lunes, 21 de noviembre de 2011

MISA TRIDENTINA - OFERTORIO


G) OFERTORIO

25 -     Mientras que el ministro (o los fieles) responden et cum spiritu tuo el sacerdote se vuelve por su izquierda hacia el altar (pero sin moverse del centro, quedando de nuevo de cara a la cruz).

Extiende y junta las manos e inclina la cabeza a la cruz diciendo al mismo tiempo Oremus. A continuación, con las manos juntas ante el pecho, lee (en voz alta) la antífona  al Ofertorio que corresponda a la misa del día[1] 26.


Cuando ha terminado de leer la antífona (no antes) descubre el cáliz, tomando el velo con las dos manos. Lo más cómodo es tomarlo por los dos extremos posteriores. A continuación lo pliega (cuidando de no dejar el forro a la vista) y lo coloca hacia el lado de la Epístola, al fondo del altar (cerca del retablo o de la grada) y no muy lejos de los corporales (pero no sobre ellos) de manera que después sirva de apoyo a la hijuela. También puede el sacerdote, si lo desea, entregar el velo del cáliz al ministro quien se encargará de plegarlo y de ponerlo en su sitio sobre el altar.


26 -     A continuación pone la mano izquierda sobre el altar (fuera de los corporales) y con la derecha toma el cáliz (por el nudo) y lo deposita hacia el lado de la Epístola, fuera de los corporales.



No se trata de las oraciones que acompañan al ofertorio, las cuales forman parte del ordinario de la misa y serán dichas más adelante en voz baja. La antífona que aquí lee el celebrante es una pieza variable (forma parte del propio) que en los oficios solemnes es cantada por la schola, pero que en la misa rezada el mismo celebrante lee.15


Acto seguido el sacerdote (teniendo siempre la izquierda sobre el altar), quita primero con la derecha la palia redonda que cubre la hostia[2]27 dejándola sobre el altar, cerca del velo del cáliz. A continuación toma con la misma mano, (entre el pulgar, el índice y el dedo corazón), la patena con la hostia y la eleva hasta la altura del pecho, hasta donde conduce su mano izquierda para tomar el otro lado de la patena con la misma disposición de los dedos pulgar, índice y corazón.


Así sostiene el sacerdote la patena, sobre la parte central de los corporales a la altura de su pecho, un poco distante del mismo, sujetándola con los tres primeros dedos de cada mano, los otros dos unidos[3] [28] por debajo de la patena. Alza entonces el sacerdote los ojos al crucifijo y, bajándolos en seguida, dirá en voz baja: Suscipe sancte Pater, etc.


Nota: 1) Si hubiese que consagrar partículas en un vaso o copón (o varios), después de descubrir el cáliz y colocarlo fuera de los corporales, pondrá el copón (o los copones) sobre los corporales tomándolo(s) con la derecha (la izquierda sobre el altar). Acto seguido lo(s) descubrirá con la derecha, sujetando el pie del copón si fuese necesario con la izquierda. A continuación proseguirá descubriendo la patena como ha sido indicado arriba.


2) Fuera de España la patena que contiene la hostia no se cubre con la palia redonda (que no existe fuera de nuestro país) sino con la hijuela. Siendo así, las ceremonias del párrafo anterior se realizan del mismo modo, bastando reemplazar la palabra “palia” por “hijuela”.



27 - Una vez terminada la oración Suscipe sancte Pater (y no antes) el sacerdote desciende la patena hasta una altura de aproximadamente cinco dedos por encima de los corporales, sosteniéndola siempre del mismo modo (es decir con los tres primeros dedos de cada mano) y traza con ella un signo de cruz horizontal sobre los mismos corporales.



Después, inclinando la patena por el lado que mira al fondo del altar, hará deslizarse la hostia sobre el corporal, concretamente sobre el cuadrado (delimitado por los pliegues) que se sitúa en la parte central y anterior de los corporales.


