miércoles, 9 de febrero de 2011

EL CANTO DEL SILENCIO

El encuentro con el Misterio viene del silencio, se realiza en el silencio y conduce al silencio. El silencio revela el Misterio sin profanarlo. No es un simple callar fisiológico, sino plenitud, densidad y profundidad de vida. El silencio es la expresividad del inefable, del estupor, de la maravilla, del éxtasis. El éxtasis es por naturaleza inefable, está más allá de una experiencia normal, pasa por alto los confines del límite humano del intelecto y se proyecta en el silencio sublime del Misterio. Dios es Misterio. También el hombre, imagen y semejanza de Dios, es misterio. El Misterio de Dios se encuentra con el Misterio del hombre en la profundidad del corazón del hombre. En esta profundidad se realiza el místico dialogo entre el Creador y su creatura. Esto ocurre a través del lenguaje inefable del silencio: Aquí la verdad de Dios se hace luz; y el verbo se transfigura en plenitud de canto.
El silencio no es solo un espacio que está antes o después de la Palabra, es la misma interioridad de la Palabra. Como afirma Dietrich Bonhoeffer al inicio de su Cristología, «cada doctrina sobre Cristo inicia en el silencio. “Permanece en el silencio, porque es absoluto…” El silencio de la Iglesia es silencio delante a la Palabra. Mientras anuncia la Palabra, la Iglesia en realidad se postra delante a lo inexpresable: “postrados en silencio delante del inefable” (Cirilo de Alejandría)». Es le experiencia de Elías, que percibe la presencia de Dios solo cuando sintonizó con la «voz sutil del silencio» (Cf. 1 Re 19,12): El hombre escucha a Dios en el silencio adorante y transfigurante que se hace fecundidad de la Palabra donada por la inefable condescendencia divina y acogida con  amor por el hombre. Justamente, en el himno de la fiesta de la Purificación, María es definida Verbi silentis muta mater, Madre silenciosa del Verbo silencioso.
La música misma puede ser definida como un pentagrama de silencio intercalado por vibraciones sonoras. La música florece y se dona en una atmósfera de silencio. El sonido es el silencio que nace y se transforma en canto, así como solo el silencio resalta todos los eventos sonoros. Como en la música los silencios ofrecen expresiones más ricas y más fuertes, así los silencios en las celebraciones litúrgicas provocan emociones más intensas y, sobretodo, comunican la suprema profundidad de la Revelación.
  La celebración del misterio revelado y acogido en la divina liturgia es un evento de silencio intercalado por dos vibraciones sonoras: el Verbum Domini, que viene a nosotros en el sacramento, y nuestra laus perennis, que se eleva a Dios como suave perfume de incienso. Así como el canto, también el silencio es «parte necesaria e integral de la celebración» (SC 112) «para acoger en los corazones la plena resonancia de la voz del Espíritu Santo, para unir más estrechamente la oración personal con la palabra de Dios y con la voz pública de la Iglesia» (IGLH 202). El silencio es luz que ilumina la Palabra para que ella sea vivificante; la luz hace germinar la Palabra en el corazón del hombre porque se transforma en canto de alabanza y de acción de gracias.
Recíprocamente, cada tensión de canto doxológico, cada canto de alabanza elevado al Padre y que fluye del encuentro con el inefable del misterio, se conquista en el silencio adorante y contemplante que es éxtasis de amor. La expresa muy bien la mística carmelitana Elizabet de la Trinidad, cuando afirma que «Es el amor abrumado por la belleza, por la fuerza, por la grandeza inmensa del objeto amado, que cae en un especie de desmayo, en un silencio pleno y profundo. El silencio del que habla David cuando exclama: tibi silentium laus. Es la alabanza más bella porque es aquella que se canta en el seno de la beata Trinidad» (Elizabet de la Trinidad, Ultimo ritiro di Laudem Gloriae: Ottavo giorno, in Scritti, tr. It. Ed. OCD, Roma 1967, 647)


Traducción mía
Giuseppe Liberto, Cantare il Mistero. Múscia santa per la liturgia.
Director de la Capilla musical ponticifia “Sixtina”.

0 comentarios:

Publicar un comentario