El árbol de Jesé es la
representación simbólica de la genealogía de Cristo a partir de la figura de
Jesé, padre del rey David. El origen de este tema es un fragmento del libro de
Isaías (2, 1-3): "Saldrá un brote del tronco de Isaí y una flor nacerá de
sus raíces". El tronco de Isaías no es otra cosa que el árbol de Jesé.
Isaí es la forma hebrea y Jesé la transcripción griega de la versión bíblica de
los Setenta. La preferencia por la forma Jesé es por evitar la confusión entre
Isaí, padre de David, y el profeta Isaías, su homónimo.
Este motivo se encuentra ya a
fines del siglo XI en una miniatura del Evangeliario de Vysehrad, en Praga, y
vuelve a hallarse en numerosos manuscritos litúrgicos alemanes. Del campo de
las miniaturas pasa a la escultura monumental, a las vidrieras y a la pintura.
Es posible que el tema naciera en Oriente.
Jesé está siempre representado
con los rasgos de un anciano de barba blanca. Casi siempre está acostado, en
actitud de meditación o durmiendo, pero también existen ejemplos en los que
está sentado o en pie. En esta variedad hay que tener en cuenta la forma del
soporte, que en algunos casos es marcadamente vertical.
El árbol sale de su corazón,
de su cintura, de su cabeza o de su boca. Este árbol puede tomar forma de
rosal, vid, lirio, aunque lo más frecuente es que se trate de un árbol frutal.
El número de antepasados de Cristo
escalonados sobre las ramas es variable. Existen ejemplos de dos en adelante,
aunque lo más frecuente es doce. Casi siempre emergen de corolas de flores y
señalan con el dedo a Cristo, que aparece en la cima del árbol.
Al principio, quien siempre
ocupaba la cima del árbol era Cristo en Majestad, aureolado con siete palomas
místicas representativas de los dones del Espíritu Santo. A partir del siglo
XIII, con el auge del culto a la Virgen, María sustituye a su Hijo en la cima
del árbol y Jesús se convierte en un niño en los brazos de la Virgen. Esta
exaltación de la Virgen está estrechamente relacionada con la doctrina de la
Inmaculada Concepción. El árbol de Jesé se convierte en uno de los símbolos
predilectos de la Inmaculada Concepción.
Un tema tan fecundo como éste
desapareció a fines del siglo XVI. Sobrevivió algo más de tiempo en las
pinturas sobre vidrio, pero la estética del Renacimiento no podía conciliar con
un tema tan arcaico, más cerca de la heráldica que de la pintura religiosa.
Fuente: Iconografía del arte
cristiano, de Louis Réau.
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