Los números representan una de las claves esenciales para interpretar el pensamiento apocalíptico. En esta obra se usa 54 veces el número 7, 23 veces el número 12, 16 veces el número 4, 11 veces el número 3, 10 veces el número 10. Con esto San Juan pretende señalar la precisión con la cual Dios gobierna el mundo.
El número uno es símbolo de la unidad, y en las Escrituras es considerado como el signo de la unidad divina y su supremacía absoluta. Como número cardinal, el uno denota unidad; como ordinal, denota primacía: «No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Ex 20:3). Esta orden da a entender que en Dios hay una suficiencia absoluta y una independencia que no necesita de nadie más. En la carta a los Efesios (4,3-6), el apóstol Pablo describe un círculo completo, que consta de siete unidades distintas: un cuerpo, un espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios.
La unidad es indivisible, y no está constituida por otros números. Por lo tanto, el uno es independiente de todos los demás. El uno excluye toda diferencia, porque no hay segundo con el cual entre en armonía o en conflicto. El primero es el único. No puede haber dos primeros. Son varias las referencias al número uno en el Apocalipsis: «Uno semejante al hijo del hombre» (1,13); «Por una hora recibirán autoridad con la bestia» (17,12); «Tienen un mismo propósito» (17,13); «En una hora vino tu juicio» (18,10); «En una hora han sido consumidos» (18,17). «En una hora ha sido desolada» (18,19). Parece como si la «una hora» de los tres pasajes últimos no se limitara a una hora de sesenta minutos exactos. Es probable que el repetido clamor mencionado aquí sea el mismo período designado como un «breve tiempo» o «un día» (17,10; 18,8). La brevedad de dicho período indica lo terrible y repentino del juicio de Dios. La expresión «un mismo propósito» se refiere a la unidad de los reyes que estarán en sujeción a la autoridad y voluntad de la bestia. Cada una de las doce puertas estaba hecha de una perla (21,21). Aunque cada perla era distinta, había unidad en la variedad: unidad, pero no uniformidad.
A diferencia del número uno que afirma que no hay otro, el dos indica que sí lo hay. Para algunos esta cifra sugiere un significado de responsabilidad, debilidad o gracia. En la mayoría de las referencias bíblicas este número se refiere una expresión de un testimonio amplio y coherente, por ejemplo el ministerio de los dos profetas (Elías y Eliseo) y los dos soldados (Josué y Caleb), quienes son reconocidos como fieles testigos de la verdad de la Palabra de Dios. En los días de la gran tribulación, darán testimonio de los derechos reales y sacerdotales de Cristo un par de valientes mensajeros que son descritos como: «Dos testigos» (11,3). «Dos olivos» (11,4). «Dos candeleros» (11,4). «Dos profetas» (11,10). Los dos corazones de estos aguerridos heraldos laten como uno solo en su testimonio total por la causa de Cristo. Cuando dos seres humanos se unen en santo matrimonio, hablamos de ellos como una sola carne. Los dos testigos martirizados serán uno en su testimonio, en los malos tratos en la muerte, la resurrección y la ascensión.
El número tres tiene una asociación sagrada, porque representa la Trinidad : «Padre, Hijo y Espíritu Santo» (Mt 28,19). Pablo usa la frase “estas tres” cuando se refiere a las virtudes cristianas: «la fe, la esperanza y el amor» (1Cor 13,13). El número tres, aparece con mucha frecuencia en las escrituras: Tres hombres se le aparecieron a Abraham (Gn 18,2); Tres ciudades de refugio (Dt 4,41); Tres veces al año (Dt 16,16); Triple bendición sacerdotal (Nm 6,24-26); Triple clamor del serafín (Is 6,3); Tres llamamientos a la tierra (Jr 22,29); Tres veces al día oraba Daniel (Dn 6,13); Tres veces negó Pedro a Cristo (Mc 14,72); Tres medidas de harina (Mt 13,33). Tres días y tres noches (Mt 12,40); Tres veces vio Pedro la visión (Hch 10,16); Tres veces rogó Pablo al Señor que lo librará del aguijón en su carne (2Cor 12,18).
Hay algunos pasajes de la escritura donde el número tres es considerado como símbolo de la resurrección moral, física y espiritual, como en: el tercer día de la creación (Gn 1,13), o el tercer día en la resurrección de Cristo. Como para formar un objeto sólido se necesitan de las tres dimensiones: largo, ancho y alto, el tres puede ser considerado como el símbolo del cubo, y por lo tanto, representativo de todo lo solido, real, substancial, completo y entero. En total hay cuatro números perfectos que sugieren la idea de algo acabado y completo en las Escrituras: el tres, que representa la perfección divina, el siete, que representa la perfección espiritual, el diez, que representa la perfección en el orden, el doce, que representa la perfección en el gobierno.
