En la antigüedad las aclamaciones eran los
gritos con los cuales las personas, generalmente reunidas en asamblea,
manifestaban su aprobación por una cosa o por alguien. En la antigua Roma se
llamaba aclamación la ceremonia decretada al general vencedor, y después, la
elección del emperador por parte de las tropas, a vivo voz y sin recurso al
voto. Este uso permaneció hasta hace poco tiempo, también como forma de
elección del Romano Pontífice.
Las aclamaciones litúrgicas son, en cambio,
breves formulas reservadas a la asamblea
para responder a las oraciones, a las lecturas, a la moniciones durante
los sacros misterios. Al saludo del sacerdote: “El Señor esté con ustedes”, se
responde con la aclamación: “y con tu espíritu”.
La aclamación “Amen”, era ya usada en la
sinagoga, para expresar la propia aprobación a la oración solemne (Justino, I
Apol. 65, 3-4) y a la eucaristía. Esta es una de las pocas palabras del hebreo
que no han sufrido cambios, por la excepcionalidad de la frecuencia sobre la
boca del Salvador (28 veces en Mt, y duplicada 26 veces en Jn); su raíz del
verbo aman, la relaciona al verbo “reforzar” o “confirmar”. En la LXX es
traducida como genoito, y en la vulgata como Fiat. El Talmud afirma que Amen no
se usaba en el templo, sino solo en la sinagoga. Su uso en la liturgia es explícito
en I Cor 14,16.
La Didaje,
hace referencia al Amen una sola vez y en relación con maranatha, como una especie de jaculatoria de la asamblea.
La oración de San Policarpo, antes del
martirio, se concluye con el Amen. En la Constitución
Apostólica solo tres veces es claramente indicado el Amen de la asamblea,
después del Trisagion, después de la Oración de Intercesión, y al momento de
recibir la Eucaristía. Serapión testimonia que en el siglo IV, todas las
oraciones de la anáfora concluían con el Amen.
La Congregación de los Ritos (n. 3014, 9
Giugno 1853) la ha inexplicablemente cancelada de la formula bautismal,
mientras permanece en Oriente.
El valor numérico de las letras griegas del
Amen es de 99: A=1; M=40; E=8; N=50.
En la liturgia romana se usa el Aleluya (cf
Ap 19,1-6) como aclamación que precede la lectura del Evangelio (exceptuando en
la cuaresma).
“Demos gracias a Dios” y “Gloria a Ti Señor
Jesús” son aclamaciones que realiza la asamblea luego de escuchar la lectura de
la Palabra de Dios. “Demos gracias a Dios” es de origen benedictino.
Generalmente cuando el portero recibía una huésped, lo hacía recitando esta
expresión. “gloria a Ti Señor Jesús” es de origen galicana y se inspira a las
liturgias orientales.
El Sanctus es un canto, pero puede ser
considerado una aclamación que cierra el prefacio y anticipa la proclamación de
la gloria de Dios con los ángeles. La parte exclamatoria es “Hosanna in exclesis”, que precede y
sigue el versículo del “Bendito sea el que viene”, agregado en tiempos de
Cesario. La Constitutiones Apostolorum
(VIII, 13) lo ponen en la comunión.
Aclamaciones reciente han sido agregadas después de
la institución eucarística en el canon romano y en los otros formularios para
la celebración de la Santa Misa.
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