sábado, 15 de enero de 2011

EL CIRIO PASCUAL

El fuego ha sido por largo tiempo un signo de la presencia de Dios. El Antiguo Testamento está lleno de ejemplos: la zarza ardiente en el Monte Sinaí, la columna de fuego en el desierto, las luces de las lámparas del tabernáculo, y el fuego sacrificial en el altar del templo de Jerusalén. Los primeros cristianos con mucha naturalidad y en forma semejante utilizaron el fuego nuevo como un símbolo de la presencia de su Señor resucitado, la nueva columna de fuego.
En Jerusalén, los primeros cristianos bendecían y encendían velas todos los sábados a la noche. Alrededor de finales del siglo quinto o sexto, esta costumbre llegó a relacionarse con la celebración de la Resurrección, y el cirio pascual encontró su camino de incorporación a la celebración litúrgica en la iglesia de occidente.
En la iglesia medieval, encontramos un sentido simbólico para cada aspecto del cirio pascual. Apagado, representaba al Cristo muerto y sepultado; encendido, representaba el esplendor y la gloria de la resurrección de Cristo. La mecha representaba la humanidad de Cristo, y el halo de la llama representaba su divinidad.
Para nosotros, el simbolismo del triunfo de Cristo sobre las tinieblas del pecado y la muerte es preeminente.
Este simbolismo es más visible cuando el cirio pascual es "introducido" cada año en la congregación durante la Vigilia Pascual. Cuando la Vigilia comienza, la iglesia está en oscuridad, simbolizando las tinieblas del sepulcro que contenía al Cristo crucificado. Un nuevo fuego es encendido y el cirio pascual es iluminado, representando al Cristo crucificado, la Luz del mundo.
De igual manera cuando el cirio es transportado en procesión hacia el interior de la nave de la iglesia en tinieblas, también Cristo ilumina nuestro camino en la oscuridad. Durante la procesión, aquellos que lo sostienen lo levantan y cantan: "La Luz de Cristo" a lo cual todos responden: "Demos gracias a Dios".
Este significado es muy claro en el rito romano que dice: "Cristo  nuestro Luz". No nos podemos equivocar sobre el sentido de este gesto. Cristo está presente en el medio de la asamblea. No pretendemos repetir la resurrección física de Cristo. No estamos simplemente rememorando un acontecimiento del pasado en el cual Cristo estaba presente. El realidad en este mensaje de la resurrección es que el Cristo Resucitado está presente aquí y ahora, con y por nosotros. No existe un momento en particular durante la procesión de la luz o durante la liturgia de la vigilia en el cual creemos que sea el momento exacto de la resurrección de Cristo.
El antiguo Pregón Pascual, cantada frente a la luz del cirio pascual, dice muy claramente: "¡Oh noche verdaderamente bendita que sola fue digna de conocer el momento y la hora en que Cristo resucitó del abismo!" (Libro de Liturgia y Cánticos, p 143). Estamos congregados en las tinieblas para esperar y contemplar la resurrección. Gradualmente penetramos en la realidad que Cristo ha resucitado y se hace presente en medio de nosotros.
Precediendo a esta procesión, es encendido un gran fuego. Simbólicamente, este es el fuego a partir del cual se encienden todas las otras velas. Tradicionalmente, antes de encender el cirio con el fuego nuevo, se realizaba una inscripción sobre el cirio con la cruz, el alfa y la omega, y la fecha del año actual.
Este gesto reforzaba el tema de la presencia de Cristo entre nosotros ahora y por toda la eternidad. La siguiente afirmación podía acompañar la inscripción: "Cristo Ayer y Hoy, el principio y el fin, Alfa y Omega. Suyos son los tiempos y las edades, a Dios sea la gloria y el poder, por los siglos de los siglos. Amén". Cinco granos de incienso puede insertarse en la cruz con clavos, representando las cinco llagas de Cristo, mientras se dice lo siguiente: "Por las llagas de Cristo, santo y glorioso, podamos ser protegidos y cuidados". Si bien el cirio tiene un simbolismo en sí mismo, el ministro puede realizar los símbolos a medida que dice las palabras.
A lo largo de los cincuenta días de Pascua, el cirio pascual tradicionalmente se lo ubica cerca del altar como un símbolo de la resurrección. Se lo enciende para cada celebración litúrgica durante los cincuenta días de Pascua. Idealmente, las velas permanecen encendidas continuamente desde la Vigilia de Pascua hasta Pentecostés. Como esto no es usualmente práctico, el cirio pascual puede ser encendido a la llegada de los celebrantes y permanecer encendido hasta que todos hayan partido. Para resaltar el simbolismo, se puede encender en toda reunión de los fieles en grupos que se reúnan en el templo o en salones próximos. Si las Vísperas son celebradas durante el tiempo de Pascua, la asamblea se reúne para la oración alrededor del cirio pascual encendido. No se utiliza una vela diferente para las vísperas.
En algunas tradiciones, el cirio pascual se apaga finalmente durante la lectura del Evangelio en el Día de la Ascensión de Nuestro Señor. Esta práctica enfatiza la presencia histórica de Jesús luego de la resurrección, dejando en segundo lugar el énfasis de la presencia del Cristo Resucitado en nuestra época. El simbolismo integral del cirio pascual nos invita a dejarlo encendido y en lugar central durante todo el tiempo de Pascua.
Después de Pentecostés, el cirio pascual se lo ubica en su candelero cerca de la fuente bautismal como un recordatorio visual de que en nuestro bautismo, hemos sido crucificados y resucitado con Cristo. El cirio es encendido en cada celebración de Bautismo, durante el cual una pequeña vela bautismal es encendida a partir del cirio para ser entregada al bautizado o sus padrinos. Este acto es un recordatorio visual de la conexión integral entre el Bautismo y la Pascua. Durante los funerales, el cirio pascual es encendido y ubicado en su candelero en la cabecera del féretro durante los ritos funerarios. De una forma visual, el cirio pascual proclama el mensaje de Rm 6,3-5 (utilizado al comienzo de la liturgia de funerales): "Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva".
El cirio pascual debe ser de un tamaño importante, más bien grande, si deseamos que su simbolismo tan importante hable con claridad. Igualmente el candelero en el cual este descansa debe ser de un tamaño grande. La Pregón Pascual (Libro de Liturgia y Cánticos pág.143: Exultet) canta las glorias de este cirio: "cuyo resplandor no disminuye, aún cuando su luz se divide y se comparte, pues lo alimenta la cera líquida que las abejas, tus criaturas, hicieron para la sustancia de este cirio". Para hablar con claridad, este cirio debe ser hecho de cera y el tamaño del cirio debe visiblemente disminuir a lo largo de las estaciones y del año.

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