Para una celebración
litúrgica no bastan los diferentes libros que contienen los textos, sino que se necesita conocer
el modo de estructurar el
desarrollo de la celebración misma. Los libros mencionados sólo rara vez llevan rúbricas (así llamadas por estar escritas en rojo = ruber). De éstas se encargan libros especiales,
que se llamarán Ordo (plural, Ordines) u Ordinarium.
El origen de
tales libros se debe sobre todo a la
necesidad del clero franco, que
quiere saber cómo se desarrollan
en Roma las diversas celebraciones.
Después de las ediciones parciales de G. Cassander (1558-1561) y M. Hittorp (1568), J. Mabillon-M. Germain (1687-1689), E. Marténe (1700-1702), L. Duchesne (1889), finalmente
M. Andrieu publica la edición crítica
de todos los Ordines romani hasta ahora conocidos Contra
los quince ordices de Mabillon, él distingue
cincuenta, divididos en diez secciones, y reducibles a dos familias: A (romana pura) y B (romanofranca). Entre ellos los más importantes son el I, que trata de la misa papal en el siglo VIII; el XI, que describe los ritos del catecumenado (aquí los escrutinios se
convierten sin más en siete y se trasladan a los días laborables), y el L, llamado también Ordo
romanus antiquus, que será el núcleo del Pontifical romano-germánico del siglo X.
Para la historia de la liturgia medieval no se subrayará nunca bastante la importancia de tales
ordines, junto
con las Consuetudines monasticae y
los Capitularia (aquí en el sentido de decisiones administrativojurídicas, disciplinares de sínodos, concilios particulares, etc.).
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