El Concilio Vaticano II, en continuidad con lo que siempre ha enseñado
la Iglesia, nos dice que la liturgia es el centro, fuente y culmen de la vida
de la Iglesia, y en modo especialísimo la Eucaristía. La liturgia es la fuente
donde el pueblo cristiano se alimenta para testimoniar el Evangelio y la cumbre
a la cual tiende la actividad de la Iglesia. Es en la liturgia donde los hijos
de Dios, por la fe y el bautismo, ejercitan su sacerdocio, alabando a Dios,
participando del sacrificio y alimentándose de la cena del Señor.
La liturgia es la acción pública de la Iglesia de la cual mana hacia
nosotros la gracia y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de
los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás
obras de la Iglesia tienden como a su fin.
El camino que propongo para realizar la síntesis del tema, es partir de
la definición que Cipriano
Vagaggini nos da de la liturgia, y de este modo tratar de lograr una exposición
lógica, ordenada y completa de las diversas partes que componen la materia del
curso. Partimos de la liturgia como ámbito privilegiado de la celebración
sacramental.
Vagaggini,
invitado como experto al Concilio y uno de los principales redactores de la Sacrosanctum
Concilium, define la liturgia como: «el conjunto de signos sensibles de
cosas sagradas, espirituales, invisibles, instituidos por Cristo o por la
Iglesia, eficaces, cada uno a su modo, de aquello que significan y por los
cuales Dios, por medio de Cristo, cabeza de la Iglesia y sacerdote, en la
presencia del Espíritu Santo, santifica a la Iglesia, y la Iglesia, en
presencia del Espíritu Santo, uniéndose a Cristo, su cabeza y sacerdote, por su
medio rinde como cuerpo culto a Dios».
«Es
un conjunto de signos sensible»
Dios crea
al hombre como una creatura racional para poder establecer con él una relación
particular de intimidad. El diálogo entre Dios y el hombre es posible porque
Dios elige para comunicarse un lenguaje accesible a la naturaleza humana. El hombre
por su realidad corporal y espiritual tiene una naturaleza simbólica y vive y
se comunica simbólicamente. Por esto el modo sacramental, es la manera
ordinaria por medio de la cual Dios se comunica y ofrece su salvación a los
hombres. Es esta realidad sacramental que permite el encuentro entre Dios y el
hombre, en ella la voluntad salvífica de Dios y la naturaleza simbólica del
hombre se encuentran.
En la
teología sacramental el concepto de símbolo es muy cercano al concepto de
signo, por esto son intercambiables entre sí. El signo es una cosa que reenvía
a un significado invisible del cual forma parte. El símbolo significa poner una
cosa en relación. El símbolo es parte de aquella realidad que al mismo tiempo
vela y revela. La teología y el rito cristiano hacen uso del símbolo, para
poder hablar de Dios, y comunicar su gracia. El sacramento es una realidad
visible que distinta de nosotros mismo y de la realidad de simboliza, nos la
representa inmediatamente, nos revela el misterio, en virtud de la semejanza y
de algún modo por la participación de la misma realidad simbolizada.
La creación
es en sí misma una realidad sacramental. Dios se comunica por medio de la
creación, en cuanto que la creación es obra suya, es palabra y signo para el
hombre que es capaz de leer en ella la obra de su Creador. La realidad tiene
una función mediadora, cuyo fin es conducirnos a Dios. «Dios, el cual crea y
conserva todas las cosas por medio del Verbo, ofrece a los hombres y a las
cosas creadas una perenne testimonio de sí» (DV 3). La palabra de la creación
es dirigida al hombre, porque es el único que puede desvelar el sentido oculto
escrito en las cosas. El hombre puede escuchar el mensaje de la creación por
medio de su corporeidad. Puede reconocer la presencia de Dios en las cosas y en
las demás personas.
Santo Tomás
enseña que los sacramentos son necesarios para el hombre: A) porque tiene
necesidad de ser conducido por medio de cosas sensibles a las cosas
sobrenaturales. B) Porque por el pecado se hace esclavo de las cosas materiales
y necesita de una medicina. Dios con signos corpóreos da el remedio espiritual.
