domingo, 26 de diciembre de 2010

LA PILA DEL AGUA BENDITA


El Agua Bendita está colocada en el del ingreso del templo para recordar que a la casa de Dios no se entra:  

Come nella bottega di un commerciante. L´area che una chiesa delimita è uno spazio sacro, e d´altro canto è questo il senso etimologico dei termini templum – in latino – e temenos – in greco -, entrambi derivanti da una radice comune che significa “tagliare”, “separare”. Il recinto del tempio delimita e separa nettamente dall´ambito profano, racchiudendo un ambiente sacro riservato alla Divinità.


Entrando en la Iglesia nos encontramos inmediatamente con el Agua Santa. Su simbolismo asocia la idea de entrada en el templo material, símbolo de la comunidad cristiana, con el ingreso espiritual a dicha comunidad por medio del Bautismo. Nos evoca la idea de la purificación necesaria para la participación en el sacrificio. Nos recuerda la función del Bautismo como condición necesaria para poder participar en los otros sacramentos. Este ambiente ayuda a prepararse espiritualmente y psicológicamente antes de entrar al espacio de la comunidad.
El agua recuerda nuestro Bautismo. El Bautismo purifica el alma del pecado y nos da la dignidad de Hijos de Dios y de templos del Espíritu Santo, nos asocia a la obra redentora del Salvador y nos abre las puertas de acceso a la Iglesia, comunidad de los seguidores de Cristo. El Agua Santa a la entrada del templo, invita a purificarse para participar con corazón limpio en los santos misterios que se celebran en la capilla y a ejercer en ella la vocación sacerdotal, adorando al Padre en espíritu y verdad (Jn 4,23) y, a la salida, le pedirá que sea testigo de Cristo, que ejerza su vocación profética, anunciando el Evangelio (Mt 28,19-20) y su vocación real, sirviendo a los hermanos (Jn 13,13-15). 
Por el Bautismo, en nosotros, se da una transformación real, morimos al pecado, nos injertamos en Cristo Jesús de tal manera que vivimos de su misma vida. Por el Bautismo recibimos la gracia santificante que nos da vida, nos volvemos hijos de Dios y hermanos de Jesús y herederos del cielo. Por el Bautismo el hombre muere al hombre viejo; se desnuda de los vicios del hombre viejo, del hombre terreno, y se viste de las virtudes enseñadas por Cristo Jesús. Después de la consagración que hemos hecho por el Bautismo, somos todos de Jesucristo, por tanto, cada cristiano debería sentir como familiar el dicho del santo apóstol: «para mí la vida es Cristo», yo vivo para Jesucristo, vivo para su gloria, vivo para servirlo y vivo para amarlo. 
O Dios, por medio de los signos sacramentales, Tú obras con invisible potencia las maravillas de la salvación, y en muchos modos, a través del tiempo, has preparado el agua, tu creatura, para ser digna del Bautismo.
Desde el origen tu Espíritu se agitaba sobre las aguas, porque contenía en semilla la fuerza de santificar; y también en el diluvio has prefigurado el bautismo, porque, hoy como en aquel tiempo, el agua señalara el fin del pecado e inicio de la vida nueva.
Tú has librado de la esclavitud los hijos de Abraham, haciéndolos pasar ilesos a través del Mar Rojo, para que fueran imagen del futuro pueblo de los bautizados.
Y, en la plenitud de los tiempo, tu Hijo, bautizado por Juan en el agua del Jordán, fue consagrado por el Espíritu Santo; levantado sobre la cruz el derramo de su costado sangre y agua, y después de su resurrección mandó a sus discípulos: “vayan a anunciar el Evangelio a todos los pueblos, y bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”1.

1 Rito de Bendición del Agua Bendita durante la Misa de la Vigilia Pascual.

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