A continuación apoya la mano izquierda sobre el altar[4] [29] y con la derecha coloca la patena al lado de la Epístola de modo que la mitad de la misma quede oculta debajo de los corporales.


Si hubiese que consagrar partículas en un vaso o copón, después de colocar la patena bajo el corporal, el sacerdote cubrirá de nuevo el copón (o los copones) con la mano derecha, sujetándolos por el pie con la izquierda si fuese necesario.


28 - A continuación, guardando siempre la mano izquierda extendida sobre el altar, el sacerdote toma el cáliz  (por el nudo) con la mano derecha y lo desplaza un poco más hacia el lado de la Epístola. En seguida, con las manos juntas ante el pecho, el sacerdote pasa al extremo de la Epístola (donde al principio de la misa estuvo el misal) y se vuelve de cara al altar. A continuación toma el cáliz (por el nudo) con la mano izquierda (la derecha sobre el pecho) y lo acerca hacia sí, depositándolo sobre el altar, frente a sí.



 
En caso de que se use cucharilla para el agua (como es costumbre en España) el sacerdote la toma por la cinta y la deja sobre el altar. Acto seguido toma el purificador con la mano derecha y con él limpia el interior de la copa del cáliz sosteniéndolo entre tanto con la mano izquierda por el nudo o por el exterior de la copa[5]30. A continuación vuelve a poner el cáliz sobre el altar y toma el purificador por uno de sus extremos sosteniéndolo entre el dedo pulgar de la mano izquierda y el nudo del cáliz (o entre el dedo pulgar y los labios de la copa) rodeando con los demás dedos el nudo o la boca del cáliz y dejando colgar todo el purificador desde el nudo (o desde la boca del cáliz) hasta abajo, de manera que cubra en lo posible tanto el nudo como el pie del mismo.


            Después toma con su mano derecha la vinajera que le presenta el ministro y echa el vino dentro del cáliz. Para evitar que haya gotas que salpiquen es conveniente inclinar un poco el cáliz y verter el vino haciéndolo deslizarse suavemente por la pared de la copa, enderezándolo de nuevo una vez que haya terminado. A continuación devuelve la vinajera al ministro y, conservando la mano izquierda (con el purificador) sobre el nudo (o sobre la boca) del cáliz, bendice con la mano derecha (haciendo un signo de cruz) la vinajera del agua que le presenta el ministro, mientras dice (en voz baja) Deus qui humanae substantiae etc.


            A las palabras per huius aquae et vini mysterium toma con la derecha la vinajera y añade unas gotas de agua al cáliz, con las mismas precauciones que antes indicamos para que las gotas no salpiquen. Si el sacerdote (como es usual en España) se sirve de una cucharilla, tomará con ella el agua de la vinajera (que le presenta el ministro) y tras echarla en el cáliz limpiará la cucharilla con el purificador y la dejará sobre el altar, cerca del velo del cáliz.


Tras lo cual, es conveniente (aunque las rubricas no lo prescriben) que el sacerdote limpie con el purificador las gotas que hayan podido saltar a las paredes interiores del cáliz (Con el dedo índice de la mano derecha envuelto en el purificador). Una vez hecho lo cual el sacerdote, con la mano izquierda, acerca el cáliz (tomándolo por el nudo) a los corporales y vuelve al centro del altar con las manos juntas ante el pecho y llevando el purificador entre ellas. Durante todo este movimiento el sacerdote continúa a recitar en voz baja la oración Deus qui humanae substantiae sin olvidar que al pronunciar el nombre Iesus debe hacer una inclinación de cabeza hacia la cruz.


