domingo, 26 de diciembre de 2010

EL AMBÓN


            La dignidad de la Palabra de Dios exige que para la proclamación de las lecturas bíblicas haya un ambón estable dispuesto de tal manera que los fieles puedan ver y escuchar. Es como la tribuna para la lectura de la Ley en la reconstrucción de Jerusalén. Es el monumento a la Palabra de Dios, que convoca a su pueblo en asamblea para renovar la Alianza. Es el lugar mimético del anuncio fundante de la fe, por tanto, la simbolización del sepulcro vacío en la mañana de Pascua. 
            La palabra ambón deriva del griego anabaino, que quiere decir: subir, ascender. Posiblemente este elemento tiene sus antecedentes en al antiguo testamento, o en la sinagogas hebraicas. Recuerda el cenáculo, lugar alto donde fue la Cena y Pentecostés, o la santa montaña: Sión, el Sinaí, el Tabor. Es elevado, porque el anuncio salvador desciende de lo alto. 

            El ambón no es un mueble, sino el lugar de la Proclamación de la Palabra, signo visible del anuncio de salvación, lugar de la presencia del Señor en su Palabra. Ahí queda el Leccionario en la página del día, o el Evangeliario en el Evangelio del domingo. Y es único, pues una sola es la Palabra, uno el Verbo encarnado, uno el sepulcro de la Resurrección. 
            El ambón tiene un lugar de vital importancia, como nos lo recuerda la Institución General del  Misal Romano: La importancia de la palabra de Dios exige que haya en la Iglesia un lugar apto del cual ella sea anunciada, y hacia el cual, durante la Liturgia de la Palabra, espontáneamente se dirija la atención de los fieles […].  Colocado en modo tal que los ministros puedan fácilmente ser vistos y escuchados por los fieles.   
            El ambón, como dijimos anteriormente es colocado en un lugar fijo y no es un simple soporte móvil. Está también elevado porque representa la presencia de Cristo que permanece eternamente en el mundo (esto va en contra de un ambón provisorio o móvil). Se ha tenido en cuenta una fuerte relación arquitectónica entre el ambón y el altar, porque la liturgia de la Palabra y la Celebración de la Eucaristía constituyen un único acto de culto. De este modo se expresa la unidad de Cristo que se presenta a sí mismo a la Iglesia bajo diferentes aspectos. El ambón se relaciona con el altar, sin perder su puesto subordinado con respecto a este, porque Cristo está presente, sobre todo, en la especie Eucarística. La lectura proclamada es signo de la presencia de Cristo. Es Él quien habla cuando son leídas las escrituras. La palabra de Cristo puede considerarse como alimento espiritual, semilla que espera caer en tierra buena. La palabra es alimento espiritual que nutre las almas de los fieles61. «La Parola deve essere mangiata perché deve divenire carne della nostra carne e spirito del nostro spirito».
            Desde el ambón se comunica la buena noticia a todos los pueblos de la tierra: «Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mt 16,15). El ambón es el santuario en el que Dios habla a su pueblo y en el que la Iglesia ofrece a los hombres, a través de sus ministros, la buena noticia de la palabra de Dios, y, sobre todo, la buena noticia de la resurrección de Cristo. «è la voce stessa del Figlio di Dio che risuona ancora una volta alle orecchie dei cristiani»63. Invitación a acoger la palabra de Dios con la alegría de la Magdalena y de los apóstoles. Para esto es necesaria la experiencia de la muerte y la resurrección del Señor. 

1 comentarios:

giuseppe48 dijo...

Referencia al altar, no significa que deba estar tan cerca de el que lo tape, u obstruya la vista del altar.

Por ello me llama la atención que las actuales normas lo situen "en el presbiterio" cuando que la tradición de 1600 años lo sitúan "in medio ecclesiae". Por otra parte la unidad...., es cierto que una es la Palabra, uno el sepulcro del Resucitado, pero siempre se dió especial dignidad al Evangelio y al Evangeliario. Tradicionalmente, (San Carlos Borromeo lo prescribe para sus iglesias) se construían dos ambones altos, uno para la epístola y otra para el Evangelio ¿cuando empezó esa división? aparece en la iglesia de Grado en dos niveles, y en San Lorenzo en Florencia en pleno renacimiento. Hoy día se pide lo contrario, un ambón, en donde se hace todo: lecturas, oración de los fieles, y a veces..., cosa que repruebo, la homilía.

En cuanto a la altura..., eso obedecía tan sólo a problemas de acústica? No, era Cristo resucitado que nos habla de lo alto "estas cosas se predicarán desde los tejados".

Me pregunto si alguna vez podremos volver al uso de esos bellísimos ambones altos, metidos en el lado norte de la nave, que permiten que la procesión al Evangelio sea una verdadera procesión, y que su altura sugiere efectivamente la Resurrección.

Con los ambones que hemos venido construyendo "al lado del altar" lo único que hemos logrado es tapar éste. Da la impresión de que no nos hemos querido separar demasiado del "cornu evangelii" del altar y hemos puesto el ambón lo más cercano a esa esquina. Desde luego que cuando se actúa así, adiós procesión, adiós altura, adiós visibilidad.

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