El misterio eucarístico es el centro de la fe, como se ha dicho, porque contiene
el misterio pascual, kerigma fundamental de nuestra salvación: el misterio de
Cristo salvador y la confesión de nuestra salvación.
Es el centro del culto cristiano porque la Eucaristía es el
momento central de la vida de la Iglesia, fuente y culmen de su experiencia,
como expresa bien la Constitución SC 10.
Es el centro de la vida porque de la celebración eucarística,
fuente y culmen de la vida de la Iglesia, manan los dones de la gracia y nacen
compromisos precisos de vida personal, comunitaria y social.
La consideración plenaria del misterio nos permite
explicitar, con la teología clásica, los tres aspectos de la
Eucaristía:
•
«sacramentum»: y, por consiguiente, el sacrificio eucarístico en sus
componentes, el pan y el vino transformados en el cuerpo y en la sangre del
Señor;
•
«res et sacramentum»: la celebración misma con toda su riqueza de
contenidos;
•
«res sacramenti»: la gracia sacramental de comunión con Cristo y con la
Iglesia que lleva a desarrollarse en una existencia, en un compromiso de vida
eucarística en la Iglesia y en el mundo.
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