29 -     Llegado ante el medio del altar el sacerdote se vuelve hacia el retablo, coloca la mano izquierda sobre el altar (fuera de los corporales) y con la mano derecha deposita el purificador (plegado en dos) sobre la mitad de la patena que quedó descubierta. Después toma con la mano derecha el cáliz (por el nudo) y lo eleva hasta delante de su pecho. Al mismo tiempo conduce su mano izquierda hasta sostener con ella el pie del cáliz. El sacerdote sostiene así el cáliz, en el aire, de manera que el límite superior de la copa se encuentre a la altura de sus ojos (no más alto), agarrándolo con la derecha por el nudo y con la izquierda por el pie. En esta posición el sacerdote dirá (en voz baja) la oración Offerimus tibi Domine, etc. manteniendo los ojos elevados hacia el crucifijo durante toda esta oración.



Cuando haya acabado de decir la oración, sosteniendo el cáliz de la misma manera, lo desciende hasta una altura de unos cinco dedos por encima de los corporales y traza con él una cruz horizontal sobre los corporales, pero sin hacerlo pasar por encima de la hostia, y acto seguido lo deposita sobre el cuadrado central de los corporales (es decir: detrás de la hostia). A continuación, tomando la hijuela con la derecha, cubre con ella el cáliz (teniendo la mano izquierda extendida sobre el altar, fuera de los corporales, o mejor: sujetando con ella el pie del cáliz ).


30 -     En seguida el celebrante junta las manos e inclinándose medianamente las apoya sobre el borde del altar (de modo que sólo las puntas de los meniques toquen el frontal), y dice en voz baja In spiritu humilitatis, etc.



Cuando termina de recitar esta oración se pone recto, alza y baja al instante los ojos, mientras que extendiendo, levantando y juntando las manos ante el pecho, dice (en voz baja): Veni Sanctificator etc. y al pronunciar la palabra bene+dic bendice el cáliz y la hostia juntamente, trazando sobre ellos un signo de cruz con la mano derecha, teniendo la izquierda puesta sobre el altar pero fuera de los corporales.


Hecho el signo de cruz, junta de nuevo las manos ante el pecho, va al ángulo de la Epístola donde, vuelto hacia el ministro (y no hacia el retablo) que le presenta el agua y el manutergio, se lava las manos del siguiente modo: el ministro derrama un poco de agua sobre las extremidades[6] [31] de los dedos pulgar e índice de ambas manos del celebrante y este a continuación los enjuga con el manutergio que le presenta igualmente el ministro. Mientras ejecuta esta acción el sacerdote ha de recitar en voz baja el salmo lavabo inter innocentes etc. Ha de notarse que esta ablución ha de realizarse fuera del altar, sosteniendo el ministro en sus manos la vinajera y el platillo. Una vez enjugados los dedos, el sacerdote entrega al ministro el manutergio y volviendo a juntar las manos ante el pecho, se vuelve de cara al retablo para terminar de recitar el salmo leyéndolo (en voz baja) sobre la sacra. Llegado al Gloria Patri hace inclinación de cabeza hacia la cruz, y al sicut erat in principio etc. se pone derecho y se desplaza (siempre con las manos juntas) hasta el centro del altar, terminando de decir la oración.


31 - Una vez en el medio del altar y vuelto hacia él, levanta los ojos al crucifijo y volviéndolos a bajar apoya las manos juntas sobre el altar (de modo que sólo la extremidad de los meniques toquen el frontal) y medianamente inclinado dice (en voz baja) la oración Suscipe Sancta Trinitas.


Acabada la oración, besa el altar en el medio, poniendo ambas manos extendidas sobre el altar, una a cada lado de los corporales (pero fuera de ellos). Acto seguido se endereza juntando las manos ante el pecho, se vuelve (por su derecha) de cara a los fieles y dice (con los ojos bajos y con voz media) Orate fratres mientras extiende y vuelve a unir las manos ante el pecho. El resto: ut meum ac vestrum sacrificium etc. lo continúa en voz baja, mientras se vuelve hacia el altar (con las manos juntas) por su izquierda, de manera a realizar una vuelta completa.


Cuando el ministro (o los fieles) hallan respondido Suscipiat Dominus, etc. el sacerdote dice (en voz baja) Amén.