La parte introductoria del Apocalipsis, se caracteriza por el sello divino del tres que se halla estampado en ella: esta revelación es dada por Dios, enviada por Dios, declarada por Dios (1,1). San Juan dio testimonio de la divina Palabra de Dios, el divino testimonio, la divina visión de «todo lo que vio» (1,2). La bienaventuranza es para el lector, el oyente y el que guarda las cosas escritas (1,3). El ser divino, el que era, el que es y el que ha de venir (1,4;8). El Señor que vendrá se presenta como el profeta divino, el testigo fiel, el sacerdote divino, el primogénito de entre los muertos y, el rey divino, el soberano de los reyes (1,5). Cristo es representado como divinamente eterno, divinamente vivo y divinamente poderoso (1,17;18).
El número cuatro se usa unas treinta veces. Al contemplar el mundo o la escena completa de la creación, cuando se tienen en perspectiva lo largo y lo ancho, el cuatro es el número que se usa para describirlo, ya que este número está relacionado con la tierra, con sus cuatro puntos cardinales y sus cuatro estaciones. En cuanto a los que moran en la tierra, éstos han formado parte de las cuatro monarquías que describió Daniel. La plenitud de las bendiciones materiales en la tierra se describe de esta cuádruple forma: «en vez de bronce traerá oro»; «y por hierro plata»; «y por madera bronce»; «y en lugar de piedras hierro» (Is 60,17).
El cuatro es la marca del mundo, el cual está constituido en cuatro divisiones: «naciones, tribus, pueblos y lenguas» (Ap 7,9). El cuatro es la señal del hombre y la creación material. Hay un antiguo proverbio judío que indica que hay cuatro cosas que ocupan el primer lugar en el mundo: el hombre entre las criaturas, el águila entre las aves, el buey entre el ganado y el león entre las bestias.
El cinco es un número poco usado, En algunos casos se hace un contraste entre la debilidad y la fuerza usando el número cinco. David usó cinco piedras lisas para vencer al gigante Goliat; cinco perseguirán a cien; cinco panes para alimentar a cinco mil. Sin embargo, otros pasajes como Nm 5,7 y Mt 25,2, implican la idea de la responsabilidad humana. El número cinco y sus múltiplos ocupan un lugar prominente en las medidas y la distribución de aquellas partes del tabernáculo y el templo que expresan responsabilidad humana y testimonio ante los hombres.
En el caso del número 6, se puede mencionar que el hombre fue creado en el sexto día de la creación, por lo tanto está sellado con el número seis. Seis días son dados al hombre para que trabaje y seis es el número estampado en todas las cosas que están conectadas con las actividades humanas. Las frecuentes referencias a seis días de trabajo muestran lo incompleto de la obra humana, que jamás podrá alcanzar un resultado pleno y definitivo.
Puesto que seis es siete menos uno, y el siete es el número de la perfección, el seis tiene que ver con el hombre, e implica la idea de su imperfección. Este es el número del hombre sin Dios. Las seis tinajas de piedra llenas de agua (Jn 2,6) hablaban de la imperfección del hombre y la incapacidad de sus normas para producir bendición. De manera que el seis indica la limitación del hombre: lo mejor que él puede hacer sin Dios.
Es constante en la escritura el uso del número siete. Juan lo usa en el Apocalipsis, no menos de 50 veces. En la Biblia , este número, hace referencia a lo completo y lo perfecto. En la creación. Dios reposó de su obra el día séptimo: el sábado o día de reposo. La palabra siete viene en hebreo de una raíz que significa “estar completo, satisfecho, tener suficiente” y da la idea de perfección o plenitud, ya sea de lo bueno o de lo malo. Pablo enumera siete dones y siete unidades asociadas con la verdadera iglesia:
Conforme a la gracia que Dios nos ha dado, todos tenemos aptitudes diferentes. El que tiene el don de la profecía, que lo ejerza según la medida de la fe. El que tiene el don del ministerio, que sirva. El que tiene el don de enseñar, que enseñe. El que tiene el don de exhortación, que exhorte. El que comparte sus bienes, que dé con sencillez. El que preside la comunidad, que lo haga con solicitud. El que practica misericordia, que lo haga con alegría (Rm 12,6-8); Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que ustedes han sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Hay un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, lo penetra todo y está en todos (Ef 4,4-6).
