La LH contiene un ciclo anual de pasajes
bíblicos en el oficio de lecturas. Son los insertos en la edición de la LH
en cuatro volúmenes.
Sin embargo, el proyecto de la comisión apuntaba al
ciclo bienal, destinado ahora a un quinto volumen, en el que debería figurar
también una serie correspondiente de lecturas patrísticas o de escritores eclesiásticos.
Las dos series de lecturas tendrían también naturalmente los responsorios
apropiados.
Aparte de las lecturas largas hay que considerar las
breves de una o más semanas para laudes, vísperas, tercia, sexta, nona y el
grupo ya recordado de completas. Así en la LH, teniendo en cuenta el
ciclo bienal, se leería todo el NT y del AT más del 38 por 100. Del evangelio,
sin embargo, se leen sólo algunos pasajes en las celebraciones de vigilia o
vigilias alargadas (OGLH 73). De este modo, junto con la misa y las
demás acciones litúrgicas, casi toda la Escritura reaparece cíclicamente en la liturgia.
El oficio de lecturas contiene unas seiscientas
páginas escogidas de padres o de escritores eclesiásticos. Una parte de ellas
son las destinadas para las celebraciones de los santos.
La elección se ha extendido a todos los períodos de la
historia, excluyendo sólo los autores vivos no papas, y ha acudido a muchas
culturas. Ofrece, por tanto, un panorama altamente representativo no sólo en la
calidad, sino también desde el punto de vista cronológico y geográfico. Se prevé
también un leccionario facultativo según las diversas naciones (OGLH 162).
Los tres géneros de lecturas contenidos en la LH (patrístico,
pospatrístico y hagiográfico), especialmente en la selección cuidadosa y
autorizada presentada por la iglesia, adquieren, aunque sea en grado diferente,
un significado típico o programático de carácter teológico, pero también
eucológico.
Las lecturas bíblicas están ordenadas de tal modo que
forman un gran cuadro de la historia salvífica, cuadro que la iglesia pretende
poner ante los ojos de los fieles en el año litúrgico. Con ello se propone
ayudarles a entrar cada vez más profundamente en el misterio de Cristo para
hacer que disfruten de sus beneficios.
Para la iglesia, la palabra de Dios, ahora tan
abundante en la LH, no debe ser sólo luz y escuela de sabiduría divina,
sino también ocasión propicia para la verificación o examen de la vida,
alimento para la contemplación que ensalza los mirabilia Dei, y por
tanto oración. Debe intensificar la potencia de elevación a Dios inherente en
alguna medida a todos los demás textos del oficio divino, para verse a su vez
favorecida e iluminada por ellos en orden a una acción más eficaz (cf OGLH 140).
La literatura eclesiástica contenida en la LH tiene
una notable fuerza para formar en el sensus ecclesiae más auténtico;
para educar, si no precisamente en una exégesis sistemática y científica, sí en
la genuina inteligencia espiritual y en el amor a la Sagrada Escritura; para
hacer entrever sus infinitos aspectos posibles y sus tesoros inagotables; para
mostrar el valor inestimable de la tradición eclesiástica y para poner en contacto,
al menos hasta cierto punto, con el patrimonio de los grandes testimonios y de
las más variadas experiencias relativas a la revelación cristiana (OGLH 163-165).
La literatura
hagiográfica inserta en la LH aspira sobre todo a favorecer el verdadero
provecho espiritual del lector, poniendo generalmente de manifiesto los rasgos
de la espiritualidad de los santos que más aceptación tienen entre las actuales
generaciones y mostrando su importancia para la vida y la piedad de la iglesia (OGLH
167). También las lecturas no bíblicas de la LH, al promover una
comunión más viva con Dios, hacen más sentida la necesidad de la oración y
hasta se insertan como elemento tonificante en su circuito.
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