Tomás H. Jerez

miércoles, 29 de mayo de 2013

LA LITURGIA Y LOS SACRAMENTOS EN GENERAL

El Concilio Vaticano II, en continuidad con lo que siempre ha enseñado la Iglesia, nos dice que la liturgia es el centro, fuente y culmen de la vida de la Iglesia, y en modo especialísimo la Eucaristía. La liturgia es la fuente donde el pueblo cristiano se alimenta para testimoniar el Evangelio y la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia. Es en la liturgia donde los hijos de Dios, por la fe y el bautismo, ejercitan su sacerdocio, alabando a Dios, participando del sacrificio y alimentándose de la cena del Señor.
La liturgia es la acción pública de la Iglesia de la cual mana hacia nosotros la gracia y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás obras de la Iglesia tienden como a su fin.
El camino que propongo para realizar la síntesis del tema, es partir de la definición que Cipriano Vagaggini nos da de la liturgia, y de este modo tratar de lograr una exposición lógica, ordenada y completa de las diversas partes que componen la materia del curso. Partimos de la liturgia como ámbito privilegiado de la celebración sacramental.
Vagaggini, invitado como experto al Concilio y uno de los principales redactores de la Sacrosanctum Concilium, define la liturgia como: «el conjunto de signos sensibles de cosas sagradas, espirituales, invisibles, instituidos por Cristo o por la Iglesia, eficaces, cada uno a su modo, de aquello que significan y por los cuales Dios, por medio de Cristo, cabeza de la Iglesia y sacerdote, en la presencia del Espíritu Santo, santifica a la Iglesia, y la Iglesia, en presencia del Espíritu Santo, uniéndose a Cristo, su cabeza y sacerdote, por su medio rinde como cuerpo culto a Dios».

«Es un conjunto de signos sensible»
Dios crea al hombre como una creatura racional para poder establecer con él una relación particular de intimidad. El diálogo entre Dios y el hombre es posible porque Dios elige para comunicarse un lenguaje accesible a la naturaleza humana. El hombre por su realidad corporal y espiritual tiene una naturaleza simbólica y vive y se comunica simbólicamente. Por esto el modo sacramental, es la manera ordinaria por medio de la cual Dios se comunica y ofrece su salvación a los hombres. Es esta realidad sacramental que permite el encuentro entre Dios y el hombre, en ella la voluntad salvífica de Dios y la naturaleza simbólica del hombre se encuentran.
En la teología sacramental el concepto de símbolo es muy cercano al concepto de signo, por esto son intercambiables entre sí. El signo es una cosa que reenvía a un significado invisible del cual forma parte. El símbolo significa poner una cosa en relación. El símbolo es parte de aquella realidad que al mismo tiempo vela y revela. La teología y el rito cristiano hacen uso del símbolo, para poder hablar de Dios, y comunicar su gracia. El sacramento es una realidad visible que distinta de nosotros mismo y de la realidad de simboliza, nos la representa inmediatamente, nos revela el misterio, en virtud de la semejanza y de algún modo por la participación de la misma realidad simbolizada.
La creación es en sí misma una realidad sacramental. Dios se comunica por medio de la creación, en cuanto que la creación es obra suya, es palabra y signo para el hombre que es capaz de leer en ella la obra de su Creador. La realidad tiene una función mediadora, cuyo fin es conducirnos a Dios. «Dios, el cual crea y conserva todas las cosas por medio del Verbo, ofrece a los hombres y a las cosas creadas una perenne testimonio de sí» (DV 3). La palabra de la creación es dirigida al hombre, porque es el único que puede desvelar el sentido oculto escrito en las cosas. El hombre puede escuchar el mensaje de la creación por medio de su corporeidad. Puede reconocer la presencia de Dios en las cosas y en las demás personas.
