La LH, por su característica horaria, prolonga
en el tiempo la potencialidad santificadora que desencadena su desarrollo en la
eucaristía y en las demás acciones sacramentales.
De la eucaristía, la LH extiende, aunque sea de
modo diverso, la presencia de Cristo, la creatividad del misterio pascual, el
compromiso de la alianza que el orante está invitado a renovar especialmente en
varios salmos, la actitud oblativa, el sacrificio de alabanza, la adoración, la
intercesión, etc. (cf PO 5; OGLH 12).
Del bautismo, que ha dado origen a la nueva creatura,
la LH prolonga el canto nuevo en la alabanza y el compromiso del camino
en novedad de vida, de los que los salmos y otros textos, leídos en clave
cristiana, son estupenda expresión y continuo estímulo.
De la confirmación, la LH prorroga la
experiencia del Espíritu Santo, que enseña a orar; más aún, él mismo sostiene
la debilidad y la incapacidad del orante, al que proporciona también los textos
inspirados de la oración, como pueden ser los salmos.
La LH se mantiene en el movimiento de
conversión de la penitencia sacramental, particularmente con los salmos de
humilde confesión, con el acto penitencial de completas y con muchísimos otros
textos en que el orante reconoce las propias culpas y pide humildemente perdón a
Dios por ellas.
La LH es ejercicio del sacerdocio recibido por
los fieles en el bautismo, y particularmente del de los presbíteros y diáconos
recibido en el sacramento del orden. La oración, como en Cristo, también en el
cristiano es acción sacerdotal (SC 7; OGLH 13; 15).
Los esposos viven en la LH, que es voz de la
esposa al Esposo Cristo, su matrimonio como signo sacramental del amor entre Cristo
y la iglesia.
Como el amor entre Cristo y la iglesia se expresa
también en la oración que elevan juntamente al Padre celestial, así también el
amor mutuo de los esposos cristianos encuentra una fuerte manifestación, pero
también un potente estímulo, en la oración hecha en común. La LH les ayuda a
hacer cada vez más claro el signo sacramental entre Cristo y la iglesia con la
vida conyugal de perfecta entrega mutua y de fecundidad espiritual en los
hijos.
Los religiosos en la LH verifican un aspecto fundamental
de su consagración a Cristo; en efecto, la oración es comunión y donación a
Dios en Cristo. La consagración religiosa, además, es signo y anticipación de los
bienes eternos. Ahora la LH anticipa aquí, en la tierra, la alabanza eterna,
que es uno de los principales bienes de los elegidos. Las religiosas, esposas
de Cristo, personifican en la LH de modo especial a la iglesia, esposa
de Cristo que celebra al Esposo.
Así, toda la vida sacramental reverbera en el oficio
divino y empapa todas las horas a través de la alabanza y la contemplación, y
de esta manera santifica el tiempo precisamente porque santifica a las
personas, que son medida del tiempo y tiempo ellas mismas con su perdurar en el
ser. El que se hace dócil a la acción del Espíritu removiendo animosamente
todos los obstáculos y creando en sí las disposiciones idóneas, recibe por medio
de la LH una gran fuerza para poder escalar la santa montaña de la perfección.
0 comentarios:
Publicar un comentario