sábado, 28 de enero de 2012

SALMOS Y CÁNTICOS - LOS DIVERSOS COMPONENTES DE LA LITURGIA DE LAS HORAS

La LH se compone de salmos (con títulos, antífonas, oraciones sálmicas), cánticos bíblicos, lecturas bíblicas, patrísticas, de otros autores eclesiásticos (con didascalías propias), responsorios, himnos, preces y oraciones. Se prevén también espacios de silencio meditativo.
Salmos y cánticos
Puesto que este Diccionario estudia en otro lugar el aspecto bíblico-exegético de los salmos, bastarán aquí algunas indicaciones más estrechamente vinculadas con su función en la LH.

Los salmos constituyen la verdadera médula de la LH, a la que confieren la nota característica de alabanza divina profundamente impregnada de lirismo religioso. Aunque los expresó una cultura históricamente bastante lejana de nosotros, son apropiados para transformar en coloquio con Dios los sentimientos, las emociones y las situaciones connaturales del hombre de todos los tiempos: el dolor, la alegría, el miedo, la confianza, la petición, la acción de gracias.
Reflejan la condición del hombre ante la enfermedad, la muerte, la persecución, los peligros, las humillaciones, el bien y el mal. Reflejan asimismo las más íntimas e irreprimibles aspiraciones del corazón humano.
Sin embargo, la iglesia privilegia a los salmos no tanto por su carga humana, aunque es fuerte y vibrante, sino sobre todo porque están inspirados, en orden a la oración, por el Espíritu Santo, los usaron Cristo mismo y los apóstoles, y la tradición cristiana los ha considerado como voz de Cristo (o de la iglesia unida a él) al Padre, o bien voz de la iglesia al esposo, voz del Padre sobre Cristo o, en todo caso, siempre como canto divino sobre las realidades más vitales de la salvación. Esta perspectiva confirma que la oración con los salmos es de actualidad en todos los tiempos entre todos los fieles y en todas las situaciones.
Cada uno de los orantes o cada una de las asambleas son ministros de la oración de la iglesia y de Cristo, llamados a manifestar no sólo sus problemas existenciales del momento, sino sobre todo a hacerse eco del alma de Cristo y de la iglesia en el encuentro con Dios Padre en el Espíritu. El hombre no se salva exteriorizándose a sí mismo y su mundo, sino entrando en comunicación con Cristo salvador a través de la iglesia. En efecto, la vida del cristiano, por definición, consiste en solidarizarse lo más posible con Cristo.
Entonces es cuando el hombre se personaliza en cuanto cristiano. Por consiguiente, la oración de los salmos no será nunca despersonalizada y separada, porque con eiía se asume y se hace propia la personalidad de Cristo y de la iglesia. Por otra parte, Cristo se ha revestido de la existencia humana con todas sus connotaciones, salvo el pecado; por eso el que reza con verdadera participación interior los salmos, aun sintiéndose llamado a identificarse completamente con Cristo y con la iglesia, al mismo tiempo se sentirá valorado al máximo en la propia esfera personal humana y religiosa.
No hay que ignorar ciertamente las dificultades, a veces incluso grandes, para llegar a esta perfecta armonía entre lo personal y lo objetivo en los salmos; pero el hecho de que escuadrones de orantes de todas las generaciones y también de las nuestras los hayan encontrado plenamente satisfactorios es prueba de que con el ejercicio, las disposiciones interiores y las meditaciones se puede llegar a ello (cf OGLH 100-109).
La LH valoriza todos los salmos, excepto los considerados por algunos más marcadamente imprecatorios (57; 82; 108, y cierto número de versículos de unos cuantos más), y esto en consideración a las dificultades psicológicas de algunas categorías de personas (OGLH 131), no ciertamente por una carencia intrínseca de los salmos mismos.
La LH sitúa otros salmos en los tiempos fuertes (adviento, tiempo de navidad, cuaresma, tiempo pascual) porque los califica como históricos (77; 104; 105); y por tanto, por sus referencias a las peripecias más determinantes del pueblo elegido tomadas como tipo de las del NT, empalman mejor con los períodos litúrgicos más marcadamente conmemorativos (OGLH 130). Por eso no fue aceptada la valoración de que estos salmos no son adecuados para la oración. Al contrario, lo son por un título especial. Sin embargo, hay que reconocer que fue precisamente esa oración, expresada erróneamente por algunos, la que condujo a la solución que hemos recordado.
En el salterio litúrgico están también entrelazados con los salmos treinta y cinco cánticos bíblicos, de los que veintiséis son del AT y nueve del NT, a los que hay que añadir los tres evangélicos. Otros cánticos del AT se utilizan en las vigilias alargadas o celebraciones de vigilias, destinadas a prolongar el oficio de lecturas para los contemplativos u otros que lo deseen (OGLH 73).
Los salmos y los cánticos están acompañados de antífonas, que proporcionan generalmente su clave interpretativa litúrgica. Se tienen también los dos títulos, el primero de los cuales evoca más bien el contexto bíblico, y el otro la perspectiva más propiamente litúrgica. La reforma ha previsto también las oraciones sálmicas.
Los salmos y los cánticos, sin excepción alguna, son composiciones líricas destinadas al canto, y sólo con éste pueden desplegar plenamente las peculiaridades propias de su género literario (OGLH 103; 269; 277).
Para los cánticos, esta observación relativa al canto podría ser menos evidente, en especial para los neotestamentarios; pero no hay duda de que en el espíritu de la reforma su elección estuvo determinada por su contenido lírico y, precisamente por eso, con vistas al canto. Hay que tener presente que quien ha inspirado los salmos como pieza de canto ha inspirado también su naturaleza cantable. Más aún, san Juan Crisóstomo dice incluso que el Espíritu Santo es autor de su melodía, y que Dios mismo es su cantor". Esto vale por analogía también para los cánticos.

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