C) Porque la mayor parte de la actividad humana tiene funciones de orden
material. Por los sacramentos se le da al hombre algunas prácticas de orden
material a las cuales puede aplicarse santamente.
«De
cosas sagradas, espirituales, invisibles»
Es parte de
la pedagógica divina imprime en las cosas materiales y en los eventos
históricos la capacidad de comunicar realidades sobrenaturales, espirituales.
El sacramento como palabra expresa un
contenido de salvación. Realiza aquello que anuncia, manifiesta la fe, está
dinámicamente unida al signo como su finalización o necesaria comunicación, es
símbolo-sacramental porque es símbolo que realiza.
El sacramento como signo es el
elemento externo sensible como constitutivo del sacramento. El sacramento es
visualización externa del don interno de la gracia. El carácter de signo
sensible de los sacramentos contiene características que lo especifican
respecto a un signo externo: A) Hay continuidad con los signos que Dios utiliza
para realizar la salvación; B) El signo sacramental no es solo compuesto de un
material sensible, sino de la totalidad de los elementos de la acción
litúrgica; C) Son acciones por las cuales Dios realiza la salvación.
El pueblo
de Israel recibe de Dios signos y símbolos distintivos que caracterizan su
litúrgica: son signos de la Alianza, símbolos de las grandes obras realizadas
por Dios para su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua Alianza
encontramos la circuncisión, la unción y la consagración de los reyes y
sacerdotes, la imposición de las manos, los sacrificios y la Pascua. En estos
signos la Iglesia reconoce la prefiguración de los sacramentos de la Nueva
Alianza.
Las celebraciones
en el pueblo de Israel, son memorial, de las intervenciones salvíficas de Dios
en la historia. En estos ritos los signos y símbolos envían hacia la realidad
sobrenatural que los originan. En el Nuevo testamento estos signos sacros se
llaman sacramentos, y tienen un significado nuevo, porque en ellos se actúa y
se cumple aquello que había sido prometido, son símbolo-realidad.
El primer símbolo-realidad del NT es Cristo mismo, en
cuanto sacramento de la realidad eterna, que es la relación de amor de Dios
para el hombre. Cristo es el misterio de Dios, en él se hace presente y se
revela el diseño eterno del amor de Dios, que quiere la salvación de los
hombres. Todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio. A través de su gestos, sus milagros, sus palabras ha
sido revelado que en el habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (cf.
Col 2,9). En tal modo, su humanidad,
aparece como el “sacramento”, es decir, el signo y el instrumento de su
divinidad y de la salvación que él trae:
aquello que era visible en su vida terrena conduce al Misterio invisible de su
filiación divina y de su misión redentora (cf. CIC 515).
La consumación del
sacrificio de Cristo en la cruz es el signo fundamental de la misión de Cristo.
La muerte de Cristo abre a todos la posibilidad de participar de la unión con
Dios, por medio de los signos o sacramentos de la nueva alianza. Todos los
sacramentos giran en torno a la Eucaristía y están en función de la
participación del sacrificio pascual de Cristo. «Las palabras y las acciones de
Jesús en el tiempo de su vida oculta y de su ministerio público era ya
salvíficas. Ellas anticipan la potencia de su Misterio pascual. Anunciaban y
preparaban aquello que él iba a donar a la Iglesia cuando todo estuviera cumplido.
Los misterios de la vida de Cristo constituyen los fundamentos de aquello que
ahora, Cristo dispensa en los sacramentos mediante los ministros de su Iglesia,
porque “aquello que era visible en nuestro salvador ha pasado a sus ministros” (S. Leon Magno, Serm. 74,2)» (cf. CIC 1115).
La Iglesia es el signo-instrumento que hace posible la gracia
de redención que viene del encuentro con Cristo. La Iglesia es la prolongación
terrena del sacramento original que es el cuerpo de Cristo glorificado. Por
medio de los sacramentos el don escatológico de Cristo resucitado se hace
presente e históricamente visible.