Santo Tomás enseña que los sacramentos son necesarios para el hombre: A) porque tiene necesidad de ser conducido por medio de cosas sensibles a las cosas sobrenaturales. B) Porque por el pecado se hace esclavo de las cosas materiales y necesita de una medicina. Dios con signos corpóreos da el remedio espiritual. C) Porque la mayor parte de la actividad humana tiene funciones de orden material. Por los sacramentos se le da al hombre algunas prácticas de orden material a las cuales puede aplicarse santamente.
«De cosas sagradas, espirituales, invisibles»
Es parte de la pedagógica divina imprime en las cosas materiales y en los eventos históricos la capacidad de comunicar realidades sobrenaturales, espirituales.
El sacramento como palabra expresa un contenido de salvación. Realiza aquello que anuncia, manifiesta la fe, está dinámicamente unida al signo como su finalización o necesaria comunicación, es símbolo-sacramental porque es símbolo que realiza.
El sacramento como signo es el elemento externo sensible como constitutivo del sacramento. El sacramento es visualización externa del don interno de la gracia. El carácter de signo sensible de los sacramentos contiene características que lo especifican respecto a un signo externo: A) Hay continuidad con los signos que Dios utiliza para realizar la salvación; B) El signo sacramental no es solo compuesto de un material sensible, sino de la totalidad de los elementos de la acción litúrgica; C) Son acciones por las cuales Dios realiza la salvación.
El pueblo de Israel recibe de Dios signos y símbolos distintivos que caracterizan su litúrgica: son signos de la Alianza, símbolos de las grandes obras realizadas por Dios para su pueblo. Entre estos signos litúrgicos de la Antigua Alianza encontramos la circuncisión, la unción y la consagración de los reyes y sacerdotes, la imposición de las manos, los sacrificios y la Pascua. En estos signos la Iglesia reconoce la prefiguración de los sacramentos de la Nueva Alianza.
Las celebraciones en el pueblo de Israel, son memorial, de las intervenciones salvíficas de Dios en la historia. En estos ritos los signos y símbolos envían hacia la realidad sobrenatural que los originan. En el Nuevo testamento estos signos sacros se llaman sacramentos, y tienen un significado nuevo, porque en ellos se actúa y se cumple aquello que había sido prometido, son símbolo-realidad.
El primer símbolo-realidad del NT es Cristo mismo, en cuanto sacramento de la realidad eterna, que es la relación de amor de Dios para el hombre. Cristo es el misterio de Dios, en él se hace presente y se revela el diseño eterno del amor de Dios, que quiere la salvación de los hombres. Todo en la vida de Jesús es signo de su Misterio. A través de su gestos, sus milagros, sus palabras ha sido revelado que en el habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (cf. Col 2,9). En tal modo, su humanidad, aparece como el “sacramento”, es decir, el signo y el instrumento de su divinidad y de la salvación  que él trae: aquello que era visible en su vida terrena conduce al Misterio invisible de su filiación divina y de su misión redentora (cf. CIC 515).
La consumación del sacrificio de Cristo en la cruz es el signo fundamental de la misión de Cristo. La muerte de Cristo abre a todos la posibilidad de participar de la unión con Dios, por medio de los signos o sacramentos de la nueva alianza. Todos los sacramentos giran en torno a la Eucaristía y están en función de la participación del sacrificio pascual de Cristo. «Las palabras y las acciones de Jesús en el tiempo de su vida oculta y de su ministerio público era ya salvíficas. Ellas anticipan la potencia de su Misterio pascual. Anunciaban y preparaban aquello que él iba a donar a la Iglesia cuando todo estuviera cumplido. Los misterios de la vida de Cristo constituyen los fundamentos de aquello que ahora, Cristo dispensa en los sacramentos mediante los ministros de su Iglesia, porque “aquello que era visible en nuestro salvador ha pasado a sus ministros” (S. Leon Magno, Serm. 74,2)» (cf. CIC 1115).
La Iglesia es el signo-instrumento que hace posible la gracia de redención que viene del encuentro con Cristo. La Iglesia es la prolongación terrena del sacramento original que es el cuerpo de Cristo glorificado. Por medio de los sacramentos el don escatológico de Cristo resucitado se hace presente e históricamente visible.
