La palabra mandorla viene del italiano y significa almendra. Designa un marco o aureola en forma oval o de almendra en donde se insertan personajes sagrados, siendo el más frecuente Jesucristo pero también, la Virgen María o los santos. Se usó preferentemente en el arte románico y bizantino.
La mandorla proviene de un elemento arquitectónico romano que consistía en poner personajes en un círculo. El clípeo que muestra el retrato de la persona fallecida en un epitafio, aparece rápidamente en sarcófagos cristianos. A menudo, la imagen (clipeata) toma la forma de una concha.
En Francia, una de las mandorlas más antiguas se encuentra en un sarcófago merovingio en la cripta de Jouarre. En la cabecera del sarcófago de San Agilberto, se encuentra un tetramorfos que rodea un Cristo en Majestad en una mandorla. Los escultores del siglo VII fijaron aquí la imagen de un Cristo joven, imberbe, con una representación próxima al modo bizantino.[1]
Una representación, también de tradición prerrománica se encuentra en la iglesia del Monasterio de Sant Genís de Fontanes. Situado en su fachada, el dintel (en mármol blanco de Ceret) es una obra monumental. Esta escultura románica es conocida como la más antigua en piedra (data de 1019-1020) y representa a Cristo bendiciendo inscrito en una mandorla perlada sostenida por dos arcángeles y encuadrado por dos grupos de tres personajes bíblicos.
Existen muchos Cristos inscritos en mandorlas en las iglesias románicas francesas, como en Conques, San Trófimo en Arles o Basílica de San Sernín en Toulouse. Se utilizó ampliamente en los capiteles de la Abadía de Cluny II (construida entre 948 y 981), perdiendo en esta ocasión su simbolismo, para ser solamente un motivo geométrico más.
El mismo motivo se encuentra en el arte iconográfico bizantino ortodoxo, como en el icono de la Transfiguración, en el descenso al limbo o en el icono de Cristo Pantocrátor (mandorla triple). En el icono de la Natividad, la Virgen es representada también en una mandorla, que se confunde con su lecho. Por contra, en el icono de la Dormición de la Virgen, ya no está en una mandorla, es su alma a la que Cristo viene a recoger en una mandorla.
En España, podemos encontrarlas escultóricamente en lugares como la iglesia de Santa María de Covet (Lérida), iglesia de Santiago de Carrión de los Condes (Palencia), Iglesia de San Juan Bautista de Moarves (Palencia), iglesia de San Esteban de Moradillo de Sedano (Burgos). En la iglesia de Santo Domingo de Soria, como rareza, aparece la Trinidad en la mandorla, rodeada por ángeles con los símbolos de los Evangelistas y las figuras sedentes de la Virgen y San Juan Bautista.
También se encuentran mandorlas en manuscritos iluminados, pintura medieval, éstas preferentemente situadas en el eje de los ábsides como en la iglesia de San Clemente de Tahull (Lérida), la iglesia de los santos San Julián y Basilisa en Bagüés (Huesca) o en el Panteón de San Isidoro (León) y en arte de orfebrería como es el caso del retablo de San Miguel de Aralar o en la urna de Santo Domingo de Silos (Burgos).
La utilización del círculo para inscribir un personaje, además de su ubicación en lo alto de un elemento arquitectónico, evoca la esfera celeste.
La mandorla, lleva a otra dimensión: es una figura geométrica diseñada con dos círculos que se cortan. En su intersección se haya una persona, por la cual se debe pasar para recorrer el camino entre los dos círculos, los dos hemisferios o los dos mundos, el terrenal y el celestial. La implantación de Cristo en una mandorla en el tímpano de la puerta de una iglesia revela el simbolismo de pasar de fuera de la iglesia a dentro de la iglesia y por lo tanto anuncia el paso de los vivos del mundo terrenal al celestial. La mandorla se utiliza entonces para expresar un pasaje o una puerta.
En la arquitectura gótica, además de los beneficios arquitectónicos de la bóveda de crucería que permite la entrada de la luz en el edificio, trajo el arco apuntado que tiene apariencia de mandorla abierta a la luz del día. Todavía se puede utilizar el simbolismo de la mandorla, ahora luminosa (en relación a la románica). Este uso de la mandorla corresponde a este período de búsqueda del realismo caracterizado también por su estatuaria mórbida.
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