Para San
Agustín,
sacramento, es un rito sacro, un signo santo, un signo visible de cosas
divinas, en la cual se muestran realidades invisibles. Podemos sintetizar su
doctrina en cuatro puntos: A) Extiende el vocablo sacramento a todos los signos
sacros, a toda la realidad visible que, por institución divina, conduce el
espíritu a las cosas invisibles. También lo usa para indicar los ritos de la
Iglesia, por medio de los cuales el creyente obtiene la gracia y la salvación.
B) Todos los sacramentos significan Cristo, porque la cosa indicada es siempre
Cristo y su acción salvífica. C) Los sacramentos significan y producen la
salvación. D) Producen su efecto salvífico gracias a la palabra de la formula
sacramental. Es necesario creer, para ser purificados y salvados. Aplica la
noción de sacramento al bautismo, la eucaristía, el sacerdocio. Para los otros
sacramentos habla de unción, de un rito de reconciliación y del sacramento de
los enfermos, pero no los designa con el nombre de sacramento en el sentido de
rito santificador.
Los efectos principales de los
sacramentos son dos: la gracia y el carácter. Los sacramentos son causa
instrumental productiva de la gracia. Esta gracia es un don que perfecciona la
esencia del alma, en cuanto le comunica una cierta semejanza con el ser divino.
La gracia sacramental agrega una determinada ayuda divina a la gracia habitual,
a la virtud infusa y a los dones del Espíritu Santo. El segundo efecto es el
carácter. Todos los que están destinados a un trabajo específico asumen
ordinariamente un signo definitivo. El carácter pertenece al alma como una
capacidad o poder sobre las cosas que son propias del culto divino. El carácter
es indeleble, porque es participación del sacerdocio de Cristo, que es
sacerdote eterno, y porque se imprime en las potencias espirituales del alma,
que son incorruptibles. La recepción del carácter no depende de la fe del
sujeto. Tres son los sacramentos que imprimen carácter (Bautismo, Confirmación,
Orden). El carácter es un signo espiritual indeleble, que impide su
reiteración.
Los sacramentos son causa
instrumental que actualizan el misterio salvífico de la Pascua. Refiere la
causalidad de los sacramento a la acción de Dios. La causa eficiente principal
de los sacramentos es Dios; la causa eficiente instrumental es la humanidad de
Cristo y en dependencia de ella el ministro humano y los sacramentos. Solo Dios
instituye los sacramentos. Dios, por medio de Cristo y en el Espíritu Santo,
produce en los sacramentos, una fuerza sobrenatural, que a su vez produce la
gracia en el sujeto. Los signos visibles de los sacramentos son elevados por
Dios para producir un efecto superior: la gracia.
«Instituidos
por Cristo o por la Iglesia»
Trento defiende
la institución de los sacramentos por Cristo. Enseña que la Iglesia no puede
cambiar la sustancia de los sacramentos. No especifica si la sustancia incluye
la materia y la forma. Pio XII aclara diciendo que la sustancia es aquello que
según las fuentes de la revelación Cristo mismo ha establecido como inmutable
en el signo sacramental. Institución se define como anexar a cosas sensibles el
poder de significar y de producir la gracia.
Santo Tomás se centra en el efecto interior obrado por
el sacramento. El efecto hace referencia a una causa. El efecto es la gracia,
por esto la causa debe ser Dios, o Cristo en cuanto Dios. Los hombres pueden
establecer signos religiosos, solo Dios puede anexar la gracia. Para doctor
angélico la institución se extiende a los elementos materiales. Estos elementos
materiales se fundan sobre una cierta actitud de las cosas a significar efectos
espirituales, actitudes que son especificadas por la institución divina, la
cual hace de la misma actitud un medio para explicitar mejor el significado de
los sacramentos. La institución debe entenderse como el acto con el cual
Cristo, realizador de la salvación, da plenitud y realidad a los signos
preexistentes y ya en relación con la historia de la salvación.
«Eficaces»
Los sacramentos
cristianos se diferencias de los del AT en el contenido. Los sacramentos son
necesarios para la salvación. La justificación no se puede recibir por la sola
fe. Los sacramentos contienen la gracia que significan y la confieren siempre a
quien a ella no pone obstáculo. Los sacramentos confieren la gracia ex opere operato.
