viernes, 27 de abril de 2012

LOS TRES NUEVOS TEXTOS DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA DE LA REFORMA DEL VATICANO II

Debiéndonos limitar a aspectos de carácter sintético, preferimos caracterizar bajo la perspectiva temática la aportación realizada por los tres nuevos textos, que entraron en el uso litúrgico a partir de 1968 ".
El primero de ellos (plegaria II) asume como su fuente directa la anáfora de la Traditio apostólica de Hipólito". El texto antiguo ha sido modificado y repensado de tal modo que ahora la plegaria aparece como una creación nueva. Entre las integraciones, la más notable es la de la epíclesis de consagración ("... santifica estos dones con la efusión de tu Espíritu"). Es inmediatamente evidente la connotación cristológica de la plegaria: la celebración eucarística no es memoria de uno de tantos acontecimientos de la historia de la salvación ni de uno de los múltiples misterios de Cristo, sino de la pascua, que es el centro recapitulador de tal historia/acontecimiento. Encontramos en la plegaria un doble nivel de referencia a Cristo: el primero va en el sentido de que la entera historia salutis se compendia en él; el segundo ve en el acontecimiento pascual de Cristo la síntesis de toda su vida (prefacio). Bajo esta perspectiva, resulta bien evidenciadala relación entre la pascua y el memorial, que el Maestro ha querido que fuera repetido en su memoria (consagración). El evento definitivo de la pascua constituye a la iglesia, pueblo que vive en el tiempo de la nueva alianza: la eucaristía, en cuanto actualiza la eficacia salvífica del sacrificio con el que Cristo ha vuelto a adquirir para el Padre el "pueblo santo", edifica también hoy en el Espíritu a la iglesia (después de la consagración).


Resulta más difícil caracterizar el segundo texto (plegaria III), que deriva inmediatamente de la refundición del proyecto Vagaggini, pero que Jounel juzga, en su redacción final, como "enteramente nutrido de cultura bíblica y patrística, además de reminiscencias de diversas liturgias,  pero al mismo tiempo abierto a las preocupaciones y al lenguaje de  la iglesia de nuestro tiempo". En la sucesión de los diversos elementos que lo componen podemos notar en particular: la estructura trinitaria del "Santo eres en verdad, Señor", que se abre al final a la consideración del tema de la iglesia; la oración de anamnesis (después de la consagración), que comenta con gran variedad de acentos el significado salvífico de la pascua e introduce el tema del ofrecimiento del sacrificio "vivo y santo", realizado en "acción de gracias"; la intercesión ("que esta víctima de reconciliación..."), en la que se pasa sucesivamente de la oración por el mundo entero (Col 1,19- 20) a la oración por la iglesia "todo el pueblo redimido por ti" (1 Pe 2,9), por la asamblea reunida, por los hermanos difuntos, hasta abrirse a "todos tus hijos dispersos por el mundo" (Jn 11,52). En particular, merece ser puesta de manifiesto la acentuación del significado soteriológico del memorial del sacrificio de Cristo: la alusión inicial a la bondad de las cosas vivificadas en Cristo ("das vida y santificas todo"), el hecho de que la extensión de la oración de anamnesis se prolongue hasta incluir la parusía ("mientras esperamos su venida"), el relieve —inspirado en Pablo— de la "hostia nostrae reconciliationis" ("esta víctima de reconciliación"), el universalismo de las intercesiones, son todos ellos elementos que ponen de manifiesto cómo la eucaristía constituye el sacramento del único sacrificio que ha redimido el mundo y la historia de los hombres, reconciliándolos con Dios.
En la determinación de las fuentes utilizadas para la redacción del tercer texto (plegaria IV) son necesarias varias referencias. La primera pone de manifiesto la analogía con las anáforas orientales, a las que, por lo demás (piénsese, en particular, en la de san Basilio), el proyecto "C" de Vagaggini se refería explícitamente; Jounel vería ahí también los signos de una notable presencia del pensamiento de O. Casel. En la sucesión  de las diversas partes van emergiendo las particularidades más evidentes del texto: la amplia y sugestiva memoria de la historia de la salvación pensada sobre el fondo del esquema trinitario y cuyos inicios están ya en el acontecimiento de la creación (antes de la consagración); la epíclesis de comunión ("congregados en un solo cuerpo por el Espíritu Santo"), que se abre al tema del culto espiritual ("seamos... víctima viva": Rom 12,1); la intercesión final ("Padre de bondad..."), claramente inspirada en una perspectiva universalista y abierta a la espera del "reino... junto con toda la creación libre ya de pecado y de muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro" (Rom 8,21; 1 Cor 15,26-28; 1 Pe 3,13). En una perspectiva sintética, hay que poner de relieve el hecho de que la eucaristía sea leída, en su significado más profundo, a la luz de la historia de las alianzas (antes de la consagración), es decir, en cuanto cumplimiento de aquel proyecto de Dios que desde el principio aparece manifiesto. A esta luz la eucaristía aparece en el centro de la "plenitud de los tiempos", memorial del evento culminante de la pascua, nuevo y definitivo pacto entre Dios y el hombre ("... el gran misterio que nos dejó como alianza eterna").  Por la acción de la eucaristía-alianza se crea continuamente una comunidad —la iglesia— capaz de culto espiritual.
Las tres nuevas plegarias eucarísticas tienen como características comunes: una estructura más unitaria, un lenguaje más claro, la doble epíclesis o invocación del Espíritu Santo (antes y después de la consagración), la aclamación de los fieles después de la consagración, las intercesiones antes de la doxología final, la disposición ordenada de los diversos elementos constitutivos, en armonía con el esquema propuesto por OGMR 55.
F. Brovell

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