sábado, 14 de mayo de 2011

EL TETRAMORFO


El tetramorfo es uno de los símbolos más representados en el arte cristiano durante todas las épocas. Su significado es amplio y profundo, y va más allá de la tradición cristiana. En el Antiguo Testamento aparece con la visión del profeta Ezequiel:

En medio del fuego, vi la figura de cuatro seres vivientes, que por su aspecto parecían hombres. Cada uno tenía cuatro rostros y cuatro alas. Sus piernas eran rectas; sus pies, como pezuñas de ternero, y resplandecían con el fulgor del bronce bruñido. Por debajo de sus alas, aparecían unas manos de hombre, sobre los cuatro costados; los cuatro seres tenían rostros y alas. Sus alas se tocaban unas a las otras, y ellos no se volvían cuando avanzaban: cada uno iba derecho hacia adelante. En cuanto a la forma de sus rostros, los cuatro tenían un rostro de hombre, un rostro de león a la derecha, un rostro de toro a la izquierda, y un rostro de águila. Sus alas estaban extendidas hacia lo alto: cada uno tenía dos alas que se tocaban entre sí y otras dos que les cubrían el cuerpo. Ellos avanzaban de frente: iban adonde los impulsaba el espíritu, y no se volvían al avanzar. Entre los seres vivientes había un fuego como de brasas incandescentes, como de antorchas, que se agitaba en medio de ellos; el fuego resplandecía, y de él salían rayos. Los seres vivientes iban y venían, y parecían relámpagos (Ez 1,5-14).

El profeta utiliza la visión de los cuatro seres para expresar la cercanía de Dios hacia su pueblo, que ha visto destruida Jerusalén y se encuentra deportado en tierra extraña. En el Nuevo Testamento se repite nuevamente esta visión, en él Apocalipsis de San Juan:

Pero uno de los Ancianos me dijo: “No llores: ha triunfado el León de la tribu de Judá, el Retoño de David, y él abrirá el libro y sus siete sellos”. Entonces vi un Cordero que parecía haber sido inmolado: estaba de pie entre el trono y los cuatro Seres Vivientes, en medio de los veinticuatro Ancianos. Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados a toda la tierra. El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono.

Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero (Ap 5,5-8).

La tierra y los pueblos se postran ante Cristo que ha vencido a la muerte, el Cordero. Gracias a Él las puertas del cielo están abiertas.

           La tradición patrística relaciona los cuatro seres vivientes, con los cuatro escritores de los Evangelios. Es San Jerónimo quien especifica con más precisión, la atribución de cada Evangelista a su correspondiente ser viviente de la visión apocalíptica: San Mateo = forma-hombre, porque presenta en el primer capítulo de su Evangelio la genealogía humana de Jesús. San Marcos = forma-león, porque su Evangelio comienza con la predicación de Juan el Bautista, comparado al rugido del león del desierto. San Lucas = forma-toro, porque su Evangelio comienza con el sacrificio que oficia el sacerdote Zacarías. San Juan = forma-águila, porque en su prólogo sabe volar más alto que estas aves, consideradas como las que vuelan más alto. Otros escritores cristianos los ponen en relación con momentos salvíficos de la vida de Cristo, como San Gregorio Magno: San Mateo = forma-hombre, por la encarnación de Cristo. San Lucas = forma-toro, por el supremo sacrificio de Cristo. San Marcos = forma-león, por la Resurrección de Cristo. San Juan = forma-águila, por la Ascensión de Cristo. Las cuatro figuras, entran en relación con la imagen del cordero representada en al Altar. Ellos se constituyen en portadores de la nueva Revelación, la tierra ha recibido de lo alto el mensaje de la verdadera renovación, llevada a cabo por el Cordero, que puede situarse en el centro mismo del cielo, en el lugar de Dios.

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