La eficacia
depende de la voluntad de Dios, que obra por medio de las acciones
sacramentales. Santo Tomás explica la eficacia con la causalidad eficiente
instrumental física. Dios pone en el
sacramento, por su potencia obediencial, una virtud tal que el sacramento
produce la gracia en el alma del sujeto (sacramento causa y no condición de
nuestra justificación).
«Cada
uno a su modo»
Santo Tomás
enseña que hay una analogía entre la vida espiritual y la vida del cuerpo: en
la vida física son dos las perfecciones que el hombre debe alcanzar: una en
relación a la propia persona, la otra en relación a la sociedad. Los primeros 5
sacramentos están orientados a la vida individual, mientras que el orden y el
matrimonio están orientados a la vida social. Los sacramentos son remedios
contra las miserias del pecado: A) El Bautismo
contra la ausencia de vida espiritual; B) La Confirmación contra la debilidad espiritual; C) La Eucaristía contra la labilidad del
ánimo; D) La Penitencia contra el
pecado actual; E) La Unción, contra
las escorias del pecado; F) El Orden contra
la disolución de la comunidad; G) El Matrimonio
contra la concupiscencia personal y contra el vacío de la muerte.
Desde el
inicio se distinguen en los sacramentos un aspecto externo (signo) y otro
interno (gracia). Los sacramentos se diferencian por el signo externo y por el
tipo de gracia que confieren. La Escolástica distingue en el sacramentos la
materia-elemento de la forma-palabra. La forma específica la materia que en si
es indeterminada. El sacramento resulta de una acción por si misma
indeterminada, capaz de tener más significados, y de palabras que la determinan.
Los dos constituyen una unidad extrínseca o moral. El fundamento último es
Cristo, en el cual se encuentra unido la Palabra divina y la naturaleza humana.
También hacen la distinción entre materia remota (sustancia material) y próxima
(aplicación sacramental).
«Por los cuales Dios (el Padre por apropiación), por
medio de Cristo, cabeza de la Iglesia y sacerdote, en la presencia del Espíritu
Santo»
La liturgia es obra del Cristo total, es decir, Cristo
y la Iglesia. La asamblea reunida es el signo vivo de la presencia de Cristo en
su Iglesia. Cristo es el ministro principal porque solo su acción personal
produce la gracia. Cristo obra por medio de la Iglesia.
El ministro, que obra en la persona
de Cristo debe ser: idóneo (Implica
que el ministro sea distinto del sujeto y que tenga la capacidad de administrar
el sacramento); tener la intención (Obrar
en el nombre de Cristo y según su voluntad). La intención es el acto de la
voluntad por el cual se propone conseguir un determinado fin, usando los medios
convenientes o haciendo algo o omitiendo algo. Existen tres tipos de intención
subjetiva: actual (la intención del sacerdote de administrar el sacramento mientras
realiza el signo sacramental); virtual
(intención previa al a celebración, pero lo celebra distraídamente); habitual
(intención previa, pero no presente en el momento del sacramento). Puede ser
también: explícita, implícita o interpretativa.
Para que un sacramento sea válido se pide
la intención actual. La intención habitual explícita o implícita puede ser
suficiente para la validez de la recepción del sacramento. El contenido de la
intención debe ser la voluntad de hacer aquello que hace la Iglesia. El
ministro debe aplicar la materia y la forma al sujeto de modo que la acción
sacramental que resulta sea verdaderamente reconocible. Cristo y el Espíritu
Santo obran eficazmente en los sacramentos, pero es necesaria la fe y santidad
del ministro para una celebración plenamente digna.
