viernes, 28 de enero de 2011

LOS COLORES LITÚRGICOS

La variedad de colores en las vestiduras sagradas era cosa conocida en la liturgia mosaica, con la diferencia de que, mientras nuestros ornamentos tienen un color predominante, entre los judíos los cuatro colores litúrgicos — jacinto, púrpura, azafrán y carmesí — debían ir juntos. En los primeros siglos cristianos no se halla rastro de colores litúrgicos propiamente dichos. Los frescos y mosaicos de las antiguas basílicas muestran que el artista ha elegido a su antojo el color de las vestiduras sagradas. Así, San Ambrosio, en el mosaico de la basílica de su nombre en Milán (s.v), aparece vestido de una pénula de color amarillo; amarillas son, asimismo, las pénulas de la capilla de San Sátiro; en cambio, son de color púrpura las de los mosaicos de San Vital, en Rávena (s.Vl).
Muchos documentos de los siglos IV y V — como las Constituciones apostólicas y los Cañones, de Hipólito y Paladio — hablan de "vestidos espléndidos" usados en el servicio litúrgico, lo cual hace suponer que se trataba de tejidos policromos. Esto sería lo más natural. "Sería extraño — dice Braun — que en el siglo V, cuando, como atestigua la carta cornutiana, del 471, se embellecían las basílicas alrededor del ciborio y en los intercolumnios con ricos paños de oro y púrpura, estos colores no apareciesen también en las vestiduras usadas en el altar." Por lo tanto, hay que considerar errónea la opinión de muchos, según los cuales antes del siglo VIII el color blanco fue el único color litúrgico. A lo más, pudo ser el predominante, por ser el color natural del lino y el que los romanos consideraban más indicado para los días de fiesta y las ceremonias religiosas; color albus praecipue decoras Deo est, como símbolo de la pureza ritual.
Los primeros vestigios de la tendencia a usar un color en las vestiduras sagradas relacionado con la festividad litúrgica se encuentran en el Ordo de San Amando (s.IX), publicado por Duchesne. El día de las litaniae maiores, el pontífice y los diáconos induunt se planitas fuscas, y en la fiesta de la Purificación, ingreditur Pontifex sacrario et induit se vestimentis nigris et diaconi similiter planitas induunt nigrasí21. Es un hecho comprobado que el tiempo de los carolingíos coincide con una singular variedad y riqueza de colores en los ornamentos litúrgicos. Un curioso tratadito irlandés de esta época sobre las vestiduras de la santa misa publicado por Moran afirma que en la casulla deben hallarse estos ocho colores: oro (amarillo), azul, blanco, verde, bruno, rojo, negro y púrpura, porque "son misterios y figuras." El inventario de la abadía de San Riquier, compilado en el 831, incluía: Casulae castaneae XL, sericae nigrae V, persae (azules) ser/cae //, ex blatta (rojo vivo), ex pallio XX, galbae (amarillas) sericae V, melnae (?) sericae III. En el mismo siglo, Ansegise regala a la abadía de Fontanelle casulas ex cindato indici colorís ΙΙΙ, viridis colorís ex cindato ítem III. ítem rubri sive sanguinei colorís ex cindato I. blatteam ítem casulam I. Esta variedad de colores litúrgicos era producto de las tendencias místico-simbólicas de aquel tiempo, que veían una relación estrecha entre cada uno de los colores y su eficacia espiritual, y la índole de las diversas fiestas del año eclesiástico. Así se explica que durante mucho tiempo fuera tan diverso en unas y otras iglesias el uso de los colores de las vestiduras sagradas en relación con los tiempos litúrgicos.

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