
Este motivo se encuentra ya a
fines del siglo XI en una miniatura del Evangeliario de Vysehrad, en Praga, y
vuelve a hallarse en numerosos manuscritos litúrgicos alemanes. Del campo de
las miniaturas pasa a la escultura monumental, a las vidrieras y a la pintura.
Es posible que el tema naciera en Oriente.
Jesé está siempre representado
con los rasgos de un anciano de barba blanca. Casi siempre está acostado, en
actitud de meditación o durmiendo, pero también existen ejemplos en los que
está sentado o en pie. En esta variedad hay que tener en cuenta la forma del
soporte, que en algunos casos es marcadamente vertical.
El árbol sale de su corazón,
de su cintura, de su cabeza o de su boca. Este árbol puede tomar forma de
rosal, vid, lirio, aunque lo más frecuente es que se trate de un árbol frutal.

Al principio, quien siempre
ocupaba la cima del árbol era Cristo en Majestad, aureolado con siete palomas
místicas representativas de los dones del Espíritu Santo. A partir del siglo
XIII, con el auge del culto a la Virgen, María sustituye a su Hijo en la cima
del árbol y Jesús se convierte en un niño en los brazos de la Virgen. Esta
exaltación de la Virgen está estrechamente relacionada con la doctrina de la
Inmaculada Concepción. El árbol de Jesé se convierte en uno de los símbolos
predilectos de la Inmaculada Concepción.

Fuente: Iconografía del arte
cristiano, de Louis Réau.
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