viernes, 18 de marzo de 2011

¿POR QUÉ LAS IMÁGENES SAGRADAS?

La transmisión oral o escrita del mensaje de la salvación hace uso directo de la palabra revelada en el documento por excelencia que es la Biblia, o recurre a otras fuentes de la religión cristiana como son los textos de los santos padres, la liturgia, las homilías, o las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia. La transmisión visiva de la salvación se da por medio de colores, signos, símbolos, gestos, o  por el dramatismo de una escena: «como todos obtenemos la salvación por las letras contenidas en los libros de los santos Evangelios, del mismo modo todos, intelectuales y analfabetos, reciben su parte de los beneficios de la energía icónica de los colores que son a su disposición; porque lo que la palabra anuncia y hace presente con sonidos, lo mismo el diseño anuncia y hace presente con los colores»[1].
El cristianismo siempre ha recurrido al uso de imágenes para hacerse comprender por sus destinatarios:
- El Génesis no usa términos abstractos para describir la acción originaria de Dios, usa un término artístico: “crear”. El autor sacro nos pone en contacto con el obrar de Dios através de un conocimiento sensible que pasa por la vista. Los principales verbos de la fe bíblica son “escuchar” y “ver”. En el libro de los Proverbios se dice: «El oído para escuchar, el ojo para ver: los dos los ha hecho el Señor» (Pr 20,12).
- El evangelista San Juan afirma que «en el principio era el Verbo» (Jn 1,1). Con esto no niega la imagen: «el verbo se hace carne y habitó entre nosotros, y nosotros vemos su gloria» (Jn 1,14). A la presencia invisible de Dios en la antigua alianza, sigue, con la Encarnación del Verbo, la presencia personal y sensible de Dios entre los hombres.
- El mismo Jesús centra su enseñanza sobre la “pedagogía del ver”: «Observen como crecen los lirios del campo» (Mt 6,28). Y del ver nace la fe: «Viendo aquello que había ocurrido, el centurión glorificaba a Dios» (Lc 23,47).
Surgida de las raíces de la Revelación, el arte cristiana no es arte por el arte; ella tiene un fin religioso bien preciso: hacer visible lo invisible. «Los artistas de todos los tiempos han ofrecido, para contemplación y asombro de los fieles, los hechos más sobresalientes del misterio de la salvación, presentándolo en el esplendor del color y la perfección de la belleza. Es éste un indicio de cómo hoy más que nunca, en la civilización de la imagen, la imagen sagrada puede expresar mucho más que la misma palabra, dada la gran eficacia de su dinamismo de comunicación y de transmisión del mensaje evangélico».


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