Había siete fiestas de Jehová (Lv 23). En el Apocalipsis se usa el número siete para contar: los siete espíritus de Dios (las perfecciones de la divinidad), los siete candeleros de oro (la perfección de la luz y la verdad y del testimonio dado por Cristo), las siete estrellas (la perfección en el gobierno y la supervisión), las siete lámparas (la perfección en la iluminación del Espíritu), los siete sellos (la perfección de seguridad y autoridad), los siete cuernos (la perfección del poder divino), los siete ojos (la perfección del discernimiento), las siete trompetas (la perfección de jurisdicción), los siete truenos (la perfección del juicio), las siete plagas (la perfección de la ira divina), las siete copas (la perfección de la destrucción), los siete montes (la perfección del poder terrenal), los siete reyes (la perfección de la realeza terrenal).
El origen del número ocho en el mundo hebreo hace referencia a la idea de superabundancia. Viene de una raíz que significa engordar. Este número representa la resurrección. El ocho también es símbolo de la eternidad y de una nueva época: «Abraham circuncidó a su hijo Isaac a los ocho días, como Dios se lo había ordenado» (Gn 21,4); «Al octavo día, presentará todo esto al sacerdote, para su purificación, a la entrada de la Carpa del Encuentro, delante del Señor» (Lv 14,23); «A los que se resistieron a creer cuando Dios esperaba pacientemente, en los días en que Noé construía el arca. En ella, unos pocos –ocho en total– se salvaron a través del agua» (1Pe 3,20); «Tampoco perdonó al mundo antiguo, sino que desencadenó el diluvio sobre una tierra poblada de impíos, preservando sólo a ocho personas, entre ellas a Noé, el heraldo de la justicia» (2Pe 2,5).
Como mencione anteriormente, el número diez es símbolo de totalidad. El cinco indica nuestra responsabilidad hacia los hombres, y dos veces cinco mide nuestra responsabilidad hacia Dios, como se comprueba por el uso del diez en muchas partes del tabernáculo. La misma idea existe en los diez mandamientos. Las caídas de Israel en el desierto se dice que fueron diez. Este fue el número de veces que el pueblo tentó a Dios: «Ninguno de los hombres que vieron mi gloria y los prodigios que realicé en Egipto y en el desierto, ninguno de los que ya me han puesto a prueba diez veces y no me han obedecido, verá la tierra que prometí a sus padres con un juramento; no la verá ninguno de los que me han despreciado» (Nm 14,22-23). El Faraón endureció su corazón diez veces y experimentó el juicio de las diez plagas. El diez significa la perfección del orden divino: no falta nada; el cielo está completo y terminado. Así en los diez mandamientos encontramos la revelación completa de las exigencias de Dios sobre el hombre.
El número doce aparece más de 400 veces en toda la Biblia. Dios lo escogió para expresar la administración perfecta del gobierno divino en el mundo, Israel y la Iglesia (Mt 19,28; Ap 21,12-21). A la edad de doce años, Jesús anunció públicamente su misión (Lc 2,42). Doce legiones de ángeles eran señal de la perfección de los poderes angélicos (Mt 26,53). Doce eran las tribus de Israel, doce eran los panes de la proposición (Lv 24,5). Doce eran las fuentes de agua (Ex 15,27). Doce eran las piedras preciosas del pectoral (Ex 28,21). Doce los patriarcas (Hch 7,8). Doce los bueyes (1 Re 7,25). Doce las puertas de la ciudad (Ez 48,31-34).
En el Apocalipsis este número aparece unas 20 veces: doce estrellas (12,1); Los doce ángeles (21,12), que representan a la jerarquía del cielo; doce tribus que representan a Israel como nación (21, 12), doce fundamentos que representan la fe (21,14), doce apóstoles, que representan a la Iglesia de Cristo (21,14), doce frutos, que representan la bondadosa provisión del cielo (22,2), doce puertas que representan la libertad para entrar (21,12;21), doce perlas, que representan la gloria de la ciudad (21,21).
A veces se utilizan los múltiplos de doce, por ejemplo: doce mil estadios (21,16), las dimensiones de la nueva ciudad; y doce mil sellados (7,5-8): doce mil de cada tribu; ciento cuarenta y cuatro mil en total; veinticuatro es dos veces doce y significa la plenitud de autoridad y representación; Los veinticuatro Ancianos (4,4), son los representantes de la luz y la gracia; los veinticuatro tronos (4,4; 11,16) representan el lugar de poder y de juicio.
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