La tarea actual en el campo de la arquitectura sagrada
nace y se incrementa bajo el impulso de complejos
y múltiples factores, más evidentes dentro de la iglesia merced a la evolución
a que dieran lugar las orientaciones concretas del Vat. II. Tal impulso a la
renovación o, más concretamente, a la refundación de la arquitectura religiosa
se expresa a través de dos cauces principales e interdependientes; uno interno
a la iglesia, el otro externo.
FACTORES EXTERNOS.
Entre los principales factores externos figura el
acelerado crecimiento de la concentración urbana: ésta exigió la predisposición
y aplicación de instrumentos de programación y de control del desarrollo que,
como expresión de un mundo secularizado, están evidentemente condicionados por
influencias teóricas y por comportamientos colectivos con sus claras valencias
de orden cultural, social y económico. Los fenómenos de incomunicabilidad, de
soledad de violencia, de droga, de alcoholismo, cada vez más en auge dentro de
nuestras ciudades, se han agravado indudablemente con la elección uso de
estructuras preferentemente ideadas y realizadas por una humanidad considerada
como objeto de atenciones productivistas y utilitarias, mas no como sujeto de historia
provisto de instrumentos con los que perseguir unos fines según su propia y
exclusiva medida.
FACTORES INTERNOS.
Durante demasiado tiempo, y salvo raras excepciones,
la iglesia no participó en el proceso de formación de la ciudad. Mas, superando
gradualmente tal alejamiento de la historia, observamos cómo, bajo el
magisterio eclesiástico, la actitud suspicaz o explícitamente condenatoria del
arte contemporáneo durante casi un siglo y medio se ha venido transformando, en
conformidad con la tradición, en una búsqueda de colaboración y de diálogo.
El desconcierto y las consiguientes dificultades que
despertara el vuelco que dio la iglesia a mediados de este siglo constituían la
obligada herencia de relaciones jerárquicas que se habían querido imponer en el
ámbito del hecho histórico: de ahí el desequilibrado juicio sobre el arte
moderno y sobre los artistas, atados estos últimos sin cesar a la observancia de
normas ajenas a la experiencia artística, más que introducidos en la
"cámara secreta donde los misterios de Dios hacen saltar de gozo y de
embriaguez" para permitirles expresar la infinita belleza del Creador.
Con esta actitud viene, además, a coincidir un
desinterés hacia el edificio sagrado por parte del arquitecto, más seducido por
nuevas técnicas, por nuevas atractivas funciones, por el descubrimiento del
espacio activo, que por el congelado historicismo y romanticismo de la
iglesia del s. XIX y parte del XX. El edificio sagrado que, desde Constantino
en adelante, había significado para el mundo cristiano la obra con que se
expresaran los más elevados productos del genio humano, no constituye ya el
principal polo de referencia de una instalación humana, ni como centro de real
atención de una comunidad creyente, ni como centro ideal de las ciudades
utópicas renacentistas. La confrontación y el diálogo con la ciudad se realiza ahora
entre la aceptación" incondicional de un mundo que se desarrolla al margen
de la iglesia, y hasta frecuentemente contra ella, y la tentativa de volver a
apropiarse de una supremacía que por lo demás era ya evidente en las
dimensiones, en la fuerza expresiva y en el valor artístico de los anteriores
edificios históricos.
Finalmente, a algunos les parecen sospechosas las
mejores proposiciones arquitectónicas posconciliares, simplistamente acusadas
de tecnicismo, de sociologismo, de adhesión a una dimensión completamente
terrena y que nada tendría de sacral. La dificultad principal con que ha tenido
que enfrentarse el clero, y no sólo él, consiste en no encontrar en los
edificios religiosos contemporáneos aquella unicidad de imagen que, a pesar de
los diferentes estilos, había caracterizado a la iglesia-edificio desde el s. IV
en adelante. La crisis de la construcción sagrada, si así la podemos denominar,
se vería claramente en el trabajo de toda la comunidad eclesial, en busca del
modo auténtico de ser hoy iglesia en el mundo.
De E. Abruzzini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas
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