Himno de
adoración y alabanza (15, 3-4)
"Grandes y maravillosas son tus obras,
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
Señor, Dios omnipotente,
justos y verdaderos tus caminos,
¡oh Rey de los siglos!
¿Quién no temerá, Señor,
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos”.
y glorificará tu nombre?
Porque tú solo eres santo,
porque vendrán todas las naciones
y se postrarán en tu acatamiento,
porque tus juicios se hicieron manifiestos”.
En el
capítulo 15 inicia la visión celestial de los siete ángeles que llevan en sus
manos las últimas siete plagas. El canto de adoración y alabanza de los
versículos 3 y 4 surge de la boca de los redimidos, al igual que de Moisés y
los israelitas después de cruzar el Mar Rojo. El Himno se refiere al Cordero
quien obtiene para ellos la liberación de los perseguidores.
Los siete
ángeles que llevan las siete plagas que están por sobrevenir, se dicen que son
las últimas, porque con ellas se satisface plena y definitivamente la ira de
Dios. En el apocalipsis «las plagas» son símbolo de un juicio sobre el mal,
sobre la opresión y sobre la violencia del mundo. Con la séptima plaga, símbolo
numérico que indica la plenitud, culmina la intervención divina que detiene el
mal.
Antes que
los siete ángeles de las copas entren en escena, el vidente contempla a los
vencedores del Anticristo, en el cielo, de pie ante el trono de Dios, y oye sus
cantos que son acompañados con cítaras.
Los
vencedores entonan «el cántico de Moisés» y «el cántico del cordero». El
vidente nombra el himno con dos expresiones diversas, porque en este canto los
vencedores de la bestia que agradecen a Dios su redención y su victoria,
conseguida en virtud de la sangre del Cordero, se inspiran en el himno con que
el cual los israelitas expresaron su gratitud por la liberación de Egipto,
guiados por Moisés. En los tiempos de Jesús los israelitas consideraban el paso
del Mar Rojo como un prefiguración de la redención mesiánica.
Este
himno está compuesto con citas del AT con los que se ensalza las obras de Dios
y santidad del Creador del mundo, así como la justicia y omnipotencia del que
tiene en sus manos las riendas de la historia. El primer cántico de Moisés
celebra al Señor «terrible en prodigios, autor de maravillas» (Ex 15,11). El
segundo canto referido por el Deuteronomio al final de la vida del gran
legislador, reafirma que su obra es consumada, pues «todos sus caminos son
justicia» (Dt 32,4).
Esta
intervención divina tiene una finalidad muy precisa: ser un signo que invita a
todos los pueblos de la tierra a la conversión. El himno es una invitación a aprender
a leer en la historia el mensaje de Dios. La historia de la humanidad no es confusa
y sin sentido, ni está sin remedio a merced de los prepotentes y de los perversos.
Es posible reconocer la mano divina, por medio de su providencia, oculta en la
historia.
La
dimensión universal del texto se refleja en la afluencia de las naciones que se
dirigen hacia el Señor para reconocer que son «justos y verdaderos sus caminos»
(cf. 15,4). Todas las naciones conocerán que Él es su Rey, y como tal le
acatarán, viniendo a Él y postrándose delante de Él, pues reconocerán que Dios
ha obrado justísimamente en los juicios punitivos contra el mundo y en la
destrucción de la Bestia. La conversión de los paganos es presentada como el
resultado de las últimas intervenciones divinas. En los profetas y en los
salmos hallamos también muchas veces que las naciones se convertirán a Dios a
la vista de los prodigios que obra a favor de su pueblo.
A modo de
síntesis podemos decir que este canto del apocalipsis es una respuesta de
alabanza al Señor victorioso, que hemos experimentado anticipadamente. Por
medio de esta oración expresamos nuestra esperanza por la manifestación total
del reinado de Dios, renovación y recreación de todas las cosas y de todos los
hombres y pueblos.
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