jueves, 6 de enero de 2011

El ÁRBOL EN LA SAGRADA ESCRITURA

El árbol es a los ojos del hombre el signo tangible de la fuerza vital
que ha esparcido el Creador en la naturaleza (cf. Gen 1,11s). A cada
primavera anuncia su renacimiento (Mt 24, 32). Cortado, vuelve a
brotar (Job 14,7ss). En el desierto árido indica los lugares donde el
*agua permite la vida (Ex 15,27; Is 41,19). Alimenta al hombre con
sus frutos (cf. Dan 4,9). Esto es suficiente para que se pueda
comparar con un árbol verdegueante, ya al hombre justo al que Dios
bendice (Sal 1,3; Jer 17,7s), ya al pueblo, al que colma de favores
(Os 14,6s). Es cierto que hay árboles buenos y malos, que se
reconocen por sus *frutos; los malos sólo merecen ser cortados y
arrojados al fuego; igualmente los hombres en el momento del *juicio
de Dios (Mt 7,16-20 p; cf. 3,10 p; Lc 23,31). A partir de este
significado general, el simbolismo del árbol se desarrolla en la Biblia
en tres direcciones.


1. El árbol de la vida.
El Génesis, utilizando un símbolo corriente en la mitología
mesopotámica, coloca en el *Paraíso primitivo un árbol de la *vida,
cuyo fruto comunica la inmortalidad (Gen 2,9; 3,22). En conexión con
este primer símbolo, la falsa sabiduría que usurpa el hombre
atribuyéndose el «conocimiento del bien y del mal» se representa
también como un árbol de fruto prohibido (Gen 2,16s). El hombre,
seducido por la apariencia engañosa de este árbol, comió de su fruto
(Gen 3,2-6). A consecuencia de esto tiene ahora cortado el camino
del árbol de la vida (Gen 3,22ss). Pero todo el desarrollo de la
historia sagrada va a mostrar cómo Dios le restituye su acceso. En la
escatología profética se describe la *tierra santa en los últimos
tiempos como un paraíso nuevamente hallado, cuyos árboles
maravillosos proporcionarán a los hombres alimento y remedio (Ez
47, 12). Ahora ya la *sabiduría es para el hombre que la capta un
árbol de la vida que da la felicidad (Prov 3, 18; 11,30; cf. Ecl
24,12-22). Y finalmente, en el NT promete Cristo a los que le
permanezcan fieles, comer del árbol de la vida que está en el paraíso
de Dios (Ap 2,7).

2. El árbol del reino de Dios.
Las mitologías orientales conocían también el símbolo del árbol
cósmico, representación figurada del universo. Este símbolo no es
utilizado por la Biblia. Pero ésta compara fácilmente a los imperios
humanos, que tienen bajo su *sombra a tantos pueblos, con un árbol
extraordinario: se eleva hasta el cielo y desciende hasta los infiernos,
cobija a todas las aves y a todos los animales (Ez 31,1-9; Dan 4,7ss).
Grandeza ficticia, puesto que está fundada en la *soberbia. El juicio
de Dios derribará este árbol (Ez 31,10-18; Dan 4,10-14). Pero el
*reino de Dios, nacido de una humilde semilla, se convertirá, en
cambio, en un gran árbol, en el que vendrán a anidar todas las aves
(Mt 13,31s p).

3. El árbol de la cruz.
El árbol puede llegar a ser signo de maldición cuando se utiliza
como patíbulo para los condenados a muerte (Gen 40,19; Jos 8,29;
10,26; Est 2,23; 5,14): el ahorcado, que de él pende, mancilla la
tierra santa, pues es una maldición de Dios (Dt 21,22s). Ahora bien.
Jesús quiso tomar sobre si esta maldición (Gál 3,13). Llevó nuestras
culpas en su cuerpo en el leño de la *cruz (IPe 2,24), y en él clavó la
sentencia de muerte que se había dictado contra nosotros (Col 2,14)
Por el hecho mismo, el árbol de la cruz vino a ser el «leño que salva»
(cf. Sab 14,7): está abierto el camino que conduce al paraíso hallado
y nosotros comeremos del árbol de la vida (Ap 22,2.14). El mismo
antiguo signo de maldición se ha convertido en este árbol de la vida:
Crux fidelis, ínter omnes Arbor una nobilis: nulla silva talem profert,
fronde, flore, germine (liturgia del vienes santo).

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