32 -     A continuación, y sin decir Oremus, vuelto hacia el misal con las manos extendidas ante el pecho, lee (en voz baja) la Secreta, juntando las manos al Per Dominum e inclinando la cabeza hacia la cruz al Iesum Christum. Si la Secreta tiene como conclusión Qui tecum o Qui vivis juntará las manos a las palabras in unitate y no hará inclinación de cabeza.


Si la misa tiene una sola Secreta, el celebrante no termina de decir la conclusión, sino que se para al llegar a las palabras Spiritus Sancti Deus (inclusive).


Si la misa tiene varias Secretas el celebrante recitará la conclusión completa de la primera de ellas (incluso el Amén). A continuación lee las que tenga que añadir bajo una sola conclusión[7] [32]. Esta última conclusión no la dirá completa sino tan sólo hasta las palabras Spiritus Sancti Deus (inclusive).


        Habiendo dicho el Spiritus Sancti Deus de la última Secreta, separa las manos y coloca la derecha extendida sobre el altar (fuera de los corporales), con la izquierda busca en el misal la página del Prefacio conveniente, tras lo cual coloca dicha mano extendida sobre el altar (fuera de los corporales). Teniendo pues ambas manos apoyadas sobre el altar, a ambos lados de los corporales, leerá (en voz alta) Per omnia saecula saeculorum y prosigue así leyendo el resto. Al Sursum corda eleva ambas manos a la altura del pecho (las palmas frente a frente). Al Gratias agamus junta las manos ante el pecho, elevando los ojos a la cruz y al decir Domino Deo nostro inclina la cabeza hacia la cruz. Luego prosigue la lectura (en voz alta) del Prefacio, teniendo las manos extendidas ante el pecho.


33 -     Una vez concluido el Prefacio junta las manos ante el pecho (sin apoyarlas sobre el altar) y se inclina medianamente para recitar el Sanctus que según las rúbricas ha de ser dicho en “voz media” es decir no en secreto, pero tampoco tan alto como las partes que han de ser dichas en voz alta o perfectamente audible. Al llegar a Benedictus se endereza y se santigua del siguiente modo: la mano izquierda extendida sobre la cintura, con la extremidad de los dedos de la derecha se toca la frente al decir Benedictus, el pecho al decir qui venit, el hombro izquierdo al decir in nomine Domini, el hombro derecho al decir Hosanna in excelsis. Terminado el Sanctus el celebrante no vuelve a juntar las manos.32 Siempre en voz baja, con las manos extendidas ante el pecho y sin Oremus.


[1] 26 No se trata de las oraciones que acompanan al ofertorio, las cuales forman parte del ordinario de la misa y serán dichas más adelante en voz baja. La antífona que aquí lee el celebrante es una pieza variable (forma parte del propio) que en los oficios solemnes es cantada por la schola, pero que en la misa rezada el mismo celebrante lee.
[2] La palia de forma redonda que cubre la hostia sólo se conoce en España. Las rúbricas del rito romano no la mientan jamás y tan sólo los autores hispanos hablan de su uso aunque de manera muy somera.
[3] 28 Es decir: las extremidades de los dos dedos anulares y de los dos meniques unidas entre sí.
[4] 29 En general, cuando una mano ejecuta alguna acción, la otra no debe jamás quedar suspendida en el aire sino que deberá colocarse sobre el altar o sobre el pecho, según el movimiento de que se trate.
[5] 30 Aunque muchos autores dicen que en este momento se sostenga el cáliz por el nudo, nos parece mejor sostenerlo por el exterior de la copa de modo que el tallo del cáliz no sufra demasiado.

[6] 31 Aunque las rúbricas no lo prescriben, los autores recomiendan mucho que, por precaución, cada vez que haya que cubrir o descubrir el cáliz en vez de dejar la mano izquierda sobre el altar se sujete con los dedos de la misma el pié del cáliz.
[7] 32 Siempre en voz baja, con las manos extendidas ante el pecho y sin Oremus.

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