En todas partes y en todo tiempo la rosa ha inspirado a los artistas por la belleza de su forma, por su perfume agradable, y también por sus espinas. Y es considerado como el símbolo universal del amor.
Los cristianos la han utilizado como elemento decorativo, En el ámbito arquitectónico es conocido su uso en los rozones góticos de las fachadas de las catedrales francesas. Cuando la escena del crucifixión ha comenzado ha ser representada, ha sido algo natural imaginar que la dolorosa corona de espinas llevada por Cristo durante la pasión fuese hecha con ramas de rosal, además que estas se prestan muy bien para ser artísticamente entrelazadas.
En la catacumba de San Calixto (siglo III) los cristianos dibujaron rosas como signo del paraíso. Cipriano de Cartago escribe que es signo del martirio.
La rosa roja, con su aroma, hace pensar en la sangre de Cristo, cuyo perfume es olor de salvación para los creyentes. Debido a tal convicción, su flor ha estado presente en las representaciones de las escenas de la crucifixión.
La rosa roja se ha transformado en símbolo de Cristo. Para Tertuliano y S. Ambrosio la raíz representa la genealogía de David; el brote es María y la flor, rosa, es Cristo.
Desde el medioevo se refiriere al texto de Isaías: «saldrá un vástago del tronco de Jesé y un retoño de sus raíces brotará" como referente a María y Jesús. También, del libro de Sabiduría: "He crecido como una palma de Engadi como un rosal en Jericó".
En el siglo V se usa la rosa como signo metafóricoo de la Virgen María. Edulio Caelio fue el primero en llamar a María «rosa entre espinas». Cuatro siglos después el monje Teofanes Graptos usa el mismo símil refiriéndose a la pureza de María y a la fragancia de su gracia.
La rosa como atributo de algunos obispos (aunque raramente) se representa saliendo de la boca de un brillante predicador, es un modo de simbolizar la belleza y la finura de sus discursos.
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