jueves, 26 de abril de 2012

LA REFORMA DEL VATICANO II Y LA PLEGARIA EUCARÍSTICA - LOS CRITERIOS DE TRABAJO

Si a lo largo de los trabajos del concilio no se registran hechos particularmente relevantes a propósito de la plegaria eucarística (la orientación prevalente ha sido la de no considerar el canon entre "las partes de la misa" para las que se pueda prever el uso de la lengua vernácula: cf SC 54), los años inmediatamente siguientes ven abrirse un debate muy vivo y el comienzo de una serie de opciones de reforma de notable amplitud.
Precisamente para poder captar todas las dimensiones del problema, nos mantenemos atentos al sucederse de las diversas etapas con las que la intervención de los organismos oficiales encargados de la reforma se ha ido poco a poco manifestando.

Era inevitable que la progresiva actuación de la reforma de la misa —el uso cada vez más amplio de la lengua nacional, en particular— planteara también de modo explícito el problema pastoral del canon. Se reconocían ciertamente en el texto antiguo y solemne de la anáfora romana riquezas doctrinales y líneas de pensamiento de muy fecunda espiritualidad; por otra parte, se manifestaba de modo cada vez más evidente que el canon romano no tenía las características lineales y de claridad que facilitaran una participación activa y consciente por parte de la asamblea. Cuando el problema se planteó públicamente, prevaleció la opinión de quien desaconsejaba un retoque, bastante consistente, en un texto tan venerable, y sugería más bien abrirse a la posibilidad de tener nuevas plegarias eucarísticas junto al canon romano.
Pero el análisis de las intervenciones oficiales que acompañaron a la publicación de tres nuevas plegarias eucarísticas en 1968 muestra que tal elección no está dictada primariamente por el intento de obviar los límites del canon romano. La preocupación prioritaria era de signo positivo: optando por una pluralidad de plegarias eucarísticas, se da mejor razón de un dato significativo de la tradición antigua y se nos abre a la posibilidad de un comentario más rico y articulado del significado del memorial pascual'". Una precisión ulterior la tenemos cuando las nuevas plegarias eucarísticas se publican como parte integrante del Missale Romanum. En la OGMR se precisa, de hecho, con autoridad, cuál debe ser la fisonomía fundamental de la plegaria eucarística y con qué estructura se debe articular (cf nn. 54-55): la anáfora es esencialmente oración presidencial de acción de gracias y de santificación, a la que el pueblo entero se asocia para proclamar las obras de Dios y para ofrecer el sacrificio: los elementos principales que la constituyen son la acción de gracias introductoria; la aclamación del sanctus; la epíclesis de consagración y de comunión; la narración de la institución; la anamnesis; el ofrecimiento; las intercesiones; la doxología final". De este modo se codifican los elementos más importantes que las tradiciones de Oriente y Occidente proponían.
Por lo demás, la voluntad de abrirse a todo el dato de la tradición litúrgica queda manifiesta perfectamente —como se documentará en los estudios a que haremos alusión dentro de poco— en el hecho de que, como verdaderas fuentes de las tres nuevas plegarias eucarísticas, se asumen primariamente la tradición romana (plegaria 11), la gálica y la hispánica (plegaria 111), y la oriental (plegaria IV).
F. Brovell

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