Una
consideración específica del fenómeno de la proliferación de plegarias
eucarísticas, incluso sin pretensiones de ser completos, sino con la intención
de captar los más significativos indicios de tendencia que en tal fenómeno se van
manifestando, no se justifica en una lógica de simple documentación; al
afrontar el tema, ni siquiera queremos atribuir demasiada importancia a un
capítulo que la valoración más serena no puede calificar ni de central ni de
prioritario. Si juzgamos tal fenómeno merecedor de profundización, es porque en
él se han ido manifestando consideraciones de carácter fundamental que tocan de
cerca algunas de las componentes más discutidas a nivel de estudio.
La inflexión registrada por la literatura que
ha examinado críticamente el problema es un primer dato significativo. De un
juicio inicial, que tiende a considerar el fenómeno del continuo multiplicarse
de textos de plegarias eucarísticas como un capítulo transitorio debido a la
moda de un momento 26, se pasa a fases sucesivas, en las que la lectura del
problema se pone en relación con los criterios de fondo de la reforma misma. Más
en particular, podemos notarel surgir de diversos aspectos relevantes. Uno es
de orden celebrativo: ¿cómo hacer más intensa y verdadera la participación de
toda la asamblea en la celebración y también en el momento culminante de la
plegaria eucarística? ¿Es posible que, en la perspectiva de la consecución de
un valor como éste, tal plegaria asuma una estructura más dialógica?
Mucho más amplio es el debate en el plano
propiamente teológico. Se confirma, ante todo, la plena legitimidad del
fenómeno, que, en último término, puede ponerse en relación con la historicidad
misma de la celebración cultual realizada por la iglesia as. Con idéntico
rigor, sin embargo, se subraya la exigencia de la fidelidad a contenidos
considerados imprescindibles, en profunda continuidad con el significado que Cristo
ha conferido a la cena eucarística; ello surge, por lo demás, de una lectura
teológica del dato de la tradición que sepa captar los valores de fondo, más
allá de la multiplicidad de las formas según las cuales la plegaria eucarística
se encarna.
Esta tarea se debe llevar hasta alcanzar una
precisión sustancialmente definitiva respecto del tema de la estructura que la
plegaria eucarística habrá de tener; bajo esta perspectiva, si es unánime la
orientación de atribuir una autoridad real al esquema propuesto por la reforma
(cf OGMR 54-55), aparece también la tendencia a considerar que no todos los
elementos del mismo deban estar siempre presentes en toda anáfora.
La atención prevalente se centra, más que
en la completez material, en la inspiración eucarística de la plegaria y en su
unidad interna, capaz de conferir significado a todos los elementos que la componen.
No es tan fácil moverse dentro de la
producción de plegarias eucarísticas libres y reconducir a unidad
elementos y orientaciones muy heterogéneos entre sí. Aparte del aspecto propiamente
disciplinar de la cuestión —también este capítulo, por la importancia de
los valores en juego, merecería atenta consideración—, puede resultar útil,
para un estudio adecuado, el intento de individuar los criterios y las
intenciones que se encuentran en el origen de estas composiciones. A través del
análisis de un muestreo discretamente representativo hemos conseguido
individuar la presencia de algunas líneas de fondo. A veces los textos de
plegarias eucarísticas nacen en relación estricta con personalidades y
experiencias específicas: es el caso de la producción de H. Oosterhuis, poeta holandés,
en quien son prioritarias la atención al lenguaje y el empeño de reformular con
formas nuevas y culturalmente significativas los grandes temas teológicos,
enriquecidos, a su vez, por una visión eclesiológica renovada.
En otros casos —y se trata, además, de los
ejemplos más discutibles y susceptibles de muchos aspectos relevantes—
prevalece la intención de expresar de forma más neta el sentido de la
eucaristía, su validez política; ello se obtendría a través de una
marcada relación con la historia concreta del hombre y de la comunidad que ora
y con los problemas de la sociedad dentro de la que uno y otra se encuentran.
En otras expresiones —también ellas atentas al problema del lenguaje y a la
búsqueda de una perspectiva eficaz de actualización de la oración— se quiere
establecer, en cambio, una conexión más estrecha entre la plegaria eucarística
y el desarrollo del año litúrgico; el memorial eucarístico se ilumina y
profundiza a la luz de múltiples aspectos que componen el misterio global de
Cristo celebrado a lo largo del año, y su significado para la iglesia en camino
se va enriqueciendo poco a poco. Merece ser recordada también una última tendencia,
en la que se asume como criterio prioritario la relación entre el texto de plegaria
eucarística y la liturgia de la palabra propuesta por el leccionario en las
celebraciones festivas; se considera, de este modo, que se debe asumir más de
cerca el problema de la unidad de la celebración eucarística, también en el
sentido de poner de manifiesto las conexiones temáticas entre la palabra, la oración,
la acción de gracias.
F.
Brovell
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