sábado, 28 de abril de 2012

LOS DESARROLLOS POSTERIORES AL CONCILIO DE LA PLEGARIA EUCARÍSTICA


Con la publicación de las tres nuevas anáforas no se agota el camino de la reforma posconciliar a este respecto: a nivel de debate y de textos hay que registrar ulteriores pasos.
La autorizada carta circular Eucharistiae participationem, de 1973, tiene ciertamente una intención de carácter disciplinar: después del atento estudio del fenómeno de la proliferación de las plegarias eucarísticas, la sede Apostólica considera oportuno reservarse el derecho de decidir en lo que se refiere a un capítulo tan importante de la praxis litúrgica. En realidad, el documento añade a esta precisión, expresada de un modo muy neto, la invitación a valorar los espacios ya consentidos para un trabajo creativo, y manifiesta la propia disponibilidad a tomar en consideración ocasionales peticiones formuladas por las conferencias episcopales "para la eventual composición e introducción en el uso litúrgico, en circunstancias particulares, de una nueva oración eucarística..." (n. 6). No parecería, por tanto, ausente del texto la preocupación de crear las condiciones para un ulterior paso de reforma, prevista ya como probable.

Como confirmación de esto mismo está la intervención del 1 de noviembre de 1974, en la que la Congregación para el culto divino presenta los esquemas de plegarias eucarísticas en lengua latina para la composición de tres anáforas para ser usadas en las misas con niños, y de dos anáforas sobre el tema de la reconciliación para utilizarlas con ocasión del año santo de 1975 y en otras circunstancias.
De este desarrollo posterior, con el que se introducen de hecho en las iglesias particulares nuevas plegarias eucarísticas, nos parece importante señalar sobre todo su significado global. Se ponen de relieve dos criterios de fondo: la más estricta relación que debe existir entre el texto de la anáfora y la especificidad de una asamblea reunida para la eucaristía (éste es el caso de las plegarias eucarísticas para las misas con niños); la oportunidad de la conexión
entre el texto de la anáfora y algunos acontecimientos eclesiales especialmente significativos (el año santo, en este caso) o, más en general, la posibilidad de introducir nuevos puntos de vista para releer la historia de la salvación, de la que la eucaristía es memorial. Respecto de la aportación realizada por cada uno de los textos, nos limitaremos a algunos aspectos relevantes y sintéticos. Los textos para las misas con niños confirman, por una parte, el esquema tradicional de plegaria eucarística;  pero encuentra espacio en ellos —y con frecuencia con formas creativas
y no carentes de interés— una atención más marcada al problema celebrativo que haga posible una participación más plena y activa de la asamblea; tampoco desde un punto de vista temático faltan acentuaciones de un cierto interés, sobre todo por la importancia conferida al tema de la acción de gracias y por las frecuentes y concretas referencias a Cristo y al amor que lo ha conducido a la pascua. En las dos plegarias eucarísticas de la reconciliación se confirman las opciones de estructura y de inspiración de la reforma conciliar: se puede notar ahí, como algo positivo, la relevante presencia de referencias a textos bíblicos y del Vat. II. Sin embargo, es todavía más significativo el hecho de que el valor salvífico de la eucaristía se reinterpreta en términos de reconciliación.
Ésta se revela como una categoría central de la historia de la salvación y excelente clave hermenéutica de la obra y de la persona de Cristo; en este sentido y por esta razón la reconciliación puede ser asumida  como referencia temática capaz de inspirar también los textos de plegarias eucarísticas.
Un último capítulo de desarrollo, que merece ser considerado, es el conjunto de plegarias eucarísticas que han recibido autorización oficial para su uso litúrgico en situaciones y contextos específicos. No importa aquí hacer un elenco completo de ellas ni iniciar un comentario detallado; baste señalar que tal conjunto de plegarias eucarísticas parecen una confirmación posterior de algunos criterios de reforma ya aparecidos en precedencia, o, incluso, pueden entreverse otros nuevos. En particular: algunos momentos significativos de la vida de las comunidades eclesiales se convierten en ocasión para tematizar la eucaristía de un modo más amplio y articulado, de tal modo que se da espacio a contenidos percibidos hoy como prioritarios y se favorece una más intensa participación: éste es el caso, por ejemplo, de los textos para el sínodo de los católicos suizos, para el convenio pastoral de la iglesia holandesa, para el congreso eucarístico de Manaus, en Brasil. Se va abriendo también camino la exigencia de tener plegarias eucarísticas mejor sintonizadas con el contexto cultural dentro del que se sitúa la liturgia: es el caso, por ejemplo, de la iglesia australiana, que prepara un "ensayo para expresar la eucaristía en las tradiciones culturales y en los esquemas de pensamiento de los pueblos aborígenes de Australia". De este modo la realización progresiva de la reforma va evidenciando desarrollos interesantes.
F. Brovell

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