Si a lo largo de los trabajos del concilio
no se registran hechos particularmente relevantes a propósito de la plegaria
eucarística (la orientación prevalente ha sido la de no considerar el canon
entre "las partes de la misa" para las que se pueda prever el uso de
la lengua vernácula: cf SC 54), los años inmediatamente siguientes ven
abrirse un debate muy vivo y el comienzo de una serie de opciones de reforma de
notable amplitud.
Precisamente para poder captar todas las
dimensiones del problema, nos mantenemos atentos al sucederse de las diversas
etapas con las que la intervención de los organismos oficiales encargados de la
reforma se ha ido poco a poco manifestando.
Era inevitable que la progresiva actuación
de la reforma de la misa —el uso cada vez más amplio de la lengua nacional, en
particular— planteara también de modo explícito el problema pastoral del
canon. Se reconocían ciertamente en el texto antiguo y solemne de la anáfora
romana riquezas doctrinales y líneas de pensamiento de muy fecunda espiritualidad;
por otra parte, se manifestaba de modo cada vez más evidente que el canon
romano no tenía las características lineales y de claridad que facilitaran una
participación activa y consciente por parte de la asamblea. Cuando el problema
se planteó públicamente, prevaleció la opinión de quien desaconsejaba un retoque,
bastante consistente, en un texto tan venerable, y sugería más bien abrirse a
la posibilidad de tener nuevas plegarias eucarísticas junto al canon romano.
Pero el análisis de las intervenciones oficiales
que acompañaron a la publicación de tres nuevas plegarias eucarísticas en 1968
muestra que tal elección no está dictada primariamente por el intento de obviar
los límites del canon romano. La preocupación prioritaria era de signo positivo:
optando por una pluralidad de plegarias eucarísticas, se da mejor razón de un
dato significativo de la tradición antigua y se nos abre a la posibilidad de un
comentario más rico y articulado del significado del memorial pascual'".
Una precisión ulterior la tenemos cuando las nuevas plegarias eucarísticas se
publican como parte integrante del Missale Romanum. En la OGMR se
precisa, de hecho, con autoridad, cuál debe ser la fisonomía fundamental de la
plegaria eucarística y con qué estructura se debe articular (cf nn. 54-55): la
anáfora es esencialmente oración presidencial de acción de gracias y de
santificación, a la que el pueblo entero se asocia para proclamar las obras de
Dios y para ofrecer el sacrificio: los elementos principales que la
constituyen son la acción de gracias introductoria; la aclamación del sanctus;
la epíclesis de consagración y de comunión; la narración de la institución; la
anamnesis; el ofrecimiento; las intercesiones; la doxología final". De
este modo se codifican los elementos más importantes que las tradiciones de
Oriente y Occidente proponían.
Por lo demás, la voluntad de abrirse a
todo el dato de la tradición litúrgica queda manifiesta perfectamente —como se
documentará en los estudios a que haremos alusión dentro de poco— en el hecho de
que, como verdaderas fuentes de las tres nuevas plegarias eucarísticas, se
asumen primariamente la tradición romana (plegaria 11), la gálica y la
hispánica (plegaria 111), y la oriental (plegaria IV).
F.
Brovell
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