lunes, 27 de diciembre de 2010

Ars celebrandi: ¿cómo celebrar y enseñar a celebrar la Santa Misa?


1. La forma externa de la celebración es de oración, de coloquio con Dios.
“La celebratio es oración y coloquio con Dios, de Dios con nosotros y de nosotros con Dios. Por tanto, la primera exigencia para una buena celebración es que el sacerdote entable realmente este coloquio” (Benedicto XVI, Encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Albano, 31.8.20061).
Y para entrar en ese coloquio: "Mens concordet voci". “La vox, las palabras preceden a nuestra mente. De ordinario no sucede así. Primero se debe pensar y luego el pensamiento se convierte en palabra. Pero aquí la palabra viene antes. La sagrada liturgia nos da las palabras; nosotros debemos entrar en estas palabras, encontrar la concordia con esta realidad que nos precede” (ibidem).
La misma idea se expresa para los fieles en Sacrosanctum Concilium, n. 11: “para asegurar esta plena eficacia es necesario que los fieles se acerquen a la sagrada Liturgia con recta disposición de ánimo, pongan su alma en consonancia con su voz y colaboren con la gracia divina, para no recibirla en vano”.

2. La Eucaristía es un don recibido por la Iglesia que, iluminada por el Espíritu Santo, le ha dado forma (Benedicto XVI, Ex. ap. Sacramentum caritatis, n. 11). Necesidad de conocer la estructura de la Santa Misa.
“Debemos también aprender a comprender la estructura de la liturgia y por qué está articulada así. La liturgia se ha desarrollado a lo largo de dos milenios e incluso después de la reforma no es algo elaborado sólo por algunos liturgistas. Sigue siendo una continuación de un desarrollo permanente de la adoración y del anuncio. Así, para poder sintonizar bien con ella, es muy importante comprender esta estructura desarrollada a lo largo del tiempo y entrar con nuestra mens en la vox de la Iglesia” (Benedicto XVI, Encuentro con los sacerdotes de la diócesis de Albano, 31-8-2006).
Esto implica la necesidad de conocer las rúbricas, expresión madurada a lo largo de los siglos de los sentimientos de Cristo (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Inst. Redemptionis sacramentum, n. 5). Rúbricas, signos, palabras y gestos que se encuentran contenidos en los libros litúrgicos en vigor, en primer lugar los de la forma ordinaria pero también los de la forma extraordinaria. Los Romanos Pontífices han aconsejado repetidas veces conocer estas prescripciones. También lo recomendaba San Josemaría:
“Ten veneración y respeto por la Santa Liturgia de la Iglesia y por sus ceremonias particulares. -Cúmplelas fielmente. -¿No ves que los pobrecitos hombres necesitamos que hasta lo más grande y noble entre por los sentidos?” (San Josemaría, Camino, 522).
“Debemos hacer nuestras, por asimilación, aquellas palabras de Jesús: «desiderio desideravi hoc Pascha manducare vobiscum» -ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros. De ninguna forma podremos manifestar mejor nuestro máximo interés y amor por el Santo Sacrificio, que guardando esmeradamente hasta la más pequeña de las ceremonias prescritas por la sabiduría de la Iglesia.
Y, además del Amor, debe urgirnos la "necesidad" de parecernos a Jesucristo, no solamente en lo interior, sino también en lo exterior, moviéndonos -en los amplios espacios del altar cristiano- con aquel ritmo y armonía de la santidad obediente, que se identifica con la voluntad de la Esposa de Cristo, es decir, con la Voluntad del mismo Cristo” (San Josemaría, Forja, 833).
“¡Gran misterio la Eucaristía! Misterio que ante todo debe ser celebrado bien. Es necesario que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana y que en cada comunidad se haga lo posible por celebrarla decorosamente, según las normas establecidas, con la participación del pueblo, la colaboración de los diversos ministros en el ejercicio de las funciones previstas para ellos, y cuidando también el aspecto sacro que debe caracterizar la música litúrgica. Un objetivo concreto de este Año de la Eucaristía podría ser estudiar a fondo en cada comunidad parroquial la Ordenación General del Misal Romano” (Juan Pablo II, Carta apost. Mane nobiscum Domine, n. 17).
“Favorece la celebración eucarística que los sacerdotes y los responsables de la pastoral litúrgica se esfuercen en dar a conocer los libros litúrgicos vigentes y las respectivas normas, resaltando las grandes riquezas de la Ordenación General del Misal Romano y de la Ordenación de las Lecturas de la Misa. En las comunidades eclesiales se da quizás por descontado que se conocen y aprecian, pero a menudo no es así. En realidad, son textos que contienen riquezas que custodian y expresan la fe, así como el camino del Pueblo de Dios a lo largo de dos milenios de historia” (Benedicto XVI, Ex. ap. Sacramentum caritatis, n. 40).
Institutio Generalis Missalis Romani (IGMR), n. 55: “La parte principal de la Liturgia de la Palabra la constituyen las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura, junto con los cánticos que se intercalan entre ellas; y la homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y la concluyen. Pues en las lecturas, que la homilía explica, Dios habla a su pueblo, le desvela los misterios de la redención y de la salvación, y le ofrece alimento espiritual; en fin, Cristo mismo, por su palabra, se hace presente en medio de los fieles. El pueblo hace suya esta palabra divina por el silencio y por los cantos; se adhiere a ella por la profesión de fe; y nutrido por ella, expresa sus súplicas con la oración universal por las necesidades de toda la Iglesia y por la salvación de todo el mundo”.
IGMR, n. 78: “En este momento comienza el centro y la cumbre de toda la celebración, esto es, la Plegaria Eucarística, que ciertamente es una oración de acción de gracias y de santificación. El sacerdote invita al pueblo a elevar los corazones hacia el Señor, en oración y en acción de gracias, y lo asocia a sí mismo en la oración que él dirige en nombre de toda la comunidad a Dios Padre, por Jesucristo, en el Espíritu Santo. El sentido de esta oración es que toda la asamblea de los fieles se una con Cristo en la confesión de las maravillas de Dios y en la ofrenda del sacrificio. La Plegaria Eucarística exige que todos la escuchen con reverencia y con silencio”.

Juan José Silvestre
noviembre 2010
http://www.collationes.org

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