El edificio-iglesia, aun sin la presencia física de
los fieles, está lleno del Espíritu de Cristo, el Espíritu que guía y ayuda a testimoniar
la esperanza y el gozo anunciados al mundo. El edificio iglesia es un continuo
interrogante para quien recorre las calles de un barrio, es una invitación a la
participación, es el lugar donde la comunidad aprende, a la luz de la palabra de
Dios, a vivir la comunión y a rechazar las rivalidades, la indiferencia y el
individualismo de la sociedad. Es un signo pedagógico, un instrumento de
conocimiento del mensaje. En la Jerusalén mesiánica, descrita en el Apocalipsis
de san Juan, leemos: "...la ciudad está rodeada por un muro grande y alto con
doce puertas..., al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al mediodía
tres puertas, al occidente tres puertas..." (Ap 21,12-13). Es una ciudad abierta
a todos, si bien es el bautismo el único título de pertenencia a la misma.
De E. Abruzzini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas
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