El ambón es la expresión espacial del amor a la Palabra de Dios proclamada en el contexto litúrgico.
Un poco de historia
Hay referencias en el Antiguo Testamento que testimonian la existencia de un estrado de madera desde el cual se proclama la Sagrada Escritura ante el pueblo de Israel (Neh 8, 4-5). En la liturgia sinagogal perdura este elemento puramente funcional con el fin de favorecer la audición y la visibilidad durante la lectura de la Palabra de Dios. Muy probablemente, esta estructura del culto sinagogal ejerció su influencia en la primitiva liturgia cristiana y progresivamente, este elemento estructural se transformó en un monumento rico en contenido simbólico y teológico. El estrado puramente funcional se fue transformando en un lugar simbólico, signo del sepulcro vacío de Cristo. El texto evangélico proclamado en la noche santa de la Pascua del Señor inspira la concepción cristiana del ambón.
Los cristianos veían en el ambón el signo de la tumba vacía sobre la cual está el ángel (diácono) que proclama la buena noticia de la resurrección (evangeliario) a las mujeres miróforas (asamblea litúrgica). Generalmente el atril que sostenía el evangeliario tenía forma de águila, se trata de una referencia simbólica al evangelista Juan, por ser el único testigo del sepulcro vacío.
Por otro lado, el evangelio de Juan indica que el sepulcro se ubicaba en medio de un huerto, todos estos datos inspiraron la decoración del ambón y su espacio circundante: flores, plantas, aguas, evocando un verdadero “jardín pascual”, posteriormente en algunos lugares se va a situar la fuente bautismal bajo el basamento del ambón, por la relación teológica entre estos dos lugares característicos de la iniciación cristiana: el anuncio de la Palabra de Dios y la respuesta de fe que culmina en el sacramento del Bautismo. Es decir, que tanto el Bautismo como la fuente bautismal evocan la tumba del Señor y rememoran su Pascua.
Durante los siglos XII-XIII el ambón sigue relacionándose íntimamente con el misterio de la Resurrección. Algunos de ellos desarrollan una estructura de varios pisos. El ambón era el lugar del anuncio profético, apostólico y evangélico y formando parte de este conjunto se encuentra el candelabro para el cirio pascual, que solía ser una columna de piedra o mármol sobre la que se ponía el Cirio Pascual cuando la liturgia lo requería. Esta relación ambón y Cirio Pascual tiene un fuerte significado cristológico: El ambón sostiene el libro que contiene la Palabra de Cristo Resucitado; el candelabro sostiene la imagen de Cristo Resucitado, Luz del mundo.
En Oriente hay una distribución espacial diferente. El lugar de la Palabra ocupa el espacio situado en el centro del aula litúrgica, alrededor del cual se sitúa toda la asamblea. El bema (así se denomina a este espacio litúrgico, el del ambón) es un lugar bien diferenciado del santuario.
Cuando los fieles ya no comprenden la lengua eclesiástica, decae el conocimiento de la Escritura y desaparece su proclamación en la celebración litúrgica, el ambón aparece como un lugar inservible. Con el desarrollo de las Órdenes mendicantes, el lugar de la Palabra se sustituye por el lugar de la predicación, así aparece el púlpito, desde el cual los predicadores dirigían sus sermones ajenos a la celebración litúrgica y se convierte en un lugar más propio para la catequesis que para la liturgia.
Con la aparición del Movimiento litúrgico surge el deseo de reforma de las celebraciones litúrgicas para devolverlas a su espíritu originario. Podemos afirmar que todo este trabajo emprendido en siglo XIX culmina en la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II. Pero el Movimiento litúrgico se inspiró en las fuentes litúrgicas de la Edad Media y resucitó la práctica medieval de los dos ambones y no en la práctica del ambón único de los primeros siglos.
Los documentos litúrgicos actuales nos subrayan, en primer lugar que el ambón no es un mueble, que pueda moverse o retirarse sino que se trata de un “lugar”, con una entidad litúrgica propia, el simbolismo del lugar debe estar presente antes, durante y después de la celebración. Debe ser un solo ambón, no dos iguales (OGMR 309).
Conviene que este lugar sea elevado, para posibilitar la audición y la visibilidad, se recomienda que sea fijo y amplio (OLM 32); incluso puede estar ubicado fuera del presbiterio. Sabemos que el ambón nace para la proclamación de las lecturas bíblicas y la Iglesia quiere y debe conservar su sentido primigenio, es por eso que se reserva este lugar para la lectura de los textos bíblicos en la celebración litúrgica y un texto no bíblico: el Pregón Pascual debido a la antigua tradición de este uso y su relación con el anuncio de la resurrección del Señor. Junto a estos usos, la liturgia admite la oración de los fieles porque forma parte de la Liturgia de la Palabra y la homilía (OLM 33) y no se permite la lectura desde él de las moniciones, la dirección de los cantos, dar avisos y dirigir oraciones presidenciales como solemos ver en algunos sitios.
Como ya hemos insinuado al hablar de la sede, los arquitectos han de buscar la armonía artística, de diseño y materiales entre la sede, el ambón y el altar.
Situación Actual
A pesar de las claras orientaciones litúrgicas de los documentos actuales de la Iglesia , al recorrer muchas de nuestras iglesias nos encontramos que lamentablemente no se ha tomado conciencia de que es necesario volver a recuperar el “espacio y el lugar de la Palabra ”.
El ambón sigue siendo un mueble, un atril, un estante y no un espacio. No debemos tener miedo de no situarlo siempre cerca del altar ya que se trata de un lugar diferente y diferenciado del altar o de la sede, incluso puede estar en otro lugar que no sea el presbiterio, eso si, garantizando la cómoda visibilidad y la audición de la asamblea.
Tampoco se sabe situar bien el candelabro del Cirio Pascual. A veces aparece al lado contrario del ambón como para buscar un equilibrio simétrico o en el centro delante del mismo altar. Como ya hemos indicado en la parte histórica, la razón más que valedera, el lugar del Cirio Pascual está junto a la Palabra de Dios.
Es decir, necesitamos crecer en la comprensión simbólica y en el significado que el ambón puede aportar a nuestras celebraciones litúrgicas. Para concluir, los arquitectos, iconógrafos, pastores, deberían recuperar la antigua teología y mensaje que encierra el ambón como ícono espacial de la resurrección del Señor.
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