«Santifica a la Iglesia»
Los sacramentos han sido instituidos
por Cristo para santificar su Iglesia, y santificándola a ella santifica a sus
miembros. Solo la persona humana puede recibir los sacramentos durante su vida
terrena. Y no todos pueden recibir todos los sacramentos, son necesarias
disposiciones objetivas y subjetivas. Para la validez es necesaria en el sujeto
la intención de recibirlo. Los adultos deben manifestar, con un acto libre de
la voluntad, el deseo de recibirlos. La atención no es necesaria para la
validez de parte del sujeto, dado que un acto humano procede de la intensión de
la voluntad y no de la atención del intelecto. Para la validez no es necesario
ni la fe ortodoxa, ni la disposición moral. Trento afirma que es necesaria la
ausencia de obstáculos para poder recibir la gracia. El obstáculo puede ser
físico (impide la existencia del sacramento o lo hace inválido) o moral (impide
el recibimiento de la gracia o lo hace ilícito).
La santificación es posible porque
los sacramentos transmiten la gracia. Tres elementos forman parte esencial de
los sacramentos: el signo o rito (sacramentum
tantum); la gracia interna (solo
efecto - res tantum); una realidad
intermedia (res et sacramentum).
El carácter sacramental es un signo indeleble que
funda una triple relación a Cristo, a la gracia y a la Iglesia. Es una
permanente presencia activa del Espíritu Santo, que configura con Cristo y da
al sujeto un ministerio y una misión al interno de la Iglesia. En la Eucaristía
la res et sacramentum es la presencia
real y sustancial de Cristo en las especies del pan y el vino. En el sujeto que
recibe la Eucaristía se da una configuración con Cristo y una incorporación a
la Iglesia como gracia. En el matrimonio la res
et sacramentum es el vínculo sacro entre los esposos, que es un vínculo
objetivo que reproduce y participa la alianza de Cristo y la Iglesia. En la
unción es la configuración del sujeto con el Cristo doliente, por la cual
recibe su misión en la Iglesia. En
la penitencia, para algunos, es la contrición perfecta, para otros, la
reconciliación con la Iglesia.
Existe una dimensión sensible del sacramento que
permanece después de la celebración como en la presencia real de Cristo en la
Eucaristía. En los demás sacramentos la res
et sacramentum permanece en el sujeto que ha recibido el sacramento a modo
de configuración con Cristo. Se puede decir por analogía que la dimensión
sensible del sacramento es el mismo sujeto que lo ha recibido, mientras
permanece en él el res et sacramentum.
El mismo sujeto hace posible que la res
et sacramentum recibida le transmita la gracia, y que esta gracia se
desarrolle en su vida.
Los sacramentos infunden la gracia santificante que es
distinta de la gracia instrumental. La gracia perfecciona la esencia del alma
comunicándole una cierta semejanza con el ser divino. La gracia actúa en las
potencias del alma en forma de perfecciones que se son virtudes y dones. Estas
completan la potencia misma en orden a los actos. Como las virtudes y los dones
agregan a la gracia en general un perfeccionamiento de las potencias en orden a
sus actos, así la gracia sacramental agrega, sea a la gracia en general, que a
las virtudes y a los dones, una específica ayuda divina, para conseguir el fin
del sacramento. Trento afirma la estrecha relación entre el sacramento y la
gracia. Mediante ellos la justicia inicia o aumenta, si ya ha iniciado, o es
recuperada, si ha sido perdida. El primer efecto del sacramento es la gracia
santificante que consiste en la íntima comunión de vida con Dios. Además de la
gracia habitual o santificante que es conferida por cada sacramento, el efecto
de cada uno de ellos sería aquel enriquecimiento de la gracia santificante,
producido por cada sacramento, que se llama gracia sacramental.
Cada sacramento tiene un fin diverso.
Por eso confiere una gracia especial y diversa. Los sacramentos contienen y
comunican la gracia que significan y significan efectos diversos. Si la gracia
sacramental no se distingue de la gracia santificante no habría diferencia
entre quien recibe los sacramentos y quien no lo recibe. La gracia sacramental es un habitus
particular distinto de la gracia santificante o habitual, intrínsecamente
perfeccionada, orientada y determinada en modo tal de hacer todo el organismo
sobrenatural del hombre idóneo para alcanzar el fin propio de cada sacramento.