Para San Agustín, sacramento, es un rito sacro, un signo santo, un signo visible de cosas divinas, en la cual se muestran realidades invisibles. Podemos sintetizar su doctrina en cuatro puntos: A) Extiende el vocablo sacramento a todos los signos sacros, a toda la realidad visible que, por institución divina, conduce el espíritu a las cosas invisibles. También lo usa para indicar los ritos de la Iglesia, por medio de los cuales el creyente obtiene la gracia y la salvación. B) Todos los sacramentos significan Cristo, porque la cosa indicada es siempre Cristo y su acción salvífica. C) Los sacramentos significan y producen la salvación. D) Producen su efecto salvífico gracias a la palabra de la formula sacramental. Es necesario creer, para ser purificados y salvados. Aplica la noción de sacramento al bautismo, la eucaristía, el sacerdocio. Para los otros sacramentos habla de unción, de un rito de reconciliación y del sacramento de los enfermos, pero no los designa con el nombre de sacramento en el sentido de rito santificador.
Los efectos principales de los sacramentos son dos: la gracia y el carácter. Los sacramentos son causa instrumental productiva de la gracia. Esta gracia es un don que perfecciona la esencia del alma, en cuanto le comunica una cierta semejanza con el ser divino. La gracia sacramental agrega una determinada ayuda divina a la gracia habitual, a la virtud infusa y a los dones del Espíritu Santo. El segundo efecto es el carácter. Todos los que están destinados a un trabajo específico asumen ordinariamente un signo definitivo. El carácter pertenece al alma como una capacidad o poder sobre las cosas que son propias del culto divino. El carácter es indeleble, porque es participación del sacerdocio de Cristo, que es sacerdote eterno, y porque se imprime en las potencias espirituales del alma, que son incorruptibles. La recepción del carácter no depende de la fe del sujeto. Tres son los sacramentos que imprimen carácter (Bautismo, Confirmación, Orden). El carácter es un signo espiritual indeleble, que impide su reiteración.
Los sacramentos son causa instrumental que actualizan el misterio salvífico de la Pascua. Refiere la causalidad de los sacramento a la acción de Dios. La causa eficiente principal de los sacramentos es Dios; la causa eficiente instrumental es la humanidad de Cristo y en dependencia de ella el ministro humano y los sacramentos. Solo Dios instituye los sacramentos. Dios, por medio de Cristo y en el Espíritu Santo, produce en los sacramentos, una fuerza sobrenatural, que a su vez produce la gracia en el sujeto. Los signos visibles de los sacramentos son elevados por Dios para producir un efecto superior: la gracia.
«Instituidos por Cristo o por la Iglesia»
Trento defiende la institución de los sacramentos por Cristo. Enseña que la Iglesia no puede cambiar la sustancia de los sacramentos. No especifica si la sustancia incluye la materia y la forma. Pio XII aclara diciendo que la sustancia es aquello que según las fuentes de la revelación Cristo mismo ha establecido como inmutable en el signo sacramental. Institución se define como anexar a cosas sensibles el poder de significar y de producir la gracia.
Santo Tomás se centra en el efecto interior obrado por el sacramento. El efecto hace referencia a una causa. El efecto es la gracia, por esto la causa debe ser Dios, o Cristo en cuanto Dios. Los hombres pueden establecer signos religiosos, solo Dios puede anexar la gracia. Para doctor angélico la institución se extiende a los elementos materiales. Estos elementos materiales se fundan sobre una cierta actitud de las cosas a significar efectos espirituales, actitudes que son especificadas por la institución divina, la cual hace de la misma actitud un medio para explicitar mejor el significado de los sacramentos. La institución debe entenderse como el acto con el cual Cristo, realizador de la salvación, da plenitud y realidad a los signos preexistentes y ya en relación con la historia de la salvación.
