
Durante su vida terrena, Cristo fue sacerdote también
por su oración de alabanza a Dios y de súplica por los hombres. El continúa
ahora su tarea en el cielo (Heb 7,25; OGLH 4). Pero esta su forma orante
de sacerdocio encuentra el ejecicio más cualificado en la oración litúrgica de la
iglesia (SC 7), la cual es prolongación y actuación del sacerdocio único
del fundador (SC 83; OGLH 13).