Existe una relación directa entre la participación y
la celebración, no solo en la
celebración sacramental, sino también en la no sacramental, como la
liturgia de las horas. En las celebraciones están implicados el ministro o los
ministros (que celebran o concelebran), los sujetos (bautizados, confirmados,
penitentes), y todos los participantes, en formas diversas. Todos de algún modo
intervienen por medio de oraciones, respuestas, cantos, gestos, ritos, etc.
Existen
diversos grados de participación. El más alto grado de participación es de
aquellos que son sujetos directos de la acción litúrgica. En la celebración de
la Eucaristía, aunque todos son llamados a la participación plena de la misma,
solo se puede llegar a una plena participación cuando se comulga con las
debidas disposiciones. En los demás sacramento también la participación es
plena y máxima sólo de parte de aquellos que reciben los sacramentos[1].
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