La triple manera de producir la
gracia (comenzándola, acrecentándola o restaurando) no debe entenderse como un
doble gracia. Trento no distingue entre
gracia santificante y sacramental, habla solo de verdadera justicia como efecto
común de los sacramentos. No se puede excluir el aspecto sacramental de esta
gracia no especificada, sino dependiente de los sacramentos que es llamada
santificante. No existe gracia santificante que no sea sacramental, porque toda
gracia santificante refiere siempre a Cristo como sacramento de salvación. Una
persona se puede salvar sin los sacramentos, pero no sin Cristo. Así si cada
gracia santificante es sacramental no rige la distinción entre gracia
santificante y gracia sacramental.
El sacramento es el signo con el cual Cristo obra cada
vez de nuevo su misterio, y en cada sacramento no se recibe tanto un aumento de
la gracia, sino todo el misterio de Cristo, que se proyecta diversamente en los
diversos sacramentos. El sacramento es un intermedio que establece una relación
entre el sujeto y Cristo. La gracia santificante de los diversos sacramentos es
la misma única gracia, expresada en modos diversos. Cristo ha santificado la
humanidad toda, pero hace santos a los hombres gradualmente en la medida en que
crecen en santidad y sabiduría.
«Uniéndose
a Cristo, su cabeza y sacerdote, por su medio rinde como cuerpo culto a Dios»
En las celebraciones litúrgicas la alianza entre
Cristo y la Iglesia se manifiesta plenamente. En la liturgia la Iglesia se
demuestra como el verdadero templo del Espíritu Santo, donde los cristianos
adoran a Dios en espíritu y verdad. El fruto de la liturgia como culto de la
Iglesia es la edificación de la Iglesia, mediante los cristianos, como templo
de Dios para alabanza de su gloria.
La liturgia es una realidad cósmica por eso en la
liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en la liturgia celestial que se
celebra en la santa ciudad de Jerusalén,
hacia la cual nos dirigimos como peregrinos y donde Cristo está sentado a la diestra de Dios como ministro
del santuario y del tabernáculo
verdadero (cf. Ap 21,2; Col 3,1; Hb 8,2).
En la liturgia cantamos al Señor el
himno de gloria con todo el ejército celestial; aguardamos al Salvador, nuestro
Señor Jesucristo, hasta que se manifieste Él en nuestra vida, y nosotros nos
manifestemos también gloriosos con Él (cf Fil
3,20; Col 3,4).
En la liturgia, la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido
a su Cabeza, es quien celebra. Las acciones litúrgicas son celebraciones de toda
la Iglesia, que es sacramento de unidad, pueblo santo.
Toda acción litúrgica de la Iglesia, es una acción
sacerdotal y sacramental que tiene su origen en Jesucristo: A) La Iglesia es
una realidad cultual, es la asamblea del pueblo
de Dios que celebra la liturgia y da culto a Dios justamente en cuanto es el cuerpo de Cristo y por eso es
al mismo tiempo agente del culto y el
contenido del Culto; B) La Iglesia es una comunidad sacerdotal. El sacerdocio
del pueblo de Dios comprende tanto el
sacerdocio ministerial como el
sacerdocio real de los fieles y es al mismo tiempo visible (sacramental) y
espiritual (en espíritu y verdad).
La última
reforma litúrgica del Concilio Vaticano II profundiza en el aspecto comunitario
de toda celebración sacramental mediante el concepto de participación, que es
calificada con varios adjetivos: “consciente, activa y fructuosa” (SC 11) y “plena, activa y comunitaria” (SC 21). Para facilitar la participación
se propone que los textos y los ritos se ordenen de manera que expresen con
mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo
cristiano pueda comprenderlas con mayor facilidad (SC 21). Los criterios de fondo son: noble sencillez (evitando complicaciones ceremoniales y las
repeticiones innecesarias); claridad y
brevedad; comprensibilidad
(implica la claridad del signo y una catequesis oportuna); dimensión comunitaria (La celebración comunitaria con participación
de los fieles ha de preferirse siempre); dimensión
bíblica (abrir “con mayor amplitud los tesoros de la Biblia”); unidad y variedad (unidad sustancial (SC 37) sin una rígida uniformidad,
abierta a la inculturación).
