El carácter horario de la LH se destaca
no sólo por el hecho de que cada uno de los oficios está escalonado a lo largo
del día, sino también por el contenido temático referido a las horas o a los
misterios de la salvación vinculados históricamente a ellas.
Las laudes son una oración estrechamente vinculada, por
tradición, ordenamiento explícito de la iglesia y contenido contextual, con el
tiempo que cierra la noche y abre el día. Es la voz de la esposa, la iglesia,
que se levanta para "cantar la alborada al esposo".
La tradición histórica más avisada, al acuñar el
nombre de laudes matutinas, oración de la mañana, pero sobre todo al
colocarlas cronológicamente en el momento de la aurora, ha querido caracterizar
este oficio inequívocamente como oración mañanera. La instrucción sobre la LH
dice: "Las laudes matutinas están dirigidas y ordenadas a santificar la
mañana, como salta a la vista en muchos de sus elementos" (OGLH 38).
Efectivamente, muchas fórmulas de las laudes se refieren a la mañana, a la
aurora, a la luz, a la salida del sol, al comienzo de la jornada. Se puede
comprobar en los himnos ordinarios, en muchos salmos, antífonas, versículos,
responsorios, invocaciones, oraciones y en el cántico Benedictus.
Las laudes matutinas evocan la resurrección de Cristo,
que se produjo al alba. Cantan a Cristo, sol naciente, luz que ilumina
al mundo y que viene a "visitarnos de lo alto" y a guiarnos en todas
las actividades de la jornada y en la peregrinación diurna.
Las laudes recuerdan también la creación (mañana del
cosmos) y el mandato que Dios dio al hombre de dominar el mundo junto con la orden
de plasmar, con su actividad libre e inteligente, la historia (mañana o génesis
de la humanidad).
Las laudes son un sacrijicium laudis también
porque son un ofrecimiento de primicias, dedicación a Dios Padre de la jornada
de trabajo, propósito de seguir una ruta precisa (la señalada por el
evangelio), voluntad de comerciar con el talento precioso del tiempo.
A la oración de laudes hay que reconocerle una acción
sacramental, en el sentido de que constituye una súplica de toda la iglesia
para pedir aquellos auxilios divinos que están en estrecha relación con su fin
de santificación horaria y su función conmemorativa de los misterios de salvación.
El espíritu característico de las laudes hay que
tenerlo siempre presente para darse cuenta de que, si se cambia su colocación
horaria precisarse desfigura su fisonomía característica y se lesiona su
sacramentalidad específica. La observación natural vale también para las
vísperas, las demás horas diurnas y las completas.
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