Tomás H. Jerez

lunes, 13 de febrero de 2012

TEXTOS EUCARÍSTICOS CASTELLANOS DEL SIGLO XVIII


La devoción a la Eucaristía produjo en el siglo XVIII, al igual que en el XVII, un número notable de composiciones musicales específicas. En el Archivo de Música del Real Monasterio del Escorial encontramos más de setenta composiciones dedicadas al Santísimo Sacramento en el siglo XVIII. La mayor parte están concebidas en forma de villancico, esto es, la forma musical y literaria que consiste en un estribillo seguido de coplas. Otras composiciones se denominan cantadas, motetes, solos, dúos… En realidad, la diferencia de estas formas es, sobre todo, musical.

PROLONGACIÓN SACRAMENTAL


La LH, por su característica horaria, prolonga en el tiempo la potencialidad santificadora que desencadena su desarrollo en la eucaristía y en las demás acciones sacramentales.
De la eucaristía, la LH extiende, aunque sea de modo diverso, la presencia de Cristo, la creatividad del misterio pascual, el compromiso de la alianza que el orante está invitado a renovar especialmente en varios salmos, la actitud oblativa, el sacrificio de alabanza, la adoración, la intercesión, etc. (cf PO 5; OGLH 12).

¿DÓNDE CELEBRAR LA EUCARISTÍA?

El culto "en espíritu y en verdad" (Jn 4,24) de la Nueva Alianza no está ligado a un lugar exclusivo. Toda la tierra es santa y ha sido confiada a los hijos de los hombres. Cuando los fieles se reúnen en un mismo lugar, lo fundamental es que ellos son las "piedras vivas", reunidas para "la edificación de un edificio espiritual" (1 P 2,4-5). El Cuerpo de Cristo resucitado es el templo espiritual de donde brota la fuente de agua viva. Incorporados a Cristo por el Espíritu Santo, "somos el templo de Dios vivo" (2 Co 6,16).
Cuando el ejercicio de la libertad religiosa no es impedido (cf DH 4), los cristianos construyen edificios destinados al culto divino. Estas iglesias visibles no son simples lugares de reunión, sino que significan y manifiestan a la Iglesia que vive en ese lugar, morada de Dios con los hombres reconciliados y unidos en Cristo.

REQUISITOS PARA SERVIR COMO LECTOR

Los dos requisitos para lectores mencionados en la Instrucción General son que: “sean de verdad aptos para cumplir este ministerio” y que “estén realmente preparados”. La Introducción al Leccionario para la Misa propone una descripción más detallada de las calificaciones para lectores no-instituidos.
La asamblea litúrgica requiere lectores, hasta los que no son instituidos. Por eso, es importante asegurarnos de que hay personas calificadas que han sido entrenados para participar en el ministerio. Cuando hay más que una lectura, es mejor tratar de repartir las lecturas entre más personas. (Introducción al Leccionario para la Misa, 52)

FRUTOS DE LA COMUNIÓN

La comunión acrecienta nuestra unión con Cristo. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: "Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él" (Jn 6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: "Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí" (Jn 6,57):
«Cuando en las fiestas [del Señor] los fieles reciben el Cuerpo del Hijo, proclaman unos a otros la Buena Nueva, se nos han dado las arras de la vida, como cuando el ángel dijo a María [de Magdala]: "¡Cristo ha resucitado!" He aquí que ahora también la vida y la resurrección son comunicadas a quien recibe a Cristo» (Fanqîth, Breviarium iuxta ritum Ecclesiae Antiochenae Syrorum, v. 1).