La
participación activa busca favorecer el ejercicio del sacerdocio común, el cual
recibimos por medio del Bautismo y nos da la capacidad de unirnos a la oración
de Cristo y de rezar como miembro de su Cuerpo. La oración litúrgica es la
propiamente dicha oración del Cuerpo de Cristo (goza de una eficacia propia: ex opere operantis Ecclesiale).
La
celebración desde un punto de vista Antropológico es un fenómeno esencialmente social y comunitario y puede ser
definido como un medio de relación y encuentro. Toda celebración requiere: una
ocasión, una comunidad, un clima, y un ritual. La celebración crea una apertura
y provoca un acercamiento de las personas sobre la base de ideales e intereses
comunes. La celebración utiliza toda clase de elementos significativos y
convierte su significado transformándolos en comunicadores de un mensaje que
puede ser recordado y vivido en otras ocasiones. Toda verdadera celebración
tiene un elemento de espontaneidad y quiere ser algo vivo aun cuando sigue un
rito preestablecido. En el campo religioso la celebración polariza los
sentimientos y los principios de las personas hacia un determinado valor
trascendente o sagrado.
La palabra de Dios y la oración, son los elementos
fundamentales de la celebración. Sin ellas la celebración no puede subsistir
como celebración cristiana. Todos sacramentos tienen una liturgia de la palabra
y una estructura semejante a la de la misa. La lectura de la Escritura
constituye con el rito un acto único de culto. La lectura del Evangelio
constituye el punto culminante de la lectura de la palabra para la cual las
demás lecturas son preparativas. El texto profético del Antiguo Testamento
anuncia o prefigura la venida de Cristo y que son resumidos en forma lírica por
el salmo. La lectura de las Cartas y otros escritos del Nuevo Testamento
revelan las riquezas del Reino iniciado con Cristo.
La importancia de la Escritura deriva de la convicción
de la presencia especial del Señor en la proclamación litúrgica de la palabra.
En las Escrituras está el mensaje divino. Por medio de ella actúa el Espíritu
Santo. Es el mismo Cristo quien nos habla cuando se lee o proclama la Escritura
en la liturgia. Es signo de la presencia de Cristo en la asamblea, pues la
palabra está destinada no tanto al individuo, sino al pueblo de Dios congregado
en asamblea de oración por el Espíritu Santo. El puesto privilegiado de la palabra
de Dios es por el carácter dialógico de la liturgia donde Dios toma la
iniciativa de abrir un diálogo con los hombres.
La presencia de Cristo, en la liturgia, se extiende a
la homilía. Puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios, y
solamente en el nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo, Verbo
de Dios encarnado, se anuncia.
Las características de la oración litúrgica son: el Aspecto Trinitario (La oración
litúrgica es dirigida al Padre por medio de Cristo en la unidad del Espíritu
Santo); el Aspecto de memorial (Anamnesis
de las maravillas hechas por el Señor); el Aspecto
de petición (Reconocimiento de la radical dependencia de Dios); el Aspecto doxológico (bendición, alabanza
y acción de gracias); el Aspecto eclesial
comunitario (El primer destinatario de la palabra de Dios es la comunidad.
La liturgia es oraciones que el sacerdote pronuncia en nombre de la comunidad);
el Aspecto Antropológico (Se abre a
los valores del hombre, de la sociedad y de todo lo creado).
La liturgia privilegia la palabra sobre el gesto y el
rito. La lectura pública y en voz alta de las lecturas y oraciones litúrgicas
es el modo para expresar el diálogo entre la Iglesia Esposa y Cristo Esposo.
Las oraciones litúrgicas se llaman eucología (logos, palabra tratado).
Pueden ser cantos, himnos o aclamaciones.
Son actos de la comunidad eclesial que revive y actualiza los acontecimientos
salvíficos de la vida de Cristo, especialmente el misterio pascual. Expresan y
realizan el misterio de la Iglesia como signo e instrumento de la unión íntima
de todo el género humano. La ritualidad de la liturgia se centra del todo en la
Eucaristía y los sacramentos.
0 comentarios:
Publicar un comentario