martes, 28 de diciembre de 2010

LA MEZQUITA DE FLORENCIA


Florencia fue la ciudad cuna del Renacimiento. Denominada en su momento la nueva Atenas, entre sus muros habitaron los arquitectos que recuperaron el legado de roma para las artes y las ciencias e iniciaron una era de luz y progreso en Occidente que llega hasta hoy. Con el tiempo el poderío de Florencia fue decayendo y pasó de ser capital del otrora poderoso Gran Ducado de Toscana a ser una ciudad de provincias dentro de la unificada Italia. La lenta recuperación durante el siglo XX y la inmigración que esta ha llevado pareja ha provocado, además un crecimiento de dudoso gusto, una afluencia de inmigrantes musulmanes, que en 2010 alcanzan la cantidad de 30000. Como es habitual en estos casos, cuando la comunidad musulmana alcanza cierto peso demográfico, empieza a exigir espacios propios para el desarrollo de su culto. La ciudad del Arno no podía ser una excepción y a principios de Septiembre de 2010 el imán de Florencia, Izzedin Elzir, presentó al Ayuntamiento un proyecto del arquitecto David Napolitano para una mezquita que todavía no tiene un solar concreto en el que materializarse.


Al ser este un blog de arquitectura, no vamos a entrar en valoraciones sobre el progresivo avance del islam en la Europa Cristiana. Los florentinos pueden seguir el ejemplo de Suiza o de Sevilla para impedir la construcción de la mezquita si con ello consideran vulneradas sus libertades como sociedad de raíz cristiana y/o verdaderamente laica. Pero sin embargo la ciudadanía ha recibido con buenos ojos esta propuesta. Un vistazo rápido a las infografías presentadas por el arquitecto puede arrojar un poco de luz al respecto.

El primer elemento que llama la atención es la fachada del patio interior, dividida en siete vanos que es una adaptación en orden toscano de la fachada de la Iglesia de Santa María Novella de Florencia (que presenta elementos de los órdenes corintio y compuesto), proyectada por el arquitecto León Bautista Alberti hacia 1450 y finalizada en 1470. Con esta Iglesia Alberti logra armonizar la tradición constructiva florentina de fachadas bicolores, representada por la iglesia de San Miniato al Monte, además de dar toda una lección sobre intervenciones en el Patrimonio a pesar del medio milenio que lo separa de los primeros intentos de proteger nuestro legado arquitectónico. No es el objetivo de este artículo describir y enunciar las virtudes de esta iglesia y sus aportaciones a la arquitectura renacentista, sino indicarla como punto de referencia e inspiración para la construcción de la mezquita florentina.

El patio porticado va precedido de una gran portada que sigue el mismo esquema de fachada bicolor que la interior. Además la tradicional combinación de mármol blanco de Carrara y el verde de Prato resulta adecuada para una mezquita ya que además de posibles analogías arquitectónicas, el verde es el color del Islam. Tal vez la trasposición literal del frontón de Santa María Novella a esta mezquita resulte un poco discordante con la tipología general, ya que este frontón es el resultado de la ingeniosa solución albertiana para unir partes de un edificio a diferentes alturas (se coloca un orden superpuesto donde aumente la altura y se une este cuerpo con el entablamento inferior mediante volutas); y una mezquita es tipológicamente un edificio se sección continua ya que los rezos no van dirigidos a un punto concreto, como es el altar en las iglesias cristianas, sino hacia un muro (quibla, ya que el mirhab sólo indica la posición de la quibla dentro de la mezquita) que indica la dirección a La Meca.

No poseemos imágenes del interior, pero probablemente tanto arquitecto como cliente hayan pensado en el interior de las iglesias florentinas. Interior que por otra parte también se presta a la tipología de mezquita. El único elemento que altera la horizontalidad de la composición son los dos minaretes que emulan el campanario de la catedral de Florencia, y que son los que mas ampollas sociales han levantado. Desde un punto de vista arquitectónico parecen un poco ajenos a la composición, si bien es una buena adaptación del campanile al minarete. El propio arquitecto y el imán que ha encargado el anteproyecto están de acuerdo en que es sólo un boceto inicial, que la presencia de los minaretes no es fundamental y que la aprobación del proyecto depende de la voluntad de los florentinos a aceptarlo.

En contra del proyecto está el partido de la Liga Norte, quien ha propuesto la convocatoria de un referéndum para decidir el futuro del proyecto, algo con lo que están de acuerdo las autoridades florentinas, ya que consideran que se trata de un proyecto que debe surgir de la concordia de todos los habitantes de la ciudad. A favor están la comunidad valdense (protestantes), el arzobispo Giuseppe Vetori y el concejal Ornella de Zordo, quienes apoyan la libertad de culto y la construcción eventual de lugares de culto para otras confesiones, siempre con la condición que sean los propios fieles quienes financien los costes. Entre la sociedad florentina ha habido cierta aceptación por lo que supone ver un edificio religioso que sigue los principios de la arquitectura clásica, prácticamente prescritos para obras de nueva planta desde la Segunda Guerra Mundial, y relegado en cualquier caso a un residual papel de investigación.

El arquitecto autor del proyecto, David Napolitano, también músico y poeta, dice sobre el proyecto: “si los minaretes inspirados en el campanario de Giotto pueden irritar a alguien, podemos discutirlo. No tengo ningún problema, se puede incluso eliminar del proyecto, pues no se trata de una prescripción coránica. Pero, ¿por qué no inspirarse en la tradición florentina de San Miniato y el Baptisterio para proyectar una mezquita? Yo soy un clasicista convencido. Creo que fue un error eliminar la tradición de la arquitectura sacra contemporánea. Mi propuesta es similar a la arquitectura de Alberti, ya que respeta los principios de la arquitectura clásica renacentista: reglas matemáticas pitagóricas que coinciden con la música. ¿Qué materiales utiliza? El mármol verde de Prato, el mármo blanco de Carrara, piedra fuerte... Pero ¿dónde y cuándo se podrá hacer? No tengo la respuesta porque toca a la ciudad de Florencia decidir. Ni siquiera puedo comentar sobre el volumen y la altura por la misma razón.

Realmente significativas son las declaraciones de Paolo Portoghesi, arquitecto moderno autor de la mezquita de Roma, la mayor de Europa: “construir edificios como estos es una condición previa para la paz y la integración. Y eso asusta a muchas personas que expresan puntos de vista extremistas. ¿Sobre que el proyecto sea clásico? Italia ha enseñado durante años el gusto de realizar intervenciones modernas pero en comunión con la tradición. Entonces vino el estruendo de los arquitectos estrella que empañaron este esfuerzo. Ahora parece que los jóvenes están volviendo a un enfoque cultural que tenga en cuenta las características, materiales, sabor local... ¿Que se cita a Alberti? Parece una buena señal, después de todo el ruido y divismo que han acabado con todos los estilos”.

Más allá de las consideraciones políticas y sociales, resulta significativo que se plantee públicamente un proyecto clásico, que arquitecto y cliente se muestren dispuestos a un diálogo para conseguir un proyecto plenamente integrado en la ciudad, que haya sectores católicos que alaben el proyecto y aboguen por el resurgimiento de una tradición clásica para la arquitectura religiosa católica y que uno de los representantes de los estertores del Movimiento Moderno y el surgimiento la Posmodernidad, alabe la necesidad de proyectos similares tras la embriaguez del efecto Bilbao y la burbuja inmobiliaria.

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