lunes, 12 de marzo de 2012

LOS LÍMITES DE LA EXPERIENCIA EUCARÍSTICA: «YA» Y «TODAVÍA-NO»

La gozosa experiencia de plenitud no nos debe hacer olvidar los muchos límites de nuestra Eucaristía. La celebración del misterio pascual nos remite inexorablemente a su cumplimiento, al día de «su venida» definitiva. Se vive, pues, en toda celebración el «ya y todavía-no» de la escatología que acrecienta la esperanza y el deseo de la venida de Cristo. No se olvide que es en lo interno de la celebración donde brota del corazón de la Iglesia Esposa, bajo el impulso del Espíritu, el «Marana-thà», como grito impaciente después de cada encuentro con Cristo que ha dejado casi una herida en el corazón de la Iglesia. Pero allí está también el «todavía-no» de la historia, es decir, la experiencia no total de ser Iglesia eucarística por parte de los fieles por diversas razones.

1. El «todavía-no» de la Iglesia eucarística

Podría ser ilustrado este todavía-no de la Iglesia eucarística con algunas pinceladas provocadoras:

Todavía no reflejamos en nuestra experiencia de Iglesia eucarística, el verdadero rostro eucarístico, por falta de vida de fe y de caridad, por ignorancia del misterio que celebramos, por incoherencias con la lógica de la Eucaristía, por la falta de conversión al misterio pascual y a sus exigencias. Y claro que nosotros limitamos por nuestra parte los efectos de la Eucaristía que dependen de nuestra libre acogida; por eso, el encuentro cotidiano en la mesa eucarística nos permite ser renovados constantemente en el misterio pascual. Tenemos necesidad de la Eucaristía para no resignarnos a la mediocridad de nuestra experiencia cristiana en la Iglesia.

Todavía-no todos los hijos de Dios que son invitados a la salvación y a la comunión se sientan a la mesa eucarística. Cada celebración nos permite verificar cuántos sitios están todavía vacíos y cuántos hermanos faltan a la llamada, o porque todavía no conocen el Evangelio de la Eucaristía o porque conscientemente lo rechazan, o bien porque sigue siendo para ellos indiferente.

Todavía-no todas las Iglesias que celebran la Eucaristía han alcanzado la unidad visible que la Eucaristía quiere formar en una comunión orgánica.

Todavía-no vivimos en la historia lo que sacramentalmente expresamos en la Eucaristía. De la celebración a la vida, poco a poco se desfigura el rostro eucarístico de la Iglesia, hasta hacerse irreconocible en los individuos y en la comunidad cristiana el hecho de que hayan celebrado el misterio y se hayan encontrado con Cristo. Por eso tenemos necesidad de configurarnos a la Eucaristía cada día porque cada día se desfigura en nosotros el rostro eucarístico de la Iglesia.

2. Celebrar y proclamar la esperanza

También en la experiencia de tantos límites, la Iglesia celebra sin cambios de opinión su esperanza y se proyecta hacia el futuro prometido:

Confiesa la comunión con los santos y la esperanza de reunirse con ellos en la gloria.

Espera la resurrección corporal prometida por el pan que da la vida eterna; reconoce que la Eucaristía deja en nuestros cuerpos semillas de resurrección que florecen tras el misterioso período de la muerte y de la sepultura en la novedad de cuerpos resucitados.

Proclama, casi hasta el límite de la utopía, la esperanza de los Cielos nuevos y de la Tierra nueva que la transformación eucarística prefigura en una «Pascua del universo» (cfr. GS 38-39).

P. JESÚS CASTELLANO CERVERA, OCD

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