«Eficaces»
Los sacramentos cristianos se diferencias de los del AT en el contenido. Los sacramentos son necesarios para la salvación. La justificación no se puede recibir por la sola fe. Los sacramentos contienen la gracia que significan y la confieren siempre a quien a ella no pone obstáculo. Los sacramentos confieren la gracia ex opere operato.
La eficacia depende de la voluntad de Dios, que obra por medio de las acciones sacramentales. Santo Tomás explica la eficacia con la causalidad eficiente instrumental física. Dios pone en el sacramento, por su potencia obediencial, una virtud tal que el sacramento produce la gracia en el alma del sujeto (sacramento causa y no condición de nuestra justificación).
«Cada uno a su modo»
Santo Tomás enseña que hay una analogía entre la vida espiritual y la vida del cuerpo: en la vida física son dos las perfecciones que el hombre debe alcanzar: una en relación a la propia persona, la otra en relación a la sociedad. Los primeros 5 sacramentos están orientados a la vida individual, mientras que el orden y el matrimonio están orientados a la vida social. Los sacramentos son remedios contra las miserias del pecado: A) El Bautismo contra la ausencia de vida espiritual; B) La Confirmación contra la debilidad espiritual; C) La Eucaristía contra la labilidad del ánimo; D) La Penitencia contra el pecado actual; E) La Unción, contra las escorias del pecado; F) El Orden contra la disolución de la comunidad; G) El Matrimonio contra la concupiscencia personal y contra el vacío de la muerte.
Desde el inicio se distinguen en los sacramentos un aspecto externo (signo) y otro interno (gracia). Los sacramentos se diferencian por el signo externo y por el tipo de gracia que confieren. La Escolástica distingue en el sacramentos la materia-elemento de la forma-palabra. La forma específica la materia que en si es indeterminada. El sacramento resulta de una acción por si misma indeterminada, capaz de tener más significados, y de palabras que la determinan. Los dos constituyen una unidad extrínseca o moral. El fundamento último es Cristo, en el cual se encuentra unido la Palabra divina y la naturaleza humana. También hacen la distinción entre materia remota (sustancia material) y próxima (aplicación sacramental).
«Por los cuales Dios (el Padre por apropiación), por medio de Cristo, cabeza de la Iglesia y sacerdote, en la presencia del Espíritu Santo»
La liturgia es obra del Cristo total, es decir, Cristo y la Iglesia. La asamblea reunida es el signo vivo de la presencia de Cristo en su Iglesia. Cristo es el ministro principal porque solo su acción personal produce la gracia. Cristo obra por medio de la Iglesia.
El ministro, que obra en la persona de Cristo debe ser: idóneo (Implica que el ministro sea distinto del sujeto y que tenga la capacidad de administrar el sacramento); tener la intención (Obrar en el nombre de Cristo y según su voluntad). La intención es el acto de la voluntad por el cual se propone conseguir un determinado fin, usando los medios convenientes o haciendo algo o omitiendo algo. Existen tres tipos de intención subjetiva: actual (la intención del sacerdote de administrar el sacramento mientras realiza el signo sacramental); virtual (intención previa al a celebración, pero lo celebra distraídamente); habitual (intención previa, pero no presente en el momento del sacramento). Puede ser también: explícita, implícita o interpretativa.
Para que un sacramento sea válido se pide la intención actual. La intención habitual explícita o implícita puede ser suficiente para la validez de la recepción del sacramento. El contenido de la intención debe ser la voluntad de hacer aquello que hace la Iglesia. El ministro debe aplicar la materia y la forma al sujeto de modo que la acción sacramental que resulta sea verdaderamente reconocible. Cristo y el Espíritu Santo obran eficazmente en los sacramentos, pero es necesaria la fe y santidad del ministro para una celebración plenamente digna.
