Después del versículo introductorio, el himno especifica
y crea el clima de la celebración, realizando una íntima fusión de los
corazones si se trata de celebración comunitaria, y en todo caso estimulando y
orientando a los orantes a la glorificación de Dios en el contexto del día
litúrgico (OGLH 42; 173; 268). En laudes, el primer salmo generalmente
es matutino o está en particular relación con la hora matutina. Sigue un
cántico del AT y un salmo de alabanza (OGLH 43). Los criterios de elección
de los dos salmos (o partes) de vísperas son: el carácter lucernario, el tema de
la esperanza en Dios, la acción de gracias, la petición de perdón, reflexiones sapienciales,
el sentido escatológico u otros conceptos de este tipo, naturales a la conciencia
cristiana en este momento de cierre de la jornada. En efecto, es entonces cuando
vienen a la mente los beneficios divinos y las infidelidades humanas, cuando
aflora el sentido de la precariedad de las cosas y el pensamiento corre al
futuro ocaso de la propia vida terrestre y de la historia.
La salmodia de vísperas se concluye con el cántico del
NT, que es eminentemente de alabanza y una apoteosis de la obra de Dios Padre en
Cristo. "La lectura breve... inculca con intensidad algún pensamiento
sagrado y... ayuda a poner de relieve determinadas palabras, a las que
posiblemente no se presta toda la atención en la lectura continua de la Sagrada
Escritura" (OGLH 45).
El responsorio breve que sigue es una respuesta de la
asamblea y de cada uno a la palabra de Dios (OGLH 49).
El Benedictus en laudes y el Magníficat en
vísperas son cánticos evangélicos que expresan la alabanza y la acción de
gracias por la redención (OGLH 50).
Las invocaciones de laudes quieren encomendar al Señor
el día y el trabajo (OGLH 51; 181); las preces de vísperas piden por las
diversas intenciones de la humanidad, de la iglesia, de la nación y de todas
las demás categorías de personas (OGLH 51; 180; 182-183). La última
intención de vísperas es siempre por los difuntos (OGLH IU).
En el rezo en común, el sacerdote o el ministro u otro
encargado pronuncia la invitación que precede a las invocaciones de laudes y a
las preces de vísperas, sugiriendo también la respuesta, que es repetida
inmediatamente por la asamblea. La enunciación por parte del ministro y la
repetición por parte de la asamblea de la frase escrita en cursiva evitan el
achatamiento de estas fórmulas y respetan el género literario propio de la
introducción. Las preces pueden recitarse de varias maneras: el que dirige
recita las dos partes, y el coro repite la respuesta enunciada al principio; el
que dirige propone la primera parte, y el coro responde con la segunda; el que
dirige ejecuta ambas partes, y el coro ora un instante en silencio (OGLH 190-193).
Se recomienda añadir intenciones libres, con tal que
estén bien preparadas y sean concisas (OGLH 188). Es un modo de hacer
más actual y más participada esta oración.
El padrenuestro, llamado "compendio de
todo el evangelio", es la culminación de la celebración; y, precisamente
para no disminuir este carácter, la oración enlaza inmediatamente con él como
si se tratara de un embolismo, sin la invitación de costumbre:
"Oremos" (OGLH 52- 53; 194; 197). La fórmula de despedida o,
si preside un sacerdote o un diácono, la bendición concluye la celebración (OGLH
54; 256; 258).
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