Después del versículo introductorio, común a otras horas,
viene el acto penitencial, es decir, el examen de conciencia, que puede estar
precedido o seguido por fórmulas apropiadas, tal vez según el modelo de las de
la misa. Antes de acabar la jornada de trabajo se pide perdón a Dios por las
faltas eventuales. Así han hecho siempre los fieles dotados de cierta
sensibilidad religiosa.
En los monasterios se convirtió en una costumbre
institucionalizada y acogida por las diversas reglas.
La edición castellana de la LH propone un himno
para cada día de la semana, menos después de las segundas vísperas del domingo
y de las solemnidades, en que trae dos a libre elección. El contenido de los
himnos es el específico de completas: la petición confiada para obtener la
protección divina durante el reposo nocturno.
Los salmos han sido escogidos o por la alusión a la
noche, o bien, y preferentemente, porque expresan el abandono confiado en las
manos de Dios y la invocación de su bendición.
A los cuatro salmos (4; 30,2-6; 90; 133) que rezó cada
día la iglesia romana durante más de doce siglos (hasta san Pío X, que
interrumpió la tradición), se añaden otros cinco (85; 142; 129; 15; 87),
necesarios para completar el ciclo semanal, teniendo en cuenta que en dos días
se encuentra un par de ellos.
Los siete pasajes bíblicos que forman la lectura breve
de cada día prolongan la línea de la esperanza, pero estimulan también el amor
de Dios y del prójimo. El responsorio está formado con las palabras del Sal
30,6 dichas por Jesús en la cruz: "En tus manos encomiendo mi
espíritu".
Tienen también una resonancia particular en el corazón
del cristiano, que se abandona confiada y totalmente a Dios.
El cántico de Simeón, pronunciado por él en el
atardecer de su vida, se convierte en el canto del cristiano al final de su
jornada entregada a la actividad.
Las oraciones de completas son siete, una para
cada oficio, más la fórmula "Visita" para las solemnidades extradominicales.
Ven el descanso nocturno en función de un servicio a Dios más diligente y
comprometido.
En este contexto también la fórmula final: "El
Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa", es
profundamente cristiana, porque considera la recuperación normal de las energías
en orden al trabajo y al buen combate por el reino de Dios.
Es la perspectiva del Apóstol (1 Cor 10,31). El sueño
y el despertar del cristiano son además símbolos de la solidaridad mística con
Cristo muerto, sepultado y resucitado (oración del viernes). La LH, según
una piadosa tradición, atestiguada ya al menos desde los ss. XII-XIII, se
cierra con un saludo a la Virgen, la Madre celestial, que velará el sueño de
sus hijos. Por eso se recita o se canta la Salve Regina u otro canto
mariano previsto por el ordinario.
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