«Santifica a la Iglesia»
Los sacramentos han sido instituidos por Cristo para santificar su Iglesia, y santificándola a ella santifica a sus miembros. Solo la persona humana puede recibir los sacramentos durante su vida terrena. Y no todos pueden recibir todos los sacramentos, son necesarias disposiciones objetivas y subjetivas. Para la validez es necesaria en el sujeto la intención de recibirlo. Los adultos deben manifestar, con un acto libre de la voluntad, el deseo de recibirlos. La atención no es necesaria para la validez de parte del sujeto, dado que un acto humano procede de la intensión de la voluntad y no de la atención del intelecto. Para la validez no es necesario ni la fe ortodoxa, ni la disposición moral. Trento afirma que es necesaria la ausencia de obstáculos para poder recibir la gracia. El obstáculo puede ser físico (impide la existencia del sacramento o lo hace inválido) o moral (impide el recibimiento de la gracia o lo hace ilícito).
La santificación es posible porque los sacramentos transmiten la gracia. Tres elementos forman parte esencial de los sacramentos: el signo o rito (sacramentum tantum); la gracia interna (solo efecto - res tantum); una realidad intermedia (res et sacramentum).
El carácter sacramental es un signo indeleble que funda una triple relación a Cristo, a la gracia y a la Iglesia. Es una permanente presencia activa del Espíritu Santo, que configura con Cristo y da al sujeto un ministerio y una misión al interno de la Iglesia. En la Eucaristía la res et sacramentum es la presencia real y sustancial de Cristo en las especies del pan y el vino. En el sujeto que recibe la Eucaristía se da una configuración con Cristo y una incorporación a la Iglesia como gracia. En el matrimonio la res et sacramentum es el vínculo sacro entre los esposos, que es un vínculo objetivo que reproduce y participa la alianza de Cristo y la Iglesia. En la unción es la configuración del sujeto con el Cristo doliente, por la cual recibe su misión en la Iglesia. En la penitencia, para algunos, es la contrición perfecta, para otros, la reconciliación con la Iglesia.
Existe una dimensión sensible del sacramento que permanece después de la celebración como en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. En los demás sacramentos la res et sacramentum permanece en el sujeto que ha recibido el sacramento a modo de configuración con Cristo. Se puede decir por analogía que la dimensión sensible del sacramento es el mismo sujeto que lo ha recibido, mientras permanece en él el res et sacramentum. El mismo sujeto hace posible que la res et sacramentum recibida le transmita la gracia, y que esta gracia se desarrolle en su vida.
Los sacramentos infunden la gracia santificante que es distinta de la gracia instrumental. La gracia perfecciona la esencia del alma comunicándole una cierta semejanza con el ser divino. La gracia actúa en las potencias del alma en forma de perfecciones que se son virtudes y dones. Estas completan la potencia misma en orden a los actos. Como las virtudes y los dones agregan a la gracia en general un perfeccionamiento de las potencias en orden a sus actos, así la gracia sacramental agrega, sea a la gracia en general, que a las virtudes y a los dones, una específica ayuda divina, para conseguir el fin del sacramento. Trento afirma la estrecha relación entre el sacramento y la gracia. Mediante ellos la justicia inicia o aumenta, si ya ha iniciado, o es recuperada, si ha sido perdida. El primer efecto del sacramento es la gracia santificante que consiste en la íntima comunión de vida con Dios. Además de la gracia habitual o santificante que es conferida por cada sacramento, el efecto de cada uno de ellos sería aquel enriquecimiento de la gracia santificante, producido por cada sacramento, que se llama gracia sacramental.
Cada sacramento tiene un fin diverso. Por eso confiere una gracia especial y diversa. Los sacramentos contienen y comunican la gracia que significan y significan efectos diversos. Si la gracia sacramental no se distingue de la gracia santificante no habría diferencia entre quien recibe los sacramentos y quien no lo recibe. La gracia sacramental es un habitus particular distinto de la gracia santificante o habitual, intrínsecamente perfeccionada, orientada y determinada en modo tal de hacer todo el organismo sobrenatural del hombre idóneo para alcanzar el fin propio de cada sacramento.
La triple manera de producir la gracia (comenzándola, acrecentándola o restaurando) no debe entenderse como un doble gracia. Trento no distingue  entre gracia santificante y sacramental, habla solo de verdadera justicia como efecto común de los sacramentos. No se puede excluir el aspecto sacramental de esta gracia no especificada, sino dependiente de los sacramentos que es llamada santificante. No existe gracia santificante que no sea sacramental, porque toda gracia santificante refiere siempre a Cristo como sacramento de salvación. Una persona se puede salvar sin los sacramentos, pero no sin Cristo. Así si cada gracia santificante es sacramental no rige la distinción entre gracia santificante y gracia sacramental.
El sacramento es el signo con el cual Cristo obra cada vez de nuevo su misterio, y en cada sacramento no se recibe tanto un aumento de la gracia, sino todo el misterio de Cristo, que se proyecta diversamente en los diversos sacramentos. El sacramento es un intermedio que establece una relación entre el sujeto y Cristo. La gracia santificante de los diversos sacramentos es la misma única gracia, expresada en modos diversos. Cristo ha santificado la humanidad toda, pero hace santos a los hombres gradualmente en la medida en que crecen en santidad y sabiduría.
«Uniéndose a Cristo, su cabeza y sacerdote, por su medio rinde como cuerpo culto a Dios»
En las celebraciones litúrgicas la alianza entre Cristo y la Iglesia se manifiesta plenamente. En la liturgia la Iglesia se demuestra como el verdadero templo del Espíritu Santo, donde los cristianos adoran a Dios en espíritu y verdad. El fruto de la liturgia como culto de la Iglesia es la edificación de la Iglesia, mediante los cristianos, como templo de Dios para alabanza de su gloria.
La liturgia es una realidad cósmica por eso en la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en la liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén,  hacia la cual nos dirigimos como peregrinos y donde Cristo está  sentado a la diestra de Dios como ministro del santuario y  del tabernáculo verdadero (cf. Ap 21,2; Col 3,1; Hb 8,2). En la liturgia cantamos  al Señor el himno de gloria con todo el ejército celestial; aguardamos al Salvador, nuestro Señor Jesucristo, hasta que se manifieste Él en nuestra vida, y nosotros nos manifestemos también gloriosos con Él (cf Fil 3,20; Col 3,4).
En la liturgia, la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, es quien celebra. Las acciones litúrgicas son celebraciones de toda la Iglesia, que es sacramento de unidad, pueblo santo.
Toda acción litúrgica de la Iglesia, es una acción sacerdotal y sacramental que tiene su origen en Jesucristo: A) La Iglesia es una realidad cultual, es la asamblea del pueblo  de Dios que celebra la liturgia y da culto a Dios justamente  en cuanto es el cuerpo de Cristo y por eso es al mismo tiempo  agente del culto y el contenido del Culto; B) La Iglesia es una comunidad sacerdotal. El sacerdocio del  pueblo de Dios comprende tanto el sacerdocio ministerial como  el sacerdocio real de los fieles y es al mismo tiempo visible (sacramental) y espiritual (en espíritu y verdad).
La última reforma litúrgica del Concilio Vaticano II profundiza en el aspecto comunitario de toda celebración sacramental mediante el concepto de participación, que es calificada con varios adjetivos: “consciente, activa y fructuosa” (SC 11) y “plena, activa y comunitaria” (SC 21). Para facilitar la participación se propone que los textos y los ritos se ordenen de manera que expresen con mayor claridad las cosas santas que significan y, en lo posible, el pueblo cristiano pueda comprenderlas con mayor facilidad (SC 21). Los criterios de fondo son: noble sencillez (evitando complicaciones ceremoniales y las repeticiones innecesarias); claridad y brevedad; comprensibilidad (implica la claridad del signo y una catequesis oportuna); dimensión comunitaria (La celebración comunitaria con participación de los fieles ha de preferirse siempre); dimensión bíblica (abrir “con mayor amplitud los tesoros de la Biblia”); unidad y variedad (unidad sustancial (SC 37) sin una rígida uniformidad, abierta a la inculturación).
La participación activa busca favorecer el ejercicio del sacerdocio común, el cual recibimos por medio del Bautismo y nos da la capacidad de unirnos a la oración de Cristo y de rezar como miembro de su Cuerpo. La oración litúrgica es la propiamente dicha oración del Cuerpo de Cristo (goza de una eficacia propia: ex opere operantis Ecclesiale).
La celebración desde un punto de vista Antropológico es un fenómeno esencialmente social y comunitario y puede ser definido como un medio de relación y encuentro. Toda celebración requiere: una ocasión, una comunidad, un clima, y un ritual. La celebración crea una apertura y provoca un acercamiento de las personas sobre la base de ideales e intereses comunes. La celebración utiliza toda clase de elementos significativos y convierte su significado transformándolos en comunicadores de un mensaje que puede ser recordado y vivido en otras ocasiones. Toda verdadera celebración tiene un elemento de espontaneidad y quiere ser algo vivo aun cuando sigue un rito preestablecido. En el campo religioso la celebración polariza los sentimientos y los principios de las personas hacia un determinado valor trascendente o sagrado.
La palabra de Dios y la oración, son los elementos fundamentales de la celebración. Sin ellas la celebración no puede subsistir como celebración cristiana. Todos sacramentos tienen una liturgia de la palabra y una estructura semejante a la de la misa. La lectura de la Escritura constituye con el rito un acto único de culto. La lectura del Evangelio constituye el punto culminante de la lectura de la palabra para la cual las demás lecturas son preparativas. El texto profético del Antiguo Testamento anuncia o prefigura la venida de Cristo y que son resumidos en forma lírica por el salmo. La lectura de las Cartas y otros escritos del Nuevo Testamento revelan las riquezas del Reino iniciado con Cristo.
La importancia de la Escritura deriva de la convicción de la presencia especial del Señor en la proclamación litúrgica de la palabra. En las Escrituras está el mensaje divino. Por medio de ella actúa el Espíritu Santo. Es el mismo Cristo quien nos habla cuando se lee o proclama la Escritura en la liturgia. Es signo de la presencia de Cristo en la asamblea, pues la palabra está destinada no tanto al individuo, sino al pueblo de Dios congregado en asamblea de oración por el Espíritu Santo. El puesto privilegiado de la palabra de Dios es por el carácter dialógico de la liturgia donde Dios toma la iniciativa de abrir un diálogo con los hombres.
La presencia de Cristo, en la liturgia, se extiende a la homilía. Puesto que el Evangelio que ella anuncia es la Palabra de Dios, y solamente en el nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo, Verbo de Dios encarnado, se anuncia.
Las características de la oración litúrgica son: el Aspecto Trinitario (La oración litúrgica es dirigida al Padre por medio de Cristo en la unidad del Espíritu Santo); el Aspecto de memorial (Anamnesis de las maravillas hechas por el Señor); el Aspecto de petición (Reconocimiento de la radical dependencia de Dios); el Aspecto doxológico (bendición, alabanza y acción de gracias); el Aspecto eclesial comunitario (El primer destinatario de la palabra de Dios es la comunidad. La liturgia es oraciones que el sacerdote pronuncia en nombre de la comunidad); el Aspecto Antropológico (Se abre a los valores del hombre, de la sociedad y de todo lo creado).
La liturgia privilegia la palabra sobre el gesto y el rito. La lectura pública y en voz alta de las lecturas y oraciones litúrgicas es el modo para expresar el diálogo entre la Iglesia Esposa y Cristo Esposo.
Las oraciones litúrgicas se llaman eucología (logos, palabra tratado). Pueden ser cantos, himnos o aclamaciones. Son actos de la comunidad eclesial que revive y actualiza los acontecimientos salvíficos de la vida de Cristo, especialmente el misterio pascual. Expresan y realizan el misterio de la Iglesia como signo e instrumento de la unión íntima de todo el género humano. La ritualidad de la liturgia se centra del todo en la Eucaristía y los sacramentos.

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