, a las
generaciones futuras. Todo esto es sabiamente custodiado y protegido por las
normas litúrgicas.