La celebración eucarística realiza la plenitud de la vida eclesial en la cual
converge la revelación de Dios y la manifestación de la plena humanidad de la
Iglesia. En estas tres dimensiones encontramos esta plenitud de vida: la
Trinidad, la Iglesia y la humanidad.
1.
Plenitud de comunión con la Trinidad
Si, según la frase de Orígenes, la Iglesia es la «plenitud de
la Trinidad», es preciso afirmar que esto se realiza en la Eucaristía. Aquí
tenemos la máxima revelación y comunicación de Dios, la punta máxima de las
relaciones de la Iglesia con su fuente, su modelo y su meta. El carácter
trinitario de la plegaria eucarística desvela el sentido trinitario de la
Eucaristía: del Padre, por Cristo